Querido colega, querida colega:
Si llegaste hasta aquí, ya no eres un extraño para mí.
Arqui aprendió algo fundamental en el Distrito Corporativo: las conexiones profesionales verdaderas no se tejen con tácticas de networking o intercambios transaccionales, sino con hilos de atención genuina, propósito claro y gratitud profunda.
Y este es mi manifiesto profesional:
Cuando construyo mi carrera, no busco atajos. Busco esa "conversación honesta" —la verdad esencial de cada interacción— que pueda resonar con profesionales como vos. Busco ese momento de conexión que nos una más allá de los títulos, en ese lugar donde reconocemos algo familiar: la lucha compartida, el aprendizaje constante, la vulnerabilidad de no tener todas las respuestas.
Las "rutas rojas" del ejecutivo veterano son las tácticas de moda que no me representan: el crecimiento a cualquier costo, las conexiones superficiales medidas en números, las estrategias de personal branding que sacrifican autenticidad por alcance. Yo elegí la "ruta azul": ese camino que construyo contigo, conexión por conexión, conversación por conversación, colaboración por colaboración. Un camino que solo existe porque vos también elegiste detenerte a escuchar.
Mi tarjeta con la palabra Aprender sigue en mi billetera mientras escribo estas líneas. Es la promesa de que nunca dejaré de crecer profesionalmente, de que cada proyecto es una oportunidad de mejorar, de que cada error es un aprendizaje que compartiré para que otros no tropiecen con la misma piedra.
Vos no sos un contacto en mi red para inflar métricas. No sos un lead en mi embudo de ventas. No sos una oportunidad de negocio que explotar. Vos sos el corazón del ecosistema donde dos profesionales —dos seres humanos con aspiraciones y miedos— se detienen a compartir algo real en medio del ruido corporativo.
Como Arqui con Carmela, yo me detuve a valorar lo auténtico sobre lo pulido. Escuché las historias detrás de los CVs perfectos, las luchas que no se mencionan en los posts de celebración, los fracasos que enseñan más que los éxitos. Y vos, al llegar hasta aquí, te detuviste a leer algo diferente a los contenidos algorítmicos diseñados para engagement vacío.
Eso es lo que nos hace jardineros en este ecosistema profesional compartido. Plantamos semillas de conocimiento sin saber exactamente quién se beneficiará. Compartimos aprendizajes sin esperar retribución inmediata. Ayudamos sin llevar cuenta. Y cuando algo florece —una colaboración inesperada, una recomendación genuina, una conversación que cambia una carrera— ese milagro pequeño justifica todo el esfuerzo.
Como el desarrollador esperando que el código "respire", yo espero ese momento en que una conexión profesional deja de ser transaccional y se convierte en relacional. Cuando la colaboración fluye porque hay confianza real, no solo un contrato firmado.
Como la consultora de recursos humanos que ve el dolor humano detrás del CV, yo intento ver a la persona completa detrás del perfil profesional. Porque al final, no trabajamos con títulos o empresas, trabajamos con personas. Y las personas prosperan cuando se sienten vistas, valoradas, comprendidas.
Como Míriam enseñándole a Arqui sobre dar antes que tomar, yo aprendí que el capital social más valioso no se acumula, se distribuye. Que mientras más compartís sin expectativas, más robusto se vuelve tu ecosistema profesional. Que el éxito individual es frágil, pero el éxito colectivo es resiliente.
Gracias por ser parte de mi red profesional.
Gracias por cada comentario reflexivo que dejás, cada insight que compartís, cada vez que recomendás a alguien de tu red sin pedir comisión. Gracias por las veces que me escribiste para decirme que un post te ayudó a repensar tu enfoque, o que una conversación que tuvimos meses atrás resolvió un problema que estabas enfrentando hoy. Gracias, sobre todo, por tu autenticidad en un ecosistema que constantemente te presiona a performar una versión editada de vos mismo.
Como Carmela le dijo a Arqui: volvé. No importa si tu carrera te lleva a otros lugares, a otras industrias, a otros roles. Este espacio, estas conversaciones, existirán esperándote. Porque construimos juntos algo más permanente que una conexión, algo más profundo que una relación comercial: construimos un vínculo profesional basado en respeto mutuo y crecimiento compartido.
Un puente entre tu desarrollo profesional y el mío.
Y como Míriam le enseñó a Arqui, yo también aprendí que no se trata de cuántos seguidores tengo, sino de cuántos de esos contactos se convirtieron en colaboradores reales. Cuántos regresaron cuando necesitaron ayuda. Cuántos me buscaron no porque tuviera algo que darles, sino porque sabían que la conversación sería honesta.
Este relato que acabás de leer no es solo una alegoría sobre networking. Es mi carta de compromiso con vos. Es mi forma de decirte que cuando publico en LinkedIn, pienso en una persona real, con desafíos reales, con la necesidad humana de ser vista más allá de su título laboral.
Esa persona sos vos.
Y cada vez que escribo un post, llevo mi tarjeta con la palabra Aprender en el bolsillo. Porque sigo aprendiendo de vos: de tus comentarios, de tus perspectivas, de los desafíos que compartís cuando sentís la confianza para ser vulnerable profesionalmente.
Las rutas azules del mapa del veterano no están trazadas aún. Las estamos construyendo juntos, vos y yo, con cada colaboración que trasciende lo transaccional, con cada conversación que nos hace mejores profesionales y mejores personas.
Eso es la magia de las conexiones auténticas. Eso es el milagro del networking consciente.
No los números de seguidores. No las métricas de engagement. No las listas de "Top Voices".
Sino este instante: vos leyendo hasta el final, yo escribiendo desde la vulnerabilidad, y algo invisible pero real naciendo en el espacio entre ambos.
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novela corta de superación y finanzas, ficción inspiracional (liderazgo), alegoría narrativa
Editado: 14.11.2025