El Puro que Aúlla

Capítulo 10

Nunca imaginé el placer que me embargaría al ver dormir a alguien. Me pasé la noche observándola, no solo porque era la primera que compartía con ella y quería contemplarla, sino porque estaba a la expectativa por si la marca le producía algún tipo de reacción contraproducente. Entendía que, tras marcar a la hembra, un cansancio embriagador llega a ella, pero en la historia de la manada se había documentado reacciones adicionales, como fiebre, sarpullido, pérdida momentánea de visión, entre otras, que aparecieron en hembras humanas. Por ello me la pasé atento a cualquier cambio en su cuerpo, por si fuera necesario pedir ayuda a Ravi, ya que los brujos son como “médicos sobrenaturales”.

Aún era muy temprano para despertar, pero Amelia comenzó a moverse. Quería acomodarse para seguir durmiendo, pero yo quería que ya despierte, seguía deseoso de ella. Acariciaba el brazo que dejó sobre mi pecho y dejaba cortos besos en su frente. Movió su cabeza, lo que me permitió encontrarme con su adormilada mirada y una sonrisa que me causó mucha gracia al ser acompañada por sus cabellos alborotados y sus ojos casi cerrados. Comencé a reír fuerte, cosa de la que me arrepentí cuando al seguir observando su rostro noté que aún tenía intenciones de continuar el sueño. Ella negó que fuera así, solo quería descansar un poco más porque estaba agotada. A los pocos segundos de terminar de hablar, llegó a mí vergüenza y angustia. Al estar seguro que no provenían de mí, le pedí que dejara de emitir esas emociones que me resultaban muy desagradables. Sorprendida preguntó cómo noté que estaba sintiendo eso, a lo que señalé su marca y expliqué que, además de ser el símbolo de nuestra unión ante los pueblos sobrenaturales, hace que podamos percibir los sentimientos, emociones, placer y dolor del compañero. Al terminar mi explicación, recorrí su cuerpo con mi mirada, y al verla desnuda, deseé tenerla otra vez. Al regresar a su rostro, noté que se mordía el labio inferior y marcaba el entrecejo, estaba reprimiendo la sensación de deseo que le llegó de mí.

  • ¡¿Quieres que hagamos el amor?! –dijo conmocionada, y le sonreí con picardía. Me acomodé contra el respaldar de la cama y la senté sobre mí a horcajadas.
  • ¿Qué se siente saber lo que le sucede a tu pareja? -observaba el sonrojo que llegó a sus mejillas al concluir que tenía ganas de volver a unirme a ella.
  • Es muy extraño. Al principio me asusté porque no identificaba de dónde venía, y me cuestionaba cómo podía estar experimentando tanto deseo si estoy cansada. Luego entendí que esa emoción no era mía -abrió los ojos, se ruborizó y bajó la mirada. Nuevamente la vergüenza aparecía.
  • ¿Otra vez vergüenza? ¡Pero qué fea emoción! -me quejé. En verdad no me gustaba que sintiera vergüenza conmigo. Yo no la criticaría o ridiculizaría, era algo que necesitaba corregir.
  • Es que recordé que terminamos e inmediatamente me quedé dormida. Me da pena haberte dejado solo.

Mi Luna estaba preocupada porque después de nuestra primera unión no pudo mantenerse despierta para conversar o tener un segundo encuentro. Era tan inocente y no quería defraudarme, por eso reí de felicidad. «Si supieras que con una sola mirada me puedes llevar al paraíso o al infierno, serías más segura de ti misma», pensé mientras abandonaba la risa porque Amelia colocó sus suaves dedos sobre mi boca.

  • Amor, te voy a explicar algunas cosas que no pudimos conversar porque te dormiste muy rápido, así dejarás de sentir vergüenza y ambos estaremos más cómodos. Es normal que la hembra quede exhausta después de ser marcada. Cuando el macho muerde lo hace justo segundos antes del orgasmo, ya que así el dolor de la mordida se disipa rápido por el placer que la hembra está experimentando. Al estar marcada, aunque solo sean segundos previos a finalizar, es capaz de sentir el deseo del macho, y cuando alcanza el clímax la sensación es mucho más placentera porque siente su gozo y el del compañero. Al no estar acostumbrada a tremendo placer, el cuerpo pasa de un alto nivel de excitación a debilitarse por completo, ya que ha gastado más energía de lo normal al tener un multiorgasmo. Por eso te dormiste, y creo que en tu caso ha sido más rápido porque al ser humana tienes menos resistencia que una hembra licántropa o de otra especie sobrenatural.
  • ¿Y siempre será así?
  • No. Poco a poco te acostumbrarás a ser multiorgásmica. Además, la marca solo se hace una vez, así que no te voy a volver a morder -recordando mi deseo por volver a estar entre sus piernas, agregué un detalle adicional-. Algo más que te quiero comentar es que yo siempre voy a tener ganas de hacerte el amor, así que no te asustes cuando sientas que estoy deseoso de ti.
  • Entonces, ¿ahora quieres estar conmigo? -su mirada se clavó en la mía, y percibí que le agradaba la idea de volver a ser uno.
  • Sí, ahora quiero hacerte mía a la luz del día.

Me apoderé de su boca mientras mis manos iban de sus piernas y caderas hacia su espalda. La hice girar para recostarla en la cama conmigo encima de ella. La sentí más suelta, en confianza, porque acariciaba mi cuerpo y dejaba salir sus gemidos. Al ir más rápido, el placer hizo que jadeara. Escucharla disfrutar era lo que necesitaba para incrementar mi gozo y llegar al clímax junto con ella. No pude aguantar las ganas de confesarle lo que me producía escucharla gemir o jadear. Ella se ruborizó y yo me reí a carcajadas. Apenada me pidió no hacer tanto ruido, no quería incomodar al resto de la familia, pero cuando le dije que las paredes tenían aislamiento acústico, suspiró aliviada.




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