EL QUE NO QUISO LUCHAR FUI YO.
CAPÍTULO 12
Movió sus labios y eso para mí fue su aprobación. Sus labios y los míos se acoplaron perfectamente, succioné su labio superior luego su labio inferior, la besé con suavidad. Jadeó y se dejó llevar, sabía tan dulce, hundí los dedos en su pelo y tiré su cabeza hacia atrás para poder meterle la lengua más hasta el fondo. Su lengua luchó con la mía, reclamé su boca besándola con ansias.
Ella me besó con la misma intensidad, succionó mi labio inferior, solté un pequeño gruñido en sus labios, me alejé de su boca cuando sentí que nos faltaba el aire.
Sentía que algo estallaba en mi pecho, un extraño hormigueo recorría mi cuerpo. Deslicé mi nariz sobre la suya, solo escuchando el sonido de nuestras respiraciones, sentía como subía y bajaba su pecho, los latidos acelerados de su corazón y el mío. Cerré los ojos, no podía creer lo que había hecho, quise alejar mi rostro del suyo, pero no podía, parecía un imán que me atraía más y más.
Sus dedos se enredaron en mi pelo, sentí su respiración tan cálida en mis labios, no podía resistirlo, me pegué otra vez a sus labios. Si lengua se enrredaba con la mía, nuestro beso se intensificó, ella me siguió el ritmo, beso a beso.
Nos dimos tres besos cortos y luego uno largo. Nos alejamos por falta de oxígeno. Recargué mi cabeza en la orilla de mi cama, lo mismo hizo ella. Aún seguía sujetando su mano, solo escuché su respiración y los latidos de mi corazón.
Ella entrelazó sus dedos con los míos, el silencio se hizo más presente que nunca, menos mal todo estaba oscuro, porque no sabía cómo mirarla después de lo que hice, solté su mano y me giré. ¿Por qué la besé? ¿Qué fue lo que pasó? ¿Ahora cómo iba a mirarla a los ojos después de lo que pasó? Cerré los ojos con fuerza, esos labios eran tan dulces, no te cansabas de besarlos.
Me sentía el hombre más miserable del mundo, por un lado estaba Mariana, ella no merecía eso, por el otro estaba Sandra. No quería que pensara que me quería aprovechar de ella, lo peor era que no me arrepentía de haberla besado, lo haría una vez más. Eso se había salido de control, tenía que alejarme sí o sí. Después de tanto dar vueltas me dormí, al día siguiente me levanté muy temprano, mucho antes que Sandra. Me duché y salí a entrenar, esa vez sí estaba huyendo de ella, no sabía cómo explicar lo que pasó, no sabía cómo iba a reaccionar, estaba peor que antes.
Saludé antiguos compañeros con los que entrenaba antes, se me pasó el tiempo rápido, lo más importante mantenía mi mente ocupada. Luego fui a casa de mi abuela, estaba seguro de pasar la noche ahí.
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___ NARRA SANDRA ___________
Abrí mis ojos y lo primero que hice fue mirar al frente, pero su cama estaba vacía, no estaba. Me pareció muy extraño pues casi siempre era yo la que se levantaba temprano. Acaricié mis labios con mi dedo índice recordando lo que pasó en la noche. No entendía como habíamos llegado a tanto, ni por qué correspondí como lo hice, lo único que tenía claro era que ese hombre besaba como los dioses.
Bueno no había besado a muchos chicos, pero si lo suficiente para saber que esos besos me encantaron. Lo que sentía aquí dentro no estaba permitido, además Esteban era mi primo y tenía novia. Si se fue así es porque lo que pasó la noche anterior no significó nada para él. No podía hacerme ilusiones con una persona que no estaba a mi alcance. ¿Ahora cómo lo iba a mirar a los ojos? Que vergüenza ¿Qué pensaría de mí? ¿Qué significó ese beso para él? ¿Por qué lo hizo? Eran demasiadas preguntas que tal vez no tenían respuestas.
Yo no lo buscaré, no quería hacerme falsas ilusiones. Me levanté y le ayudé a mi madrina, me platicó que Esteban salió a entrenar temprano. Mejor para mí, la verdad no quería ni mirarlo a los ojos.
Fui al corral de los conejos y me quedé ahí cargándolos un buen rato, en el fondo lo hacía por el miedo de verlo y tener que darle la cara, de solo imaginarlo me temblaban las manos. Cuando llegué a la casa él aún no había llegado, respiré aliviada, era mejor para mí. Pasé el resto del día hablando con mi madrina y Andrés, Esteban no regresó, imaginé que se quedaría en casa de su abuela. Era lo mejor para ambos, para él no debió ser importante lo que pasó, lo malo de todo era que lo extrañaba mucho, aunque tenía claro que no debía hacerlo.
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____ Narra Esteban _____
Estaba en casa de mi abuela seguro de quedarme ahí, ese día no llamé a Mariana, no fui capaz, salí de mis pensamientos cuando sonó mi celular.
Llamada papá.
—Hola hijo ¿Dónde estás?
—Hola papá, en casa de mi abuela.
—¿Regresas hoy? —preguntó.
—No creo ¿por qué?
—Hijo necesito que vengas, resulta que hablé con el dueño del lote que quiero que veas, para que hagamos negocio. Él puede hoy, por eso te necesito aquí, quedé de ir a las cinco de la tarde, tienes media hora para llegar.
—¡Papá! —inhalé—, ¿tiene que ser hoy?
—Sí, aquí hablamos y te cuento todo.
Me colgó el teléfono y no me dio tiempo de nada, como siempre se tenía que hacer lo que mi padre decía, no me quedaba más remedio que regresar. No siempre se puede huir de los problemas, tendría que enfrentar todo lo que empecé. Después de media hora llegué a mi casa, lo primero que vi al entrar fue a Sandra, estaba sentada en el jardín tan hermosa. Traía su cabello suelto y una camisa blanca de botones, debajo tenía un vestido verde floreado, me miró solo unos segundos y luego desvió la mirada.
Saludé y traté de ignorarla. Papá me comentó que el lote que quería comprar estaba un poco retirado de la casa, pero según él, era buena tierra y producía bastante. Mi padre estaba demasiado emocionado con el tema de comprar ese lote, digamos que le iba a dar ese gusto, le dije que lo miráramos y luego hacíamos negocios. Me cambié los zapatos y ya estaba listo para salir con mi padre.
Editado: 06.09.2023