El Que No Quiso Luchar Fui Yo.

Capitulo 8

EL QUE NO QUISO LUCHAR FUI YO

CAPÍTULO 8.

Cerré los ojos cuando sentí que Sandra y mi hermanito entraron a la habitación, mi hermano hablaba en voz baja pensando que yo dormía.

—Yo duermo en el rincón, ya ves que tengo muy mal dormir.

—Claro que sí, no sea que te caigas— soltó una risita.

—¡Shhh!, despertaremos a mi hermano.

—Hasta mañana —susurró—, descansa.

Se acostaron y apagaron la luz. Abrí los ojos, respiré soltando todo el aire acumulado, me moví quedando en toda la orilla de la cama. La sentía tan cerca, hasta escuchaba su respiración, no aguanté y susurré.

—Que descanses Sandra.

—Pensé que dormías —respiró profundo—, que descanses.

—No puedo dormir.

—¿Eso por qué?

Sentí que se movió más hasta la orilla, hablamos casi en susurro para no despertar a nadie.

—El cambio de horario.

—Imagino que es difícil acostumbrarse otra vez.

—Sí, es difícil, pero todo es cuestión de tiempo.  

—¿También aprendiste a hablar en italiano?  

—Sí, me tocó aprender.

—¿En serio? —escuché la dulzura y la curiosidad de su voz—, ¿Fue muy difícil?  

—Los primeros días fueron muy difíciles, no entendía nada —sonreí—, pero en tres meses ya manejaba el idioma.

—Owww, increíble, a ver dime algo en italiano.

—Sei così bello.

—Que lindo se escucha, hasta puedes insultarme y yo sin saber que me dices — soltó una risita.

—En español dice, eres muy hermosa.

Se quedó en silencio unos segundos, no podía verla, pero juraría que se ruborizó.

—Gracias —murmuró—, pero cuéntame ¿cómo es eso allá?

Me encantaba la curiosidad con la que preguntaba las cosas, le platiqué un poco de todo lo que viví, del lugar, de como era, las costumbres y comidas, incluso le hablé de mi accidente, de como sucedió. Ella escuchaba muy atenta todo lo que yo le platicaba, luego de minutos y minutos platicando, bueno yo, contándole de mi estadía en Italia y ella feliz escuchando, preguntando, le dije que era tarde, que luego seguíamos con la plática. Era increíble como se pasaba los minutos de rápido platicando con ella, lo mejor era dormir, luego sería otro día.

Me levanté eran casi las nueve de la mañana, dormí demasiado, lo digo porque en el campo acostumbran a madrugar mucho. Salí al corredor de mi casa y lo primero que observé fue a Sandra en el jardín. Estaba sentada en el césped recibiendo los rayos del sol, me quedé mirándola, sacudí la cabeza tratando de ignorar mis pensamientos. Tenía que actuar normal, como era antes  con ella, seguí a la cocina mi madre me saludó y me sirvió el desayuno.

 

—Hijo te hice un calentao paisa como te gusta, arroz, frijoles, huevo, carne, chorizo, tajadas de maduro y un buen chocolate con leche, que no falte la arepa con queso.

—Madre se ve delicioso —miré el plato—, pero es demasiado para mí, recuerda que debo cuidarme.

—Hijo una vez al año no hace daño — hizo un gesto de puchero—, es que hace tanto que no venías, quiero atenderte de la mejor manera. ¿O es que en Italia comías cosas así? —sonreí— ¿Apoco no extrañas la comida de tu tierra?  

—No madre, esto no se ve allá, claro que extrañaba las comidas y más las tuyas —empecé a comer.

—Lástima que Mariana no vino contigo, me encantaría verla otra vez, es muy simpática esa niña.  

—Madre, ella no podía venir —bajé la mirada —,está trabajando y entrenando al mismo tiempo.  

—Otro día será, hijo.

—Sí madre.

Una carcajada llamó mi atención, miré  y al frente estaba Sandra jugando con los perros.

—Que bonita está mi ahijada ¿verdad? —sonrió mientras la miraba.

—Sí, está muy guapa.

—Aquí ya tiene varios admiradores, los vecinos andan tras ella.

—Me imagino —di un sorbo a mi chocolate—,¿ella qué dice?

—No les presta atención —sonrió—, vienen aquí y ella ni los mira.

Sonreí, no me entendía. Tenía que alejarme de esa situación. Terminé mi desayuno y salí al jardín, me miró con una sonrisa.

—¿Cómo amaneciste?

—Muy bien y tú.

—Bien, gracias a Dios.  

Antes de que dijera algo más me retiré, entré a mi habitación y recordé que Mariana me escribió ayer. Saqué mi celular y le envié un mensaje.

Mensaje.

Hola, estoy en la finca de mis padres. Hablaremos cuando regrese a la ciudad.

Al instante respondió.

¿Cuándo regresas? No me gusta estar así, tenemos que aclarar las cosas.

En ese momento entró Sandra, dejé mi celular a un lado. Ella empezó a organizar la otra cama teniéndola, sólo la miré en silencio. Era tan hermosa esa niña, bueno no tan niña, era toda una mujer. Su cuerpo estaba perfectamente formado y muy bello. Sacudí la cabeza, abrí y cerré los ojos varias veces. ¿Pero qué me pasa? Me levanté y tomé una toalla, me fui directo al baño. Abrí el grifo y sentí el agua fría sobre mi cuerpo, eran tantas cosas que tenía en la cabeza que no lograba entender.

Salí y me organicé. Me puse un suéter negro, un pantalón blanco, peiné mi cabello y me afeité la barba. Mi madre me miró con curiosidad, le dije que saldría un rato. Tomé mi niña, <bicicleta > salí a hacer lo que más me gustaba, entrenar. Tenía que despejar mi cabeza, esa era la única manera. Subí hasta el pueblo, aproveché y saludé a mi abuela, me quedé ahí gran parte del día, como si me escondiera de algo o de alguien.

Lo más extraño es que no había sentido esa necesidad de tener a Mariana cerca, imaginé que era por el disgusto que tuvimos. Eran casi las seis cuando salí de casa de mi abuela, la noche estaba hermosa y el cielo lleno de estrellas. Llegué a la casa eran casi las siete, me demoré no porque estuviese muy lejos, lo hice a propósito. Llegué y mi madre me esperaba, Sandra estaba viendo la televisión con mi padre, entré y saludé ella respondió sin mirarme ¿ahora ella me ignoraba?

Salí de nuevo, mi madre me sirvió la comida, escuché cuando Sandra se despidió para irse a dormir. Luego de unos minutos entré a la habitación al parecer ya se había dormido, no entendía su actitud, aunque era mejor así. Al día siguiente también me levanté tarde, Sandra y mi hermanito no estaban, según me contó mi madre se fueron a cuidar los conejos. A ella le encantaban los animales, decía mi madre que se quedaba horas cargándolos.




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