El Que No Quiso Luchar Fui Yo.

Capítulo 45

EL QUE NO QUISO LUCHAR FUI YO. 

Capítulo 45

Tuve que leerla varias veces porque las lágrimas no me dejaban ver nada. No imaginan el dolor tan grande que sentí al leer cada palabra, mi alma se desgarró y mi corazón se volvió trizas. Lloré amargamente mientras me deslicé por la puerta, mordí mi labio inferior con fuerza ahogando mis gritos y las lágrimas que me desgarraban las entrañas.

Descargué los puños con fuerza en el piso,  en ese momento todo era oscuridad y frío, un frío que me congelaba las entrañas. Estaba perdido y  no lograba ver la luz. Me dolía hasta respirar, ahora podía sentir lo que sintió ella el día que me fui sin despedirme.

 Quise salir corriendo a buscarla, pero  no pude, me quedé ahí  como si estuviera  pegado al piso. Nada me respondía, solo una tristeza y un dolor tan grande que me recorría el cuerpo, corría por mis venas como la sangre y me quemaba. Ese día se quedó grabado en mi memoria, será imposible de olvidar. 

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22/mayo/2010

Lloré, unas lágrimas que me quemaban, gruñí de impotencia tratando de sacar ese maldito dolor. Ojalá y olvidar una persona fuera tan fácil como quitarse una camisa. Pero no, ella tenía toda la razón, se quedó marcada en mi piel y en mi corazón para siempre. ¿Quién como ella? Incluso en ese momento ella estaba pensando en mí. Nunca podré encontrar a alguien que ocupe su lugar, ella era única. Ella tenía toda la razón, si la perdí fue porque EL QUE NO QUISO LUCHAR FUI YO. Eso era un adiós para siempre, lo presentía

Salí de la habitación, el dolor que sentía en ese momento era demasiado grande, lo peor era que no existía una medicina que pudiera aliviar tanto dolor. Solo el tiempo podría y tal vez ni así podría dejar de sentir. Inhalé y exhalé tratando de respirar con normalidad, a todo lugar que miraba me parecía verla. Cerré los ojos y la vi claramente. Aunque el sol brillaba en todo su esplendor, para mí todo era oscuridad, una niebla espesa que me cubría, me congelaba la sangre. 

—¡Aaaah! 

Un gritó me quemó la garganta, me había caído muchas veces en la vida, pero esa vez no sabía cómo levantarme. Escuché unos pasos, levanté la mirada, era Natalia. Alcanzan a imaginar mi expresión para que ella me mirara con tristeza, me abrazó, en ese momento lo necesitaba más que nunca. 

—¿Dejarás las cosas así? —preguntó. 

No pude hablar, solo la miré fijamente y dejé que mis lágrimas siguieran su camino. Para ella era desconcertante verme así, ya que nunca antes había llorado delante de ella. 

—Las cosas pueden cambiar —respiró  profundo—, ella estaba peor que tú cuando se fue. Esteban, tú tienes la solución en tus manos y lo sabes. Si la pierdes es por idiota.   

El dolor era más intenso, una patada en las pelotas no era nada comparado con lo que yo sentía. 

—¿A qué horas se fue? —pregunté casi sin aliento. 

—Apenas amaneció, estaba muy triste, aunque hacía un gran esfuerzo por no demostrarlo. 

Me pasé la mano por el pelo e hice varias respiraciones profundas tratando de despejar mi mente. 

—¿Qué piensas hacer? —interrogó con curiosidad. 

—Nada. 

Abrió sus ojos, resopló y me miró. 

—¿En serio? 

—No puedo. 

—Eres un cobarde y si la pierdes es por pendejo, idiota y estúpido. La pierdes porque quieres, me duele verte sufrir, pero tú mismo lo ocasionas por tonto. 

Sus palabras eran crueles, pero reales. Ella siempre me decía las cosas como eran, sin maquillar nada. Eso era una verdadera amistad, que fuera capaz de decirte a la cara lo que nadie más puede, eso que uno no quiere escuchar. 

»En tus manos tienes la oportunidad y la dejarás ir, no puedo creerlo. Te faltan huevos para luchar por ella, creo que Sandra tiene demasiados ovarios ya que ella sí estaba dispuesta a todo por ti.   

Frunció el ceño. 

:—No entiendo tu forma de amarla. ¡Eres tan estúpido!  

—¡Aaay! —grité— No entiendes, tengo miedo. ¡Maldición! ¿Nunca has sentido miedo en la vida? Pues yo sí, eso no me deja vivir, ¡sí, soy un maldito cobarde, un hijo de puta que no la merece!

Aleteó las pestañas y me miró, me doblé sobre mí mismo apoyando las manos en las rodillas e intenté respirar. Me sentía frustrado, era un completo desastre. 

—Perdón por hablarte así —me incorporé—. Tienes toda la razón, soy todo eso y más. Por lo mismo la dejaré ir, yo no la merezco, no merezco su amor. Un cobarde no merece una princesa. 

Me rodeó con los brazos con fuerza, lloré como cuando era un niño y tenía miedo. 

—Será lo mejor entonces, si tú no logras vencer tus miedos nadie lo hará por ti. Lo mejor es que sigan por caminos separados para que no se sigan lastimando más. 

Ella tenía toda la razón, era mejor cortar de una vez con eso y no lastimarnos más. Me desahogué, le dije todo lo que sentía y ella como mi mejor amiga se quedó ahí escuchando con mucha atención. 

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                 Narra Sandra

Sin duda alguna fue la mejor noche de mi vida, no me iba a arrepentir nunca. A pesar de todo estaba feliz, nuestro amor se consumó, estuve en el paraíso, pero era hora de regresar a la realidad.

Me quedé dormida en sus brazos, pero mi corazón ya estaba vuelto añicos. A pesar de ser un amor  prohibido, pude realizar algunos de mis sueños. Probar sus labios, estar en sus brazos, pasar una noche juntos. Eran las cuatro de la mañana cuando abrí mis ojos, yo tenía una decisión tomada antes que pasara lo que pasó.

Acaricié su rostro y que guapo estaba así dormido, despierto, con ropa, desnudo de todas las maneras, el tiempo se congeló y dolía, solo me quedaban unas horas. Aunque lo tenía delante de mí, podía aprovecharlo, así que  lo besé. Sonrió sin abrir los ojos, le acaricié el pelo, aún dormido correspondía a mi beso, «nuestro último beso».

Me levanté sin emitir ningún ruido, me organicé, busqué un papel, lápiz y empecé a escribirle una carta. Demoré más de una hora en escribirla porque las lágrimas no me dejaban ver nada. De algo estaba  segura, si él no cambiaba de opinión había llegado  la hora de soltar definitivamente. ¿Para qué forzar el destino? 




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