EL QUE NO QUISO LUCHAR FUI YO.
Capítulo 37
Me incorporé, ella aleteó sus largas pestañas. Seguimos caminando en silencio, le pasé el brazo por los hombros y la acerqué hacia mí. Se estremeció y eso me encantaba.
—¿Tienes frío? —inquirí.
—Digamos que sí.
—Pero si tú eres de clima frío.
Sonrió, se encogió de hombros, deslizó su mano por mi espalda aferrándose a mí, entonces fui yo me estremeció y ella sonrió. Increíble lo que puede hacer el roce de la persona que amas, solo una caricia o un gesto te puede desarmar.
Caminamos en silencio, creo que ambos lo disfrutábamos y estábamos evitando algo. Se soltó de mi agarre cuando llegamos a la tienda. Los chicos estaban sentados en una banca viendo bailar. Carola y Natalia nos miraron con malicia, ambos las ignoramos, pedimos algo de tomar. Natalia pidió una cerveza, eso no me extrañaba, le advertí que solo sería una ya que una vez empieza no se detiene. Los demás pedimos refrescos, Sandra una Pepsi y yo una Coca-Cola. Natalia salió a bailar con algunos conocidos, Carola y Sebastián se fueron a comprar mecato y como era costumbre nos dejaron solos.
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Narra Sandra.
Natalia y Carola siempre buscaban la manera de dejarnos solos, me negué a acompañarlos porque en el fondo quería estar cerca de él. Un solo roce de sus manos me paralizaba, me electrizaba. Cuando se quedó mirándome fijamente pensé que me besaría. Sus ojos me lo decían, moría por besarme al igual que yo, pero lo mejor era no abrir la herida, aunque nos doliera mucho, era mejor dejar todo atrás. Nos quedamos solos otra vez, sentía su mirada y sabía que él también tenía muchas preguntas al igual que yo, pero ambos lo estábamos evitando.
—Y bien, cuéntame qué fue de tu vida en este año —tomó un trago de su gaseosa.
—Nada, todo muy normal —Sonreí —, ya recordé, conseguí novio.
Se quedó mirándome, la gaseosa le pasó derecha, empezó a toser.
—¿Tienes novio? —inquirió.
El gesto de su cara se descompuso, sí, aún podía leer cada gesto, cada expresión, cada mirada.
Asentí. Quería ver su reacción, digamos que me quería vengar de él.
—Eso está muy bien —le dio otro sorbo a su Coca-Cola—, me alegro mucho por ti.
—¿De verdad te alegras? —interrogué.
Bajó la mirada y luego me miró.
—Si tú eres feliz, sí.
—Digamos que sí —desvié la mirada.
—¿Por qué dices eso? —me interrogó con curiosidad.
—Porque ya terminamos.
Una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios, trató de ocultarla con su refresco, pero sus ojos lo delataban.
—¿Por qué terminaron? —inquirió.
—Imagino que obtuvo lo que quiso y se fue —respondí.
¡Que calor! Creo que me puse roja, maldita manía de sonrojarme. Ladeó su cabeza para mirarme, parecía confundido.
—¡Hum! —se incorporó apoyándose sobre un codo—. ¿Qué quieres decir con eso?
Su mirada cambió, parecía sorprendido, no se me daban las mentiras, pero trataba de hacer mi mejor actuación.
—Tú sabes—musité—, él quería algo de mí, apenas lo obtuvo terminamos.
Se llevó las manos al cuello como si le picara.
—Quieres decir…
No lo dejé terminar, yo lo hice por él mirándolo a los ojos con gran seguridad.
—Me acosté con él —Me levanté—, iré por algo a la tienda, ¿quieres algo?
Negó, parecía que no lograba asimilar lo que le dije. Giré sobre mi eje y me fui con las chicas. Se quedó como en shock porque no se movía, una risa malvada se escapó de mis labios, se lo merecía.
Empezamos a mecatear como decimos aquí en Colombia; comer todo tipo de mecato, dulces, bombones, papitas, galletas, confites.
Natalia estaba muy entretenida con un chico, era el que le gustaba desde hace mucho. Carola estaba caldeando; mirando a todos los chicos guapos que entraban. Me senté junto a Sebastián y no tardaron en llegar los tipos a invitarme a bailar. Típico, no podían ver una mujer sola porque pensaban que necesitaba compañía. Como a los diez minutos Esteban se unió a nosotros, sonreía, pero solo de dientes hacia afuera. Lo conocía perfectamente, sabía que lo que dije lo dejó muy sorprendido.
¿Por qué le afectaba lo que le dije?
Al fin él fue quien me rechazó, o seguro se decepcionó porque creyó conocerme y eso lo dejó perplejo. Que sufra, lo merecía, sonreí malvadamente, no pude evitarlo. Empezamos a hacer bromas, a reír y poco a poco el ambiente mejoró, hasta él sonreía más, era el más payaso de todos. Es que él era tan… lindo, por eso lo amaba tanto.
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Narra Esteban
Me quedé en shock cuando me dijo que se acostó con su novio. Yo sabía que era algo normal, al fin eran novios, pero no pensé que ella lo hiciera en tan poco tiempo, se suponía que se moría de amor por mí.
¿Entonces dónde quedó ese amor?
¿Desapareció solo en semanas? Tenía que admitirlo, su confesión me tomó por sorpresa. Ella no era así, no entendía que pasó, a no ser que estuviera muy enamorada, pero ¿dónde quedó el amor que sentía por mí? No tenía ningún derecho de intervenir en su vida, al fin yo la había rechazado y si ella tomó esa decisión fue porque estaba segura de hacerlo. La conocía perfectamente y sabía que cuando tomaba una decisión lo hacía con determinación, solo esperaba que mi rechazo no la hubiera orillado a tomar esa decisión. Tenía tantas preguntas que necesitaban respuestas.
Me reuní con los demás tratando de no pensar en ese tema. A los hombres se le salían los ojos al ver a mi niña, se acercaban con la intención de invitarla a bailar, ella siempre se negó. Eso era lo que más me gustaba de ella, su seguridad, su integridad. Empezamos a hacer bromas, terminamos riendo a carcajadas, yo era el que más molestaba, todo por verla reír.
Le dije a Natalia que no tomara más pues ya tenía varias cervezas encima y eso no era nada bueno. Siempre había dicho que uno podía divertirse sanamente sin necesidad de licor. Regresamos a la banquita, empezamos a comer todo tipo de dulces, parecíamos niños. De verdad que nunca antes me sentí tan feliz, esos momentos son los que nos quedan guardados en la memoria para siempre, eran casi las 10:30 PM.
Editado: 06.09.2023