El Pueblo

EL PUEBLO

Carlos se mudó a la calle Balsa del pueblo de Salcedillo situado a ochenta y nueve kilómetros de Teruel, era una pequeña localidad que no llegaba a la veintena de habitantes en la que adquirió una vivienda al haber conseguido un empleo en una granja cercana. Era un chico de aspecto normal de veinte años que se vio obligado a dejar Barcelona al no poder costear su vida allí y aceptó la sugerencia de empleo en una granja que le ofreció un amigo de Facebook.

Finalmente, observo como se aproximaba al alejado y aislado pueblo… Un lugar sin apenas movimiento en las calles, con gente mayor paseando por las mismas en su mayoría, acompañados esporádicamente de alguien más joven, se detuvo frente a una casa típica de allí en un estado aceptable y se detuvo.

Dado el escaso número de coches estacionados, no le preciso ni hacer maniobras al aparcar cerca de su vivienda.

« No cabe duda que es más un cementerio que un lugar en donde vivir, a juzgar por lo que puede verse por el exterior » pensó al observar el “alegre ambiente” a su alrededor.

Un par de figuras se aproximaron a la vivienda, era Mateo junto a su hijo Rubén, de cerca de doce años, el amigo que hizo por las redes sociales y le permitió acceder al empleo que iba a desempeñar allí

  • Hola, ¿has tenido un buen viaje? –preguntó al acercarse.

  • Algo cansado al ser un trayecto muy largo, amigo – respondió en el acto.

  • Bienvenido al pueblo de Salcedillo, ya verás que es una población tranquila como te comente –le dijo.

  • Es evidente que hasta demasiado para mi gusto... Aunque tendré ese trabajo y además una vivienda sin pagar nada. Gracias Mateo, la verdad es que me vino de maravilla que pudieras interceder por mí.

  • ¡No se merecen, amigo!, siempre es agradable ver caras nuevas para los que vivimos aquí –me respondió sin dar importancia al asunto.

  • Podremos hablar de todo eso y más conversando esta noche disfrutando de la barbacoa en mi casa, a la que estás invitado –ofreció Mateo– Estará el resto del pueblo que están deseando conocerte, ¡por aquí hay muy pocas novedades y no los puedes decepcionar no asistiendo! –insistiendo en su invitación.

  • Acepto entonces –respondo sin tener excesivas ganas de ir en realidad.

Pues entonces, hasta esta noche a las ocho, no hace falta que te molestes en llevar nada. Adiós –dijo para despedirse.

 

 

Cuando estuvieron a cierta distancia, suspiro profundamente, ya que era lo último que le apetecía a Carlos el asistir a esa fiesta del pueblo.

Se resignó a lo inevitable y fue a deshacer la maleta.

Efectivamente, asistieron todos los pueblerinos, que parecían estar esperando su llegada con impaciencia, le sirvió una bebida Mateo y empezó a presentarlo al resto de los habitantes de la población. Mientras iba conociendo a todos, se fijó en una muchacha de su edad que se lo quedó mirando varias veces y le cautivó, cuando finalmente su anfitrión le dejó al ponerse a conversar con alguien, se dirigió hacia ella con intención de averiguar quien era y sin poder evitarlo perdió la conciencia cayendo al suelo en el acto.

Lentamente, fui recuperando la conciencia y al poder centrar la vista vio que se hallaba en una gran celda con otras personas, aunque lo peor fue descubrir el estado de los demás... Estaba la misma chica de la fiesta sin piernas y el brazo izquierdo al haberle sido amputados, la que seguramente era su familia estaba junto a ella con diversas extremidades que corrieron también la misma suerte. Era un espectáculo dantesco que le hizo vomitar al momento y ser el centro de la mirada de todos ellos, al parecer ya acostumbrados e incluso resignados a esa enfermiza pesadilla que lo observaron sin inmutarse.

Cinco figuras entraron en la enorme estancia en donde se hallaba la celda, enseguida reconoció que eran las mismas con quien se quedó hablando tras que lo dejara al fin a su aire en la barbacoa.

  • ¿Ya estás despierto?, supongo que estarás sorprendido por lo que te rodea... Somos alienígenas que necesitamos ingerir proteínas humanas de cuerpos frescos con cierta regularidad, llevamos entre vosotros cerca de doscientos años y ahora al ser más complicado el justificar las desapariciones utilizamos bío-androides para sustituir a nuestras presas y no llamar la atención de las autoridades terrestres –explicó al intrigado humano, quien se hizo pasar por Mateo– Ya hay uno tuyo que ocupará tu puesto de trabajo en esa granja para evitar que despierte sospechas tu paso a ser parte de nuestra despensa, Carlos –explico sin mostrar ningún ápice de humanidad en sus palabras.

  • ¡No podéis hacer esto!, somos seres inteligentes al igual que vosotros, que podríamos entendernos y hallar una solución sin tener que recurrir a este extremo –dije desesperado al ser consciente de en qué situación de pesadilla se encontraba.

Varios de esos bío-androides se personaron en la entrada y pudo incluso reconocer al que iba a sustituirme en el mundo exterior, se acercaron a la puerta de la reja que se abrió ante ellos, seguidamente entraron en la misma para dirigirse hacia él.

¡No os acerquéis más!, ¡alejaos de mí!... –grito el aterrado Carlos al ver como se le aproximaban.

Finalmente, fue agarrado entre todos sin poder evitarlo al ser bastante más fuertes que un ser humano, el resto de ocupantes miraban lo que sucedía sin emitir ni un solo sonido, aunque si se alejaban los que podían de la escena al no querer correr la misma suerte que de ser escogidos por esas máquinas.

  • Pronto no podrás decir nada, al igual que ellos, Carlos. Sin la lengua te será del todo imposible –le dijo Mateo sonriendo al verlo pasar frente al grupo de extraterrestres que lo observaban con ojos famélicos que acrecentó aún más el temor y desesperación en su interior.




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