–Yo voy por los bocadillos y el café. Nos vemos en la oficina de Karen en media hora.
–Te acompaño –dice Javier y salimos de mi habitación.
La cafetería está completamente vacía. Solo está la chica que atiende los pedidos.
–Ocho bocadillos y 8 tazas de café para llevar, por favor.
Ella preparó las tazas de café con rapidez. Nos conoce bastante bien a pesar que solo hemos estado aquí dos días.
–Yo me encargo del café –dice mi compañero tomando la bolsa con el líquido oscuro–. Voy en busca de las chicas. Nos vemos.
Besa mi mejilla y salió del comedor con paso firme. Al recoger los bocadillos, me giro y choco con un pecho duro.
–Cuidado por donde vas, Allison,
–Hola, Thiago. –Cuando fui a bordearlo, me agarra por el brazo–. ¿Qué estás haciendo? Suéltame.
–¿Cuántas veces? –pregunta.
–¿Perdona?
–¿Cuántas veces estuviste con Christopher para que dejara a Alice y la abandonara en nuestro colegio? –Me zafo de su agarre con fuerza y dejo la bolsa con los bocadillos en la mesa-barra. La chica salió de allí por una puerta al fondo.
–¿Cuál es tu problema, Thiago? ¿Qué quieres ahora? –pregunto y él solo se encoge de hombros.
–Solo quiero saber.
–Ese no es problema tuyo. –Enarca una ceja y yo frunzo el ceño.
–No me lo puedo creer –dice finalmente y comienza a sonreír–. Ese chico aún no te ha tocado. –Aprieto el puente de mi nariz asqueada de todo esto. Thiago me estaba cabreando a lo grande–. Está perdiendo el estilo. Pobre niña tonta. La vida de Christopher Gray era más interesante en este colegio.
La rabia comienza a hervir en mí. El aire atravesó las ventanas con fuerza volcando algunas sillas y mesas a su paso. La vidriera detrás de la mesa-barra tembló y el café en la cafetera se mueve con violencia.
«Cálmate, Allison», pienso cerrando las manos en puños.
Su sonrisa socarrona me está quitando el último pedazo de paciencia que tengo. Mi cuota por hoy está casi cubierta.
–Lo que hizo Christopher en su vida pasada, no me interesa. Entiéndelo de una vez –digo esta última frase con los dientes apretados–. No sé lo que quieres, no sé lo que pretendes, pero te advierto una cosa –Me acerco a él y empujo su pecho con el dedo índice–: No me tientes, Thiago. Puedes pasarlo muy mal. –La puerta se abre a mis espaldas golpeándose con fuerza contra la pared. Al aire en la estancia se vuelve cada vez más violento–. Tengo un carácter del demonio cuando tocan lo que es mío y me estás haciendo enojar como no te imaginas. Déjanos a mí y a Chris es paz.
–¡Allison! –grita Javier y siento su apretón en mi hombro. Es hora de parar, así que comienzo a calmarme–. ¿Estás bien? –pregunta él con voz agitada. El aire cesó y todo se calmó.
–Nada que no pueda resolver –contesto con los dientes apretados mirando a Thiago fijamente y tomo la bolsa con los bocadillos–. Nos vemos… Thiago. –Su sonrisa socarrona no deja sus labios.
–Nos vemos… Allison.
Salgo del comedor pisando fuerte y con ganas de romper lo primero que tenga frente a mí.
–¿Qué pasó? –pregunta Javier deteniéndome a mitad del pasillo y algo toca mi pierna. Miro hacia abajo y choco con un par de ojos negros saltones bañados en lágrimas. Suspiré al ver la ternura del mapache de Javier, así que le entrego la bolsa a su dueño y abrazo al mapache–. Ginger estaba aterrorizada y Tony muy alterado
–¿Qué le pasó a las ardillas? –pregunto alarmada.
Corro en dirección a mi habitación con Meeko en mis brazos. Atravieso la puerta, Meeko se sale de mi agarre, y ambas ardillas se lanzan hacia mí. Desesperada, las atraigo a mi pecho. El de ellas sube y bajaba velozmente–. ¿Están bien? Javier me dijo que algo les pasó.
–Sintieron tu miedo –explica Brenda–. ¿Qué ocurrió? El aire que atravesó el balcón casi rompe el espejo del tocador.
–Javier estaba aquí y salió corriendo a buscarte –añade Lilith preocupada–. ¿Qué pasó?
–Lo siento mucho, Gin, Tony. No sabía que mi carácter podía afectarlos de esa manera –digo hacia ellas. «Necesito tener más cuidado de ahora en adelante», pienso avergonzada de mi reacción y por no pensar en ellos.
–Este desastre solo tiene un nombre: Thiago –contesta Javier malhumorado.
–No hables más –interviene Talia–. Ese chico parece ser muy problemático.
–¿Parece? Desde que Allison puso un pie en el colegio no la deja en paz – me defiende Javier.
–Él no me gusta –habla Lilith mientras acaricia a Balton en su regazo intentando tranquilizarlo. El pobre tiembla de miedo.
–A nadie le gusta –digo apretando los dientes. Las ardillas se abrazaron a mí más fuerte–. Lo siento, chicos. ¿Están mejor?
–No lo hagas más, por favor –ruega Tony con voz quebrada–. Casi me vuelvo loco.
–El vínculo entre ustedes es mayor que el resto de los Varázs con sus dueños –comenta Talia.
–Chicos, díganme que todo está bien. Po no ha parado de llorar –habla Tommy desde la puerta.
–¿Qué le pasó al pequeño Po? –pregunta Lilith preocupada.
–Los animales en nuestras habitaciones se volvieron locos. Po no paraba de llorar y el halcón de Lester aleteaba en su lugar intranquilo. Cuando vi el aire que entraba por las ventanas, supe que eras tú –explica Tommy y trago en seco.
–Lo siento mucho –digo en susurros.
–Si ya todo está bien, debemos irnos. Austin nos espera –añade él y sus ojos azules me miran con cariño.
–No le hagamos esperar –dice Brenda y arruga la nariz–. El café ya debe haberse enfriado.
–¿Para qué tenemos a Cameron y a Talia? –propone Javier con sorna–. Perfectos para calentar el café
–León, yo no soy ningún calentador o termo –respondió Talia–. Solo lo haré por hoy.
Al rato nos encontramos con Austin, el profesor Carlton, y la directora Smith en el nivel más bajo del colegio Mary Weathers. Para ser un sótano, me esperaba paredes lúgubres, antorchas clavadas en la pared, rejas de hierro, suelo de concreto gris, y una que otra rata corriendo por el borde. No me estaba imaginando un sótano, sino unas mazmorras oscuras. Demasiada imaginación de mi parte. Es culpa de los libros.
Editado: 18.07.2022