EL QUE NO QUISO LUCHAR FUI YO.
Capítulo 33
Yo levantaba su cabeza mientras Natalia empezó a pasarle el algodón con alcohol por la nariz, ya que Carola no dejaba de temblar, estaba muy asustada. Me alejé un poco para darles espacio, no entendía por qué se puso así, solo esperaba que estuviera bien. Carola se sentó en el borde de la cama y Natalia seguía pasando el alcohol por su nariz. Sandra empezó a mover su cabeza, sentí que el alma me regresaba al cuerpo. Poco a poco abrió sus ojos, parpadeó varias veces, levantó sus manos y se frotó la cara.
—¿Sandra, estás bien? —preguntó Natalia confundida.
—¿Sandra cómo te sientes? —inquirió Carola.
Ella seguía sosteniendo su cabeza, imaginaba que le dolía, me miró por unos segundos y luego levantó la mirada al techo.
—Estoy bien —musitó.
—¿Segura? —volvió a preguntar Natalia.
—Sí —murmuró.
—Me imagino que fue porque no almorzaste —la regañó Carola.
—¿Por qué no almorzaste? —cuestionó Natalia.
—No tenía hambre, además sufro de amigdalitis y esta mañana me levanté con dolor en la garganta y no me pasó nada, solo liquido, me imagino que fue por eso —respondió.
—¿Pero ya te sientes mejor? —inquirí.
Pregunté con miedo que no me respondiera, no me miró, solo susurró.
—Sí, solo me duele la cabeza —se acomodo dándonos la espalda—, solo necesito descansar.
—Que te mejores, nos vemos más tarde, Carola cualquier cosa me avisas.
Habló Natalia.
—Está bien, yo te aviso —respondió Carola.
No quise decir nada más, estaba seguro que mi presencia le molestaba. Salimos de la casa, tenía la cabeza en otro lado cuando sentí un empujón.
—¡Esteban! Hace rato te estoy hablando.
—¿Tú lo tenías todo planeado verdad? Por eso ayer cuando te hablé estabas tan maliciosa —La miré.
—¿Qué querías? Que te dijera que ella estaba aquí, para que decidieras no venir —lo dijo con sarcasmo.
—Hubiese sido lo mejor —Murmuré—, no ves como se puso.
Soltó una risita.
—No seas tan convencido, escuchaste lo que dijo Carola, fue porque no almorzó.
Llegamos a la casa, entré a la habitación donde me quedaba cuando venía.
—Sandra debe odiarme, lo mejor será irme —suspiré.
—¡Qué! —se cruzó de brazos y frunció el ceño— ¿Saldrás huyendo?
—Es lo mejor —Alegué.
Respiró profundo y puso los ojos en blanco.
—0k. Vete y sal huyendo como un maldito cobarde como siempre lo haces —me miró—. Se supone que Sandra es tema superado y que ya la olvidaste, ¿no? Según tú hace mucho la olvidaste, entonces no entiendo porqué no puedes verla como me ves a mí o a Carola, como lo que es, tu prima.
Me quedé en silencio, Natalia seguía mirándome, ni yo sabía lo que sentía, se supone que Sandra era un tema del pasado, pero jamás imaginé volverla a ver, menos así tan de repente. Sin siquiera esperarlo.
—Si te vas, ¿qué le dirás a mis padres? Se supone que te quedas esta semana, ¿Qué disculpa sacarás? —levantó una ceja— Ya sé, le dirás me voy porque vi a Sandra.
Soltó una carcajada, tomé una almohada y se la tiré pegándole en el rostro.
—Eres insoportable, ¿lo sabías? —fruncí el ceño.
Me devolvió el almohadazo.
—Lo sé —Soltó una carcajada.
—Tienes razón, Sandra es un tema del pasado, me quedo. No tengo porqué huir de mi prima.
Un grito me aturdió, se acercó y me abrazó, empezó a hacerme cosquillas, sonreí, pero por dentro tenía una ansiedad que me daba miedo. Yo había sentido eso antes, era una presión que te cortaba el aire. Terminamos jugando con las almohadas.
Luego cambiamos de tema, ella empezó a contarme de sus amoríos. Aunque no quería pensar en nada, su rostro llegaba a mi mente en una imagen tan clara, era como si la tuviera enfrente. Seguía tan… hermosa.
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Narra Sandra.
Empecé a abrir los ojos, todo estaba muy oscuro, parpadeé varias veces y poco a poco regresó la luz. Sentí un fuerte dolor de cabeza, me llevé las manos al rostro y miré a mi alrededor. Lo primero que vi fue a él, o sea que no era un sueño, él estaba ahí. Levanté la mirada, repetía en mi cabeza;
«esto no es real, no lo es, solo fue el golpe que me afectó demasiado »
Me sentía tan ridícula, tan estúpida, tan idiota, cómo fui a desmayarme. Aunque dije que fue por no almorzar y porque me dolía la garganta, la realidad era otra. No pude soportar la impresión de verlo otra vez. Y jamás imaginé que me pasara algo así, me giré porque no quería verlo, era demasiado para un solo día. Tal vez fui grosera, pero eran suficientes impresiones para un día.
—¿Qué rayos fue eso? —indagó Carola— ¿De verdad tienes amigdalitis? ¿Quieres que baje a la tienda por una pastilla?
—No quise almorzar por eso —me senté en la cama—. Solo quiero un vaso de agua.
Se levantó y fue a la cocina a buscar lo que le pedí.
¿Cómo podía estar tan guapo?
¿De verdad ya lo había olvidado?
¿Por qué reaccioné de esa manera?
Él era parte del pasado, tenía que serlo, yo lo había arrancado de mi corazón, ya lo había superado. Carola me entregó el agua, le di cuatro sorbos grandes, sentía que me refrescaba la garganta y hasta el alma. Quería salir corriendo, pero no podía hacer eso, Esteban solo era uno más, mi primo como los demás. Solo era eso, alguien sin importancia.
—Que susto nos metiste, caíste como un pollo —soltó una carcajada—. ¡Me muero!
Rodé los ojos.
»¡No te enojes! Hablando en serio, ¿qué sentiste?
—Un dolor terrible, casi me parto la cabeza. Me duele todo el cuerpo, el piso está demasiado duro.
Frunció el ceño.
—No te hagas la loca, tú sabes de que te hablo —Se cruzó de brazos.
Me levanté, un pequeño quejido se escapó de mis labios. Me dolía toda la espalda el cuello y la cabeza, me paré bajo el marco de la puerta mirando hacia el patio. Ni yo tenía esa respuesta, tenía como una mezcla de sentimientos, era como si me hubiesen metido dentro de una licuadora, sentía todo revuelto, una revolución dentro de mí.
Editado: 06.09.2023