La Becky del secuestro da un paso hacia mí. Un paso lento, casi delicado... pero cada movimiento suyo retumba como si el piso no aguantara su existencia. Santiago avanza, poniéndose frente a mí. —No te acerques —le dice, firme, aunque la voz le tiembla.
Ella ladea la cabeza. Esa sonrisa rota —mi sonrisa— se estira un poco más. —Siempre tan valiente, Santiago. No cambiaste nada desde aquella noche. Él palidece. Ella lo recuerda. Ella estuvo ahí cuando él gritó mi nombre.
Sanvi levanta su linterna, como si fuera un arma. —Esa no es Becky. Es un fragmento. Un recuerdo deformado. No la dejes hablar.
—¿Deformado? —ríe mi doble—. Soy la parte de ella que ustedes no pudieron destruir.
Yo doy un paso atrás, temblando. —¿Qué... quieres?
Ella me mira con un cariño falso, como si fuera mi hermana gemela saliendo de un funeral.
—Quiero que dejes de actuar. Yo soy la que vivió todo. Yo soy la original. Tú... tú eres lo que hicieron después.
Mi sangre se enfría. —Eso no es verdad... —susurro.
—¿No? —da otro paso hacia mí—. ¿Quién vio la camioneta? ¿Quién sintió la aguja entrando en el cuello? ¿Quién despertó atada a la cama, con la boca llena de sangre seca?
Santiago aprieta mis hombros, intentando mantenerme firme. —No escuches. Está manipulando tus recuerdos.
—¿Manipulando...? —mi otra yo, sonríe con desprecio—. Yo soy los recuerdos. Los que ella escondió porque no tuvo el valor de mirarlos.
Las luces del laboratorio comienzan a parpadear como si el hospital estuviera entrando en pánico. Sanvi susurra: —Se está desestabilizando... el sistema no puede mantenerlas a las dos al mismo tiempo.
La sombra de mi otra yo se estira en el piso, larga, retorcida, viva. —Vincent nunca quiso una copia —dice ella, con calma venenosa—. Quería perfección. Y la encontró... en mí.
Mi respiración se corta. —Tú... no eres real.
Ella deja de sonreír. Su rostro se tensa. Sus ojos —mis ojos— se vuelven vacíos.
—Soy más real que tú. Porque yo sufrí. Yo sobreviví. A mí me dolió.
La luz del techo explota con un chispazo. El laboratorio queda a media sombra. Ella avanza. Santiago intenta detenerla. Ella lo atraviesa con el brazo como si fuera humo, pero cuando lo toca Santiago grita. Un grito seco, agudo. Como si algo le jalara el alma.
—¡SANTIAGO! —lloro, jalándolo hacia mí. Él se desploma en mis brazos, respirando a medias.
Mi otra yo, observa la escena con una tranquilidad escalofriante. —¿Lo ves? No estoy aquí para matarlo. Estoy aquí para recuperarte. Porque mientras tú existas... yo estoy incompleta.
Sanvi retrocede, horrorizada. —Quiere fusionarse contigo... absorberte.
Mi doble me extiende la mano. —Ven. Hagamos las paces. Yo te devuelvo tus memorias completas y tú me dejas vivir en ti, donde siempre debí estar.
Un escalofrío me cruza la columna. Como si algo dentro de mí reconociera su oferta. Pero luego escucho a Santiago, apenas consciente, susurrando mi nombre. Mi nombre. El que me dio mi mamá. No el número 23. Y eso me salva. Me pongo de pie, secándome las lágrimas, temblando, pero firme. —No. No voy a dártelo todo. No voy a desaparecer para que tú seas "la auténtica".
Mi otra yo, sonríe. Un brillo salvaje hace vibrar las paredes. —Entonces tendré que tomarlo por la fuerza.
El piso se agrieta. Las luces tiemblan. El laboratorio entero se inclina. Y ella se lanza sobre mí como una sombra hambrienta.
Mi doble me cae encima con una fuerza imposible. No pesa nada, pero me aplasta como si cargara toda la culpa del mundo. Rodamos por el piso del laboratorio. Golpe. Otro golpe. Su risa —mi risa— me corta los oídos. —¡¿Por qué sigues existiendo?! —grita— ¡YO viví el infierno! ¡YO merezco ser la real!
La empujo con ambas manos. Sus dedos se clavan en mi cuello, fríos como metal mojado.
—¡Déjame... respirar! —jadeo.
Ella se inclina sobre mí, los ojos brillando como agujeros negros. —Respirar... eso te lo quitaron primero, ¿recuerdas? Cuando te subieron a la camioneta, cuando lloraste, cuando yo desperté en la camilla...
Me estalla un flash en la cabeza. La bata gris. Los tubos. La luz blanca quemando mis párpados. Ella sonríe al ver mi reacción. —Eso es. Déjame entrar.
Intento apartarla, pero mi brazo atraviesa parte de su cuerpo como si fuera humo mezclado con sangre. Es tangible y no al mismo tiempo. Como un recuerdo vivo. De pronto siento manos detrás de mí. —¡SUÉLTALA! —grita Santiago, jalando mi brazo, intentando separarnos.
Sanvi se lanza hacia mi doble con un bisturí oxidado que encontró en el piso. —¡FUERA DE ELLA! Pero mi sombra la desvía con un solo movimiento de muñeca. Sanvi sale disparada contra una camilla, golpeándose la espalda. Grita del dolor.
Santiago insiste, desesperado. —¡Déjala! ¡DEJA SU CUERPO!
Mi doble gira el rostro hacia él, lenta... demasiado lenta. Su sonrisa cambia. —Tú otra vez, siempre queriendo salvarla ¿Por qué lo haces?
Él no retrocede. —Porque la amo —escupe, sin pensarlo.
El mundo se queda mudo. Incluso mi sombra se congela. Santiago respira con dificultad, pero no baja la mirada. —Y no voy a perderla. No otra vez. Esas palabras me sacuden el pecho como un latigazo. Me llenan de una fuerza que no sabía que tenía. Aprovecho el segundo de shock de mi doble. La empujo con todo. Ella cae de espaldas, pero en vez de golpear el piso, se hunde en él como si el suelo fuera agua negra. —Esto no se ha terminado —gruñe—. No puedes borrar lo que yo viví. La sombra me toma del tobillo y tira de mí para arrastrarme con ella. Santiago me agarra de las costillas, desesperado. —¡NO TE LA LLEVARÁS!
Sanvi, aún adolorida, se arrastra hasta nosotras. —¡Becky! ¡Resiste! ¡AGUANTA!
Siento mi pierna hundirse. Luego la otra. El piso me traga. Mi sombra ríe bajo la superficie, su voz retorcida y dulce. —Ven conmigo, sé honesta, tú también quieres saberlo todo...
—¡NO! —grito con todas mis fuerzas, aferrándome a los brazos de Santiago y Sanvi como si fueran mi vida entera. Mi pecho arde. Mi cabeza palpita. La oscuridad intenta tragarme. —¡No me vas a reemplazar! —le grito a mi otra yo—¡No vas a robarme la vida que estoy recuperando! La sombra gruñe. La superficie del piso vibra. Una oleada oscura sube como un mar de tinta intentando cerrarse sobre mí. Santiago tira con toda la fuerza que le queda.