El descanso del mediodía en Nekoma era un caos organizado. Las mesas del comedor estaban repletas de estudiantes hablando a la vez, compartiendo comida y quejándose de las clases. En un rincón, el equipo de voleibol ocupaba casi dos mesas enteras, como si fueran una manada imposible de pasar por alto, eran bastante llamativos sin querer serlo.
—¡Dame un poco de eso, Yamamoto! —se quejó Lev, tratando de alcanzar el trozo de pollo que el otro defendía con uñas y dientes.
—¡Ni sueñes, gigante inútil! Este pollo es mío, me costó hacer fila veinte minutos, nisiquiera quisiste hacerme compañía en la fila —gruñó Yamamoto, alejando la bandeja como si defendiera un tesoro.
—Tienes otros tres pedazos más —intervino Yaku, exasperado—. Compártelo de una vez o te lo hago tragar de un golpe por egoísta.
Kenma, sentado con su jugo y su consola en la mesa, apenas levantó la mirada.
—No discutan por comida, parece que nunca hubieran comido pollo, siempre haciéndonos pasar vergüenza.
La frase seca arrancó carcajadas del resto, incluso Kuroo, que se inclinó hacia su setter con esa sonrisa suya.
—Kenma, siempre tan directo.
—No es directo, es cruel, pero de manera un poco comica —murmuró Kai, aunque no pudo ocultar la sonrisa.
La bulla aumentó cuando Elios se acercó con una bandeja en la mano. No era nada común verlo en el comedor de los estudiantes, mucho menos compartiendo mesa con ellos, pero lo hizo con una naturalidad que sorprendió e incómodo a varios.
—¿Este asiento está ocupado? —preguntó señalando un hueco junto a Kuroo.
Nadie respondió, estaban demasiado sorprendidos. Elios sonrió y se sentó igual, no espero ninguna respuesta de igual manera.
—Bien, si se preguntan qué hago aquí es porque necesito observar a mi equipo incluso en el receso.
—¿Su equipo? —masculló Yamamoto con la boca llena, es una pregunta bastante certera, pues según todos, el equipo es de la doctora Lilith.
—Claro —respondió Elios, bebiendo un sorbo de agua como si nada—. Ustedes me pertenecen en este momento. Si quieren rendir en la cancha, también debo verlos aquí. Cada bocado que comen, cada hábito. Todo cuenta, igual a mi nada se me pasa, siempre estoy pendiente a todo.
Hubo un silencio incómodo hasta que Lev, como siempre, habló de más.
—¿Entonces me va a pesar hasta los dulces que me cómo?
—Si hace falta, sí, sería un poco tedioso, pero nada difícil. —Elios lo miró con esa calma que resultaba inquietante—. El azúcar es traicionero, lo sabrías si estudiaras un poco más.
El grupo estalló en risas nerviosas. Yamamoto susurró un “qué miedo” que Yaku le respondió con un “cállate antes de que lo cumpla y todo esto resulte en una discusión tensiónante”.
Kuroo, sin embargo, sostuvo la mirada de Elios. Había algo en ese hombre que lo irritaba: esa manera de querer medirlo todo, de reducirlos a números. Y, al mismo tiempo, la seguridad con la que lo hacía le daba rabia, en verdad se expresaba como si ellos fueran propiedad cuando en realidad no era así.
Kenma bajó la vista a su consola, pero sus dedos estaban tensos. Ya se había enfrentado a Elios antes y sabía que esa calma suya escondía algo más, estaba seguro de que ese tipo no era de fiar para nada.
—¿Siempre pierden el tiempo así? —preguntó Elios con esa voz profunda, mitad ironía, mitad juicio.
Yamamoto se encogió de hombros, nervioso.
—E-esto… es receso, ¿no?
Elios bebió un sorbo de su vaso con agua, sin apartarles la mirada.
—El tiempo libre también habla de su disciplina.
Hubo un silencio incómodo, hasta que Kuroo sonrió con tranquilidad.
—Entonces deberías quedarte, Elios. A lo mejor aprendes cómo se ve la diversión.
Las risas volvieron a brotar, y por un instante, incluso Elios soltó una mueca casi imperceptible.
En el aula
Después del descanso, regresaron a clases. Tocaba química, y para Kuroo era terreno seguro. El capitán se acomodó en su asiento, con su brazo apoyado en la mesa, como si no necesitara más que escuchar para entenderlo todo.
La profesora escribió una serie de fórmulas complejas en el tablero. Varios estudiantes bufaron, otros empezaron a desesperarse, era una de la clase más tediosa para uno que otro estudiante.
—Bien, resuelvan este problema —dijo la maestra, mirando al salón—. ¿Qué reacción se obtiene si…?
Antes de que alguien levantara la mano, Kuroo ya estaba respondiendo con total calma, sin mirar sus apuntes.
—Cloruro de sodio, agua y calor.
La profesora arqueó una ceja, sorprendida.
—Correcto… ¿y puedes explicarnos cómo llegaste a esa conclusión?
Kuroo se levantó, caminó hasta el tablero y explicó paso a paso el procedimiento, como si fuera lo más sencillo del mundo. Sus compañeros lo miraban con una mezcla de admiración y fastidio, algunos susurraban que envidiaban esa inteligencia que demostraba en química, haciéndolo sonreír con ese ego que manejaba siempre.
Al regresar a su lugar, Yamamoto lo golpeó suavemente en el hombro.
—¡Genio felino! — Kuroo solo sonrió, como si fuera lo más normal del mundo.
Elios, que observaba desde el fondo junto a Lilith, sonrió apenas.
—Tienes cabeza, eso lo admito —murmuró en voz baja, aunque lo suficiente para que Lilith lo escuchara, no era de elogiar a casi nadie, pero esta vez, era justo y necesario el comentario.
—No es solo cabeza, es disciplina —replicó ella con suavidad—. Esa es la diferencia entre él y otros, el resalta por sí solo, no se mata por hacerse notar, es lo maravilloso en él.
Kenma levantó un poco la vista. Ver a Kuroo en su elemento siempre le daba una tranquilidad silenciosa. Como si nada pudiera derribarlo, era de las pocas veces que Kuroo demostraba más que carisma, el siempre demostraba lo que él quería, no se dejaba doblegar por nadie, ni por los comentarios, en parte por eso lo admiraba tanto.