EL QUE NO QUISO LUCHAR FUI YO
Capítulo 36
Quería detener el tiempo, tenerla así para siempre, su respiración y la mía unidas en una sola. Se alejó bruscamente y con la voz temblorosa susurró.
—¡No vuelvas a tocarme! —frunció el ceño.
Sentí un nudo en la garganta, me miró fijamente, había tanto dolor en sus ojos, tristeza. Retrocedió lentamente, todo estaba demasiado oscuro.
—¡Perdóname! —murmuré en un pequeño hilo de voz.
Sus lágrimas se hicieron presentes, las palabras no le salían, sus manos estaban temblando. Traté de acercarme y ella retrocedía, me dolía verla así, el corazón se me aceleró.
—¡Aaay! —gritó—, no te acerques. Que no quiero ¿Es qué no entiendes?...
Su voz se cortó, una tras otra salían sus lágrimas. Me acerqué lentamente y la tomé de la cintura, la acerqué hacia mí. Primero se resistió, empuñó las manos y las descargó en mi pecho. Le sujeté la cara entre las manos y vi sus hermosos ojos oscuros por las lágrimas, pasé saliva para cortar el nudo que tenía en la garganta.
—¿Quieres que hablemos?—susurré apenas moviendo los labios.
Trató de alejarse, pero la sostenía con fuerza, sin lastimarla. Podía sentir el latir de su corazón.
—¡No quiero! —murmuró.
Su nariz estaba roja, tenía los labios fruncidos y las lágrimas seguían su recorrido, le costaba trabajo respirar. La estreché entre mis brazos con fuerza y hundí mi nariz en su cabello. Empecé acunarla, atrás y adelante mientras ella lloraba. Su corazón y el mío ahora eran uno solo, latian igual de rápido, tardó solo segundos en rodearme y abrazarme con la misma intensidad que lo hice yo. Deslicé mi nariz por su cabello.
—¡Shhh! No llores hermosa.
Ella… solo ella me hacía sentir vivo, solo ella desestabiliza cada parte de mí. Dejé un beso en su pelo, poco a poco su respiración se normalizó. Sentía calma, pero cuando se alejó bruscamente el corazón me dio un brinco y no me salía la voz, limpió sus lágrimas y me miró.
—¡No te acerques!
—¡Perdón, perdóname! —mascullé entre dientes, para no llorar.
—¡Cállate! —gritó.
Frotó su cabello con exasperación, se dobló sobre sí misma apoyando sus manos en las rodillas e inhaló fuertemente. Se incorporó.
—Solo aléjate de mí.
—Ok —pasé saliva—, déjame acompañarte.
Giró su cabeza mirando a todos lados, estaba muy oscuro y aunque la casa estaba cerca sabía que tenía miedo, respiró profundo y me miró.
—No necesito tu compañía.
Empezó a caminar.
—Ok.
Giré sobre mi eje dispuesto a entrar a la casa, cuando escuché un gruñido;
—¡Agh, Esteban!
Sonreí, sabía que su miedo era más grande que cualquier cosa. Giré y la miré, estaba cruzada de brazos tenía el ceño fruncido.
—¿Te piensas largar y dejarme sola? Que poco caballero eres. ¿En serio no piensas acompañarme? ¿Quieres que me salga una cosa bien fea y me robe?
Amaba los gestos de su rostro cuando estaba molesta, sonreí y ella solo gruñó.
—Yo te acompaño con mucho gusto.
—Pero no te acerques.
Caminé y ella a mi lado en total silencio. El viento soplaba y justo un pájaro empezó a hacer sonidos extraños, solo sentí cuando se pegó a mí. Su brazo rodeó el mío, ese roce electrizaba cada parte de mi piel, sonreí… Caminamos en silencio, llegamos al patio de la casa, solo estábamos bajo el pequeño reflejo de las estrellas y la luz de la casa de Natalia, se quedó mirándome fijamente.
—Sana y salva en casa. Que descanses.
Giró sobre su eje, entró al corredor. Respiré profundo y solté:
—¡Hace mucho que terminé con ella!
Se giró, ladeó su cabeza para mirarme, parecía confundida.
—Al mes de haber regresado terminé con Mariana, las cosas no funcionaron, nada podía ser como antes.
Una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios, aunque ella trató de ocultarla. Entró a la casa y cerró la puerta. Regresé a la casa, estaban todos charlando, yo entré directo a mi habitación, solo quería descansar. Me sentía perdido otra vez, esa maldita sensación en el pecho que no se quitaba.
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Narra Sandra.
Sabía que estar solos no era una buena idea, no entendía cómo me dejé convencer para ver esa película, cuando me daban pánico. Sentía su mirada sobre mí, lograba ponerme nerviosa, solo él tenía ese poder. Luego empezamos a jugar y cuando Natalia me puso la penitencia reaccioné de la peor manera, eso fue demasiado para mí. Se suponía que todo había quedado atrás, que no debía abrir la herida. Salí de la habitación y Natalia tras de mí. No podía entender qué me pasaba, solo eran esos recuerdos que dolían, me quemaban las entrañas.
—¡Perdóname, no quise incomodarte! Solo es un juego.
—¿Un juego? —la miré con un nudo en la garganta— Tú no entiendes nada.
—Créeme que yo sé más de lo que tú te imaginas —me miró fijamente—, no precisamente por lo que tú me contaste.
Ladeé mi cabeza tratando de entender.
—Entre ustedes hay algo pendiente y lo sabes. Perdóname no quise hacerte sentir mal.
Justo cuando quise responder Esteban habló, todo mi cuerpo se tensó, era como si todo se hubiera pausado a mi alrededor. Natalia se fue dejándonos solos, no aguanté y exploté de la peor manera, pero luego sentí como cuando aparecía el arcoíris después de la tormenta, cuando me rodeó con sus brazos. Solo él podía darme esa calma que necesitaba ese corazón atormentando, no imaginan cuánto deseé ese abrazo.
Traté de resistirme, pero fue más fuerte que yo, el corazón le ganó una vez más a la razón. Caminamos en silencio, tenerlo tan cerca hacía que mi corazón se acelerara como un caballo desbocado. Traté de respirar con normalidad para controlar lo que sentía.
Cuando me dijo que no tenía nada con ella, no pude evitarlo, una sonrisa se dibujó en mis labios, llegaron un montón de preguntas que no tenían respuestas, pero las necesitaba. No le dije nada, solo entré a la casa, cerré la puerta y recargué el peso de mi cuerpo en ella.
Editado: 06.09.2023