El Que No Quiso Luchar Fui Yo.

Epilogo

El QUE NO QUISO LUCHAR FUI YO 

EPÍLOGO...

Hace tiempo tenía claro que la había perdido, pero la noticia de su boda me tomó por sorpresa, me dejó en shock… Llegaron a mí tantos recuerdos y por un momento imaginé cómo hubiera sido mi vida con ella si hubiese enfrentado mi maldito miedo y luchado por defender ese sentimiento. Pero el «hubiera» no existe. 

No podía cambiar las decisiones que tomé en el pasado, solo me quedaba aceptar las consecuencias de mi decisión, ya que fui yo quien no quiso luchar por defender ese amor. No saben como me arrepentía de haberla perdido. 

Solo me quedaba ver como otro hombre logró lo que yo por cobarde no pude. Esperaba que lograra hacerla inmensamente feliz como ella lo merecía, me conformaba con eso. 

Esa noche lloré de tristeza y enojo conmigo mismo. Pensé que era un tema superado, pero no. Su recuerdo llegó a mí, cada momento que compartimos juntos, sentí una agonía constante que no se me quitaba. Solo las lágrimas amargas podían aliviar eso que sentía.

Pensé en no ir a su boda, no sabía si iba a poder con eso, ¿qué  tan fuerte sería verla vestida de novia? Natalia me insistía que la acompañara, yo sabía que ella quería castigarme porque si la perdí fue por mi culpa, por cobarde. Que mejor castigo que verla unir su vida al lado de otro, que sí pudo enfrentarlo todo por ella. 

Tal vez lo merecía. Era  masoquista, iba a ir a su boda para castigarme y convencerme que yo la perdí. Que yo hubiese podido estar en ese lugar, que fui un cobarde incapaz de defender su amor. Tenía que mirarla vestida de novia para castigarme por idiota. Ese era mi castigo y lo merecía.

Le dije a Natalia que viajaría el mismo día de la boda, llegaría justo a tiempo. Esos días me preparé mentalmente para poder presenciarlo. Peiné mi cabello con los dedos y lo dejé desorganizado, elegí una camisa azul oscura, un abrigo negro y un pantalón del mismo color. Inhalé y exhalé muchísimas veces, la ansiedad se expandía por mi pecho, me recorría cada parte de mi piel y una fea sensación que no se quitaba con nada. 

Cuando llegué al pueblo, en el parque estaba casi toda la familia. Los saludé,  los padres de Sandra estaban felices, yo trataba de dibujar en mi rostro la sonrisa más falsa de todas. Saludé a mis tíos y a Natalia que lucía hermosa. Traía un vestido verde esmeralda ajustado a su cuerpo, tacones negros, al fin dejó de ser chaparra. Traía el cabello recogido solo de un lado, estaba acorde a la ocasión, feliz de ser la madrina. 

Me quedé platicando con ellos hasta que llegó la hora de entrar a la iglesia. El novio ya estaba esperando con su traje impecable negro, estaba nervioso y feliz, se reflejaba en sus ojos. Cerré los ojos y respiré profundo, por un momento me imaginé en ese lugar. La tristeza empezó a correr por mis venas, mi tío Hugo y Carmen estaban sentados junto a mí, tenía que fingir muy bien. 

Miré el reloj y a las 4:00 pm la marcha nupcial empezó a sonar, sentí escalofríos en todo mi cuerpo, giré la cabeza y la vi. Todo para mí se detuvo en ese momento, escuchaba como retumbaban los latidos de mi corazón en mi cabeza y los murmullos de todos que decían «se ve hermosa». Tragué saliva para cortar el nudo que empezaba a formarse en mi pecho y mi garganta.

 La miré fijamente, era como si todo pasara en cámara lenta, escuchaba el sonido de sus tacones retumbar en las baldosas del piso. La miré de pies a cabeza tratando de sonreír, mientras por dentro me moría. Estaba  realmente hermosa,  parecía una princesa. Su vestido era blanco estilo princesa, una seductora princesa. Rozaba sus curvas, en vez de aferrarse a ellas para crear una silueta perfecta. Sus costuras seguían los contornos del cuerpo, la espalda la tenía descubierta, tenía  pequeños detalles en relieve de unas pequeñas flores con brillo, un brillo que resaltaba sus ojos miel y su hermosa sonrisa.

Tenía una pequeña corona de flores blancas y rizos en su cabello. El maquillaje no era nada empalagoso, era  suave, perfecto para su rostro. Se veía tan… perfecta, parecía una diosa con su vestido de novia. Tenía la mirada al frente, caminaba del brazo de mi tío con una sonrisa. Por un segundo su mirada se encontró con la mía, ella sólo siguió su camino con una sonrisa que parecía imborrable. 

Podía ver lo orgulloso que estaba el novio cuando recibió su mano, dejó un beso en ella y la miró con un amor que salía por sus ojos. Sonreí, esa vez de corazón porque mi niña encontró la felicidad, un guerrero que luchó por ella. Un hombre que le dio lo que yo no pude. Un hombre que sí merecía su amor. 

La ceremonia estuvo muy bonita, cuando el padre dijo «los declaro marido y mujer» mi alma se cristalizó. Cerré los ojos y pensé «que seas muy feliz mi amor, ya que yo no pude hacerlo». Empezaron a aplaudir, comprendí que la había perdido para siempre. Fui testigo de lo que yo perdí por no poder dominar el miedo. Por imbécil, por estúpido, por pendejo.  Por todas esas cosas que ustedes me dicen en los comentarios. Sí, tienen razón. 

Todos se acercaban a felicitar a la feliz pareja, yo seguía mirándola. Me quedé en blanco, parecía pegado del piso, hasta que mi tía Carmen me tomó del brazo y me dijo, vamos a felicitar a los novios. Dibujé otra vez la estúpida sonrisa más falsa y me acerqué. La miré a los ojos, ella solo evadía mi mirada, la rodeé con los brazos unos segundos y solo le dije:

—¡Felicitaciones prima! 

Dejé un pequeño beso en su mejilla que me quemó la piel, susurró sin mirarme. 

—Gracias primo. 

Sonreí, estreché la mano del novio, él respondió muy amable. 

—¡Felicitaciones Javier! 

Él la miró y ella con una risilla nerviosa dice señalándonos a ambos con la mano. 

—Amor, este es Esteban. Esteban, mi esposo. 

Esa palabra se clavó en mi corazón como un puñal. 

—Es un gusto conocerte Esteban. 

—Igualmente —volví a sonreír como si nada pasara—, les deseo lo mejor del mundo, que sean muy felices. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.