El Puro que Aúlla

Capítulo 9

Después de verla tan mal, no quise que caminara, así que la llevé en mis brazos hacia nuestra habitación. Lucía avergonzada, y yo estaba inquieto por saber qué quería decirme. Nos sentamos sobre el sofá pie de cama, y esperé a que comience a hablar. Con mucho esfuerzo, porque se notaba que le costaba soltar las palabras, me dijo que había entendido la esencia de la conexión de almas gemelas, y mencionó que, si los humanos fueran bendecidos con la predestinación, se evitarían mucho sufrimiento por amor. No me imaginaba a lo que llegaría, pero me hizo muy feliz el escucharlo.

  • Es por ello que he decidido aceptar el consumar nuestra conexión antes de la boda -lo dijo con la cabeza agachada y en un casi imperceptible susurro que no hubiera escuchado, sino fuera un licántropo. Su decisión me puso eufórico.
  • Explícate mejor. No quiero entender mal lo que acabas de decir y faltar a tus deseos -quería estar seguro de lo que había escuchado, aunque mi cuerpo ya estaba queriendo posarse sobre el de ella.
  • Que no solo necesitamos respetar mis costumbres, sino que también debemos tomar en cuenta las tuyas -aún mantenía la cabeza agachada y yo necesitaba su mirada para estar completamente seguro de lo que me decía.
  • ¿Eso quiere decir? -pregunté a la par que levanté su cabeza para que me mire a los ojos.
  • Que dormiré contigo esta noche, aquí, en nuestra habitación.

Su rostro estaba sonrojado, lo que mostraba que le daba vergüenza proponerme consumar nuestra conexión después de haber acordado en el apartamento evitar el contacto íntimo apasionado. Lo que estaba haciendo fue una muestra de su amor por mí. Ella no quería que pase por el celo, se preocupaba por mi integridad física, y la ponía por encima de sus ideales religiosos. En ese momento sentí que me embargaba el deseo. Mi respiración se aceleró y comencé a sonreír al concluir que lo que me proponía era por amor. Sin embargo, necesitaba que ella reafirme su decisión.

  • ¿Estás completamente segura de lo que haremos? No quiero que luego te arrepientas y pienses que has cometido un error -dije calmado.
  • Sí. Te amo, Stefan, y voy a hacer todo lo necesario para que estés seguro de que acepto tu liderazgo y que quiero ser la luz de tu vida, tu Luna. No quiero que sufras los dolores y la fiebre del celo

«¡Por fin! ¡Amelia será mía!», pensé y recordé las alianzas matrimoniales que guardaba celosamente en el walk-in closet.  Antes de ir por ellas, sequé las lágrimas que caían sobre las mejillas de mi prometida, unas que eran producto de la emoción mezclada con el miedo, ya que la decisión que acababa de tomar nació del temor que yo estuviera padeciendo por el celo. Cuando regresé con las alianzas, me senté nuevamente a su lado, y empecé a hablar.

  • Antes de llegar a Perú -empecé a decir al regresar a su lado- estaba resuelto en poner todo de mí para rechazarte porque no me gustaba la idea de que seas humana. Sin embargo, lo que Marianne comentaba sobre ti hizo crecer mi curiosidad. Además, mis cuñados tuvieron a bien aconsejarme por sus experiencias como miembros de parejas interespecies –tomé su mano izquierda, la miraba feliz y nervioso al mismo tiempo-. Por ello decidí estar preparado al no poder rechazarte. Quiero que tengamos un símbolo que manifieste a toda la humanidad nuestra unión -abrí la cajita, y le mostré las alianzas. Ella abrió los ojos por la sorpresa, y noté lágrimas acumulándose en ellos-. Esta noche, te haré completamente mía y pondré mi marca en tu clavícula, así nuestra unión se confirma ante las manadas, los pueblos sobrenaturales y la Madre Luna, pero también quiero que lleves este anillo, que es el símbolo de mi eterno e infinito amor. Esta noche, te quiero desnuda entre mis brazos portando este anillo.

Coloqué el anillo en su dedo anular izquierdo y ella hizo lo mismo con el mío. Ahora lloraba por lo feliz que se sentía. Ese fue mi segundo regalo, con el cual le hice ver que ella siempre me importó y que sería capaz de todo con tal de hacerla feliz. Recordé el beso que nos proveíamos cuando Solís nos interrumpió, y la jalé suavemente para sentarla sobre mí a horcajadas. Cabellos caían por su lindo rostro, y comencé a apartarlos para ver su boca, aquella que siempre me encantó saborear, lamer, morder suavemente para despertar en ella el deseo por tener más de mí. Llevé mis manos a sus caderas, quería tocar su piel subiendo mis manos por debajo de su blusa, pero me pidió parar y temí que se arrepintiera.

  • No, si quiero –dijo de inmediato, como si hubiera leído en mi rostro lo que temía-, pero me gustaría tomar un baño y ponerme algo más ligero -al no mirarme, busqué toparme con sus ojos.
  • O sea, quieres ponerte linda para mí -sonreí con picardía al imaginármela con sexy lencería esperando por mí.
  • Sí, algo así. Hagamos como que esta es nuestra noche de bodas. Tú también deberías prepararte para mí -sus nervios hacían que jugara a trazar formas con sus dedos sobre mi pecho, eso me provocaba más-. ¿Crees que alguna de tus hermanas me pueda ayudar prestándome algo de lencería? -preguntó y recordé que no le había mostrado su walk-in closet.
  • No es necesario. Tenemos todo lo que requieras aquí.

La ayudé a pararse, cargándola en mis brazos, y nos fuimos a la zona de walk-in closet. Vi su expresión de confusión al entrar al mío, ya que no esperaba encontrar ahí lo que buscaba. Caminamos hasta toparnos con la silla estilo Luis XVI para encontrar la puerta del suyo. Al ingresar, quedó anonadada. Imagino que hallar ropa, ropa y más ropa por todos lados fue impactante, más cuando ella nunca se probó nada de lo que había ahí.

  • Cuando Marianne te encontró en la entrevista del Plan Becario, comenzó a amoblar nuestra habitación. Como no conocía tus gustos en decoración, dejó blancas las paredes, el baño y tu walk-in closet, por si tú luego querías darle tu toque; consideró los mínimos muebles neutrales para la habitación, y compró ropa, zapatos y accesorios para ti –estaba tan asombrada por todo lo que había en ese espacio de nuestra habitación que parecía una niña en una juguetería.
  • ¿En qué momento supo mi talla? -preguntó aún perdiendo la mirada entre pares de zapatos y bolsos.
  • Pues, Kurt tiene una habilidad increíble para sacar las medidas de una mujer con solo observarla -recordé el fastidio que sentí cuando Marianne me comentó que le pediría a Kurt que observe la figura de Amelia para sacar sus medidas y confeccionar el vestido que lució en la cena, así como todo lo que había en el walk-in closet de mi prometida.
  • ¿Te molesta que haya sacado mis medidas? -preguntó mientras se acercaba preocupada por lo que diría.
  • No te voy a negar que me disgusta que otro hombre esté analizando tu cuerpo, pero entiendo que era necesario para conseguir todo esto. Además, Kurt es muy profesional -repetí lo que Marianne me dijo para tranquilizar mi posesividad por Amelia.




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