El Pulso del Silencio

.Capítulo 7 - El nutricionista

El murmullo del pasillo de segundo año se mezclaba con el eco de pasos apurados y risas juveniles. El sol de la mañana era más que radiante, entraba a raudales por las ventanas, iluminando los casilleros y los cabellos despeinados de los estudiantes que se apretaban por llegar a tiempo. En un rincón, como siempre, el grupo de Nekoma mataba los minutos previos a clase.

—Te juro que el entrenamiento de ayer fue un castigo militar, a veces creo que cuerpo me dejara de funcionar si sigo a este ritmo —refunfuñaba Yamamoto, apoyado contra la pared, exagerando con muecas de dolor en la espalda.

—No seas exagerado —respondió Yaku, rodando los ojos—. Apenas corrimos veinte vueltas... bueno, y las flexiones, también las sentadillas y los ejercicios de las manos.

—¡Y los saques! —añadió Lev, extendiendo sus largos brazos como si aún sintiera el cansancio—. Kuroo-san nos quiere muertos.

Kuroo, que estaba ajustándose el uniforme con la calma de siempre, lanzó una risita seca, apenas alce la mirada, pero fue lo suficiente para ver a kuroo con su cara de pocos amigos, como si nos dijera desagradecidos con los ojos.

—Lo hago por su bien. Si quieren sobrevivir al próximo partido, tienen que sudar.

La broma no pasó desapercibida, pero lo que realmente rompió el ambiente fue la gran entrada de un desconocido en el pasillo. Alto, rubio, de porte extranjero, caminaba con seguridad mientras sostenía una carpeta bajo el brazo. Su uniforme no era de estudiante, sino ropa formal clara, elegante, que lo diferenciaba de todos. Las conversaciones bajaron de volumen al instante. Algunas chicas de primero y segundo año lo siguieron con la mirada, cuchicheando entre ellas.

—¿Quién es ese? —susurró Yamamoto, frunciendo el ceño.

—Parece un modelo —añadió Kai, aunque su tono sonaba más sorprendido que celoso.

—Más bien parece que se perdió buscando una revista de moda —bromeó Kuroo con un destello burlón en los ojos.

El grupo lo observó avanzar hasta llegar a la puerta del salón 2-B. Justo en ese momento, Kenma seguía con la cabeza abajo entre ellos, distraído como siempre con su consola en mano, y levantó la vista solo cuando notó que el silencio a su alrededor era inusual. El rubio entró al salón y, con una sonrisa confiada, s como si todo el lugar le perteneciera a él, se presentó ante el profesor:

—Buenos días. Mi nombre es Elios Ivanov. Estoy aquí para colaborar con el equipo de vóleibol de Nekoma y apoyar en labores de salud junto a la doctora Lilith.

La reacción fue inmediata. Varias chicas soltaron un "¡oh!" ahogado y comenzaron a cuchichear entre ellas, era muy cautivador de ver sinceramente. Los muchachos, en cambio, se miraron con cierta incomodidad, sobre todo Yamamoto y Lev, que cruzaron los brazos como si estuvieran ante un rival invisible, no es un secreto que ellos no son un rival fuerte para él. Kenma, sin embargo, levantó la vista apenas unos segundos. "Elios..." repitió el nombre en su mente. No tardó mucho en recordar las pocas veces que había escuchado a Lilith mencionarlo cuando hablaba de Rusia, cuando relataba las historias de su carrera, siempre lo describió como un amigo cercano que siempre estaba dispuesto a ayudarla. Y ahora, ahí estaba, de pie frente a él, sonriendo con un aire tranquilo y colmillos llamativos que resaltaban cada vez que hablaba.

Kuroo, incapaz de resistirse, lanzó su comentario sarcástico

: —¿Ayudar al equipo, dices? Espero que no solo nos distraigas a las porristas.

Las risas se mezclaron con algunos murmullos, kuroo se conocía como un arlequín malvado en este lugar, pero Elios solo respondió con calma:

—Prometo no quitarles el protagonismo, capitán.

El ambiente se tensó un instante, kuro de una vez lo miro con el rostro cargado de una seriedad muy impropia de él, hasta que el profesor los mandó callar y continuó la clase.

Durante la explicación de matemáticas, la mente de Kuroo divagó. El rubio lo había irritado más de lo que quise admitir. Sentado en su pupitre, el recuerdo le asaltó:

la noche en que Lilith apareció en su puerta con una bolsa de dulces en la mano. —Sabes, Kuroo —dijo ella con una mezcla de nervios y seriedad—, siempre peleamos, pero... creo que nunca te agradecí lo suficiente. Tú también cuidaste de Kenma, igual que yo.

Él arqueó una ceja, incrédulo.

—¿De verdad viniste hasta aquí solo para decir eso?

—Sí. Y para que dejemos de pelear como niños. No pienso quitarte el crédito de nada.

El silencio se llenó de recuerdos compartidos, de los días en que ambos, a su manera, habían estado ahí para el pequeño Kenma. Kuroo suspiró al final, con una media sonrisa torcida.

—No voy a dejar de fastidiarte, Lilith. Pero... está bien. Paz firmada.

Ella rió suavemente, y por primera vez en años, la tensión entre ambos parecía haberse aflojado. Y ahora, aquí estaba Elios. Era como si esa tregua fuera una señal para que un nuevo enemigo llegara, y Kuroo no daría otra tregua, y menos a un aparecido como lo era Elios para el pelinegro.

Más tarde, en la sala de profesores, el ambiente estaba animado. Varias profesoras charlaban muy animadamente sobre el nuevo ayudante, y las risas se escapaban entre comentarios halagadores, él había llegado a flechar a más de una, y no todas eran precisamente estudiantes hormonales.

—Ese rubio parece sacado de un catálogo —dijo una de ellas

. —Y tan educado —añadió otra

—Hasta me ofreció cargar mis carpetas.

Lilith, con una taza de café entre las manos, escuchaba en silencio, intentando disimular una sonrisa cansada, esto no era nuevo para ella, pero esperaba evitar situaciones comprometedoras de las profesoras hacia él, evitar las incomodidades. Elios entró poco después, saludando con naturalidad, como si se moviera en terreno conocido.

—¿De nuevo hablando de mí? —bromeó, provocando carcajadas. Luego se giró hacia Lilith con confianza

—No te había dicho, pero me alegra trabajar a tu lado otra vez.




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