EL QUE NO QUISO LUCHAR FUI YO.
Capítulo 17
Me acerqué, en cada paso sentía que mi respiración se cortaba, tomé su mentón obligándola a mirarme, sus bellos ojos estaban opacos, deslicé mi frente sobre la suya. Tomé sus rostro en mis manos y sentí su aliento caliente, sus labios tan tentativos, envolvió sus brazos alrededor de mi cuello, sus labios rozaron los míos haciendo temblar el mundo bajo mis pies.
Se alejó lo suficiente para mirarme a los ojos, me incliné hacia ella reclamando sus labios con suavidad, ella cerró sus ojos dejándose llevar, sus labios tan cálidos, su lengua jugueteaba con la mía en una guerra sin fin. Sentí las mismas cosquillas en todo el cuerpo esas que te hacen vibrar, sus labios acariciaron los míos con ternura. Cuando me separé de ella, Sandra se sentía tan débil que tuvo que apoyarse en mi pecho para no venirse abajo.
—¿Por qué me haces esto? —susurró dejando caer su cabeza sobre mi hombro— No es justo.
—La vida no es justa —respiré.
La abracé lo más fuerte que pude, sentí como sus latidos y los míos chocaban. Su respiración era suave y delicada, acaricié su cabello.
—También te quiero de una manera a la que no se debe querer a una prima —solté, levantó la mirada buscando la mía—, no te quiero como a mi primita favorita, te quiero como se le quiere a una mujer tan hermosa como tú.
Abrió sus ojos con sorpresa, creo que no esperaba esa confesión de mi parte.
»No sé qué fue lo que hiciste, pero te tengo clavada aquí —Llevé su mano hasta mi corazón—, ¿sientes como late? Lo hace por ti.
Se alejó lo suficiente para mirarme, se llevó una mano cubriéndose la boca, una lágrima rodó por su mejilla. Limpié las lágrimas con la yema de mis dedos, fruncí el ceño, pasé saliva.
—No quiero lastimarte…
Puso su dedo índice en mis labios.
—¡Shhh! No digas nada Esteban, tengo muy claro mi lugar, somos primos—hizo una pausa—, ese es el impedimento más grande entre nosotros—una leve sonrisa se dibujó en sus labios—. Me conformo con saber que soy correspondida, sé que me quieres y a ella la amas, son cosas muy diferentes.
Ni yo tenía claro ese sentimiento.
¿A quién quería?
¿A quién amaba?
Estaba peor que antes, me sentí peor, pero no podía controlar ese sentimiento.
—Tú lo acabas de decir, somos primos, tristemente eso no cambiará—acaricié su mejilla—. Está prohibido, nos matarían a los dos.
—Eso lo sé. Digamos que siempre voy a quererte de una manera diferente.
—Igual que yo mi bonita, siempre tendrás un lugar en mi corazón. Pero tengo claro que algo entre nosotros es imposible.
—Sí —se alejó un poco—, por dos razones, somos primos y tienes novia. Aparte de ser tu prima, también soy la otra.
Levantó una ceja.
»Suena feo lo sé, pero es verdad.
—Tienes razón, yo soy un patán, Mariana no merece esto y tú tampoco.
—Esto que pasó entre nosotros solo fue algo pasajero, yo me voy y todo sigue como antes —caminó hasta la puerta—. Además tú lo has dicho, no te arrepientes de nada. No pienses tanto en eso.
Me miró.
»Lo de nosotros solo es un juego, ya te había dicho. Además tú no me obligaste a nada, yo estuve de acuerdo, o sea que yo también soy una mala persona por meterme en medio de dos personas.
—¿Un juego? —la tomé de la mano— Un juego que se nos salió de las manos.
—Eso no importa —bajó la mirada—, no pensemos en el futuro, ni en mañana, solo en el día a día.
No quería hablar más del tema, mi confusión era más grande, pensé que Sandra dejaría todo en el olvido como lo insinuó. O eso creí, de repente sentí los suaves labios de Sandra, me quedé conmocionado sin saber qué hacer.
Mi corazón empezó a palpitar tan rápido que si no la detenía me daría un infarto. Pero sabía tan bien, era tan cálido…. Cerré los ojos con lentitud, le daba suaves y cortos besos en los labios con ternura, lo que hacía que sintiera mariposas en el estómago. De repente su boca posó un fuerte beso en mis labios, sentí su lengua buscar la mía. Las sensaciones hasta aquel momento eran alucinantes. La rodeé con los brazos y el beso se hizo más intenso.
—No pensemos en nadie —soltó en mis labios con la respiración acelerada—, los días que faltan que sean solo nuestros. Quiero tus besos solo para mí, luego todo será como antes. Tal vez sea la peor persona por pedirte esto sabiendo tu situación, solo quiero tenerte para mí unos días, aunque tengo claro que eres de otra.
Acaricié sus mejillas, juntamos nuestros labios y una explosión de sensaciones estalló en mi boca. Nuestras manos se entrelazaron, una descarga de mariposas recorría mi cuerpo.
—No pensemos en nada —susurré en sus labios—, solo nosotros dos, el domingo todo volverá a la normalidad.
Besé sus labios suavemente muchas veces, nunca me cansaría de hacerlo. Regresamos a la casa, evitamos mirarnos, como dicen las miradas pueden decir muchas cosas, decidimos seguir con este juego, si se le podía llamar así. Solo deseé que nadie saliera lastimado, pero eso era muy difícil, mucho más cuando habían sentimientos de por medio.
Pasamos el resto de la tarde viendo películas, las de terror eran las que más me gustaban porque podía tenerla tan cerca de mí. Cuando ella tenía miedo yo aprovechaba el momento para abrazarla con todas mis fuerzas. Todos dormían y nosotros seguíamos sentados en mi cama bajo el reflejo de la pantalla. Sandra era sencillamente hermosa, cuando me quedaba mirándola sentía qué mi corazón latía tan rápido, mis manos temblaban y un solo roce de sus dedos electrizaba cada parte de mi piel.
Decidí disfrutar de su compañía esos últimos días olvidándome de todo y todos. Salíamos a montar en la bicicleta, amaba cuando reía a carcajadas, su alegría me llenaba, me contagiaba. Pasábamos todo el día juntos, cada que podía le robaba besos deliciosos, igual que lo hacía ella. En las noches veíamos una película con la disculpa perfecta para poder pegarla a mí. Luego cuando todo era oscuridad nuestras bocas reclamaban a gritos besos llenos de dulzura, unos besos llenos de algo que se salió de mis manos. Unos besos que iban más allá de un simple juego.
Editado: 06.09.2023