Allison…
En contra de las protestas de la enfermera, salí de allí al día siguiente al ataque. Ginger me recibió con mucha emoción pero sin poder levantarse de la cama. Aún seguía media quemada por el ataque del día anterior. Después de curarme a mí, y que ella estuviera como nueva, mis amigos hicieron fiesta.
–¿Aún con dolor de cabeza? –preguntó Brenda al ver que tomo las píldoras recetadas para el dolor de cabeza.
–Creo que es por el café –opina Lilith.
–¿Tú crees? –pregunto mirando mi café con dolor.
–Mañana cambia el pedido –aconseja Talia–. Es posible que mejores.
–¿No se supone que ustedes… no se enferman? –susurra Brenda.
–Buenos días. –Unos brazos me atraen a un cuerpo cálido–. ¿Te sientes mejor de la espalda? –Asiento y besa mi cabeza–. ¿Nos vemos luego? Tengo entrenamiento y la mañana ajustada.
–Claro –contesto y sonrío, pero la punzada en mi sien hace que mi rostro se contraiga en una mueca de dolor.
–¿Aún con los dolores de cabeza? –pregunta mi chico preocupado.
–Ya se me pasará –digo con un hilo de voz.
–Ten mucho cuidado y recuerda que no puedes hacer ningún esfuerzo físico.
–¡Qué sí, papá! –añado divertida y él me da un último abrazo antes de besar mi sien e irse.
–Yo creo que debes tomarte el día, Allie –insiste Lilith.
–No te ves muy bien. Deberías ir a descansar –añade Brenda colocando su mano encima de la mía–. Nosotros te justificamos en clase.
–Gracias, chicas.
Me retiro del comedor y camino a la puerta principal. Me deleito en el calor del sol cuando salgo al patio principal y mis ojos se posan en las estatuas destruidas. La excusa del colegio fue la renovación de las mismas y quitaron la del ave fénix para no levantar sospechas. Necesito pasar el tiempo en un lugar donde sienta paz.
Camino con lentitud por el largo pasillo de cristales a ambos lados. El agua cae por el borde y la tranquilidad que ese lugar me trae, me recuerda a casa. La sonrisa de Ellie, la jovialidad de mi padre, y las manos suaves de mamá. En resumen: mi hogar.
Atravieso la puerta del invernadero y el palpitar de la vida en su interior me golpea como viento recio. El sol atraviesa las hojas de los árboles y plantas por el cristal que rodea el invernadero .
Me siento al borde del Fusion Giant y tomo un poco de tierra entre mis manos. Rodeada de tanta vegetación y vida, me siento feliz. Cierro los ojos disfrutando la soledad dando un largo suspiro de satisfacción haciendo que sonría involuntariamente.
–Daría un millón de euros para que una sonrisa como esa fuera al pensar en mí –dijo una voz entrometida y mi sonrisa se esfumó.
–¿Dónde me pusiste el rastreador… Thiago? –Enarco una ceja y él deja escapar una sonora carcajada.
–No es mi culpa que tengas algo especial que me atrae.
–Ah, no. –Me levanto de suelo, sacudo mis manos y la falda–. Esa línea está un poco obsoleta, ¿no crees? –Una sonrisa laida hace aparición en su rostro.
–Al menos comprobé que los comentarios de pasillo sobre ti son verdaderos.
–¿Ah, sí? –Cruzo mis brazos en el pecho–. ¿Qué se dice por ahí?
–Chica fuerte, engreída, inteligente –Con cada palabra se acerca a mí–, y muy… –Intenta tocar mi mejilla pero alejo como si su tacto quemara, haciendo que la sonrisa en su rostro se amplíe–, exquisita.
–¿Qué quieres, Thiago? –Doy dos pasos hacia atrás–. Desde que llegué a este lugar, no dejas de fastidiarme o buscarle las cosquillas a Christopher. –De forma veloz me atrae hacia él por la cintura y le empujo fuertemente hacia atrás–. ¡No te pases, Thiago! No te he dado la confianza para que hagas ese tipo de cosas.
–¿Es en serio, Allison? Christopher también lo hace.
–¡Mentiroso! –Las hojas se movieron con brusquedad en el interior del invernadero por el viento que atravesó el techo.
–No seas ciega, muchacha.
–Chris nunca haría eso.
–Allison, querida –Sonríe con sorna–, si tú no le das lo que quiere, pues irá a otro lado con personas más experimentadas. –Mi mano impacta con fuerza en su mejilla girándole el rostro.
–Jamás en tu vida te refieras a él de esa manera. –Toca el lugar donde mi mano le impactó y sonríe con cinismo–. No soy una idiota que se deja manejar tan fácil, Thiago.
–Tú reacción me demuestra lo contrario. –Rechino mis dientes aguantado las ganas de asarlo vivo como pavo por el día de Acción de Gracias–. Eres una simple niña, Allison McKenzie, y Christopher se está dando cuenta de eso. ¿Por qué crees que siempre está tan ocupado? –Cierro las manos en puños y él notó ese pequeño gesto–. Yo estoy en último año como él, y mírame aquí. –Se encogió de hombros.
–Puedes decir lo que quieras, Thiago. Es tu palabra contra la suya. Y siempre, escúchame bien, siempre le apoyaré a él.
–Eres más tonta de lo que pensé. –Negó con la cabeza y comenzó a caminar hacia la puerta con las manos en los bolsillos.
–¿Por qué le odias tanto? –Detuvo sus pasos al escuchar mi pregunta–. ¿Por qué le tienes tanto rencor a Chris? –Me mira por encima del hombro y sigue su camino–. ¡Qué chico más raro! –La punzada en mi sien aumentó–. Rayos. Yo que me estaba sintiendo bien. –Tomo el colgante con mis manos y cierro los ojos. Su magia camina por mi cuerpo y el dolor de cabeza va remitiendo–. Gracias, Raquel –murmuro y salgo del invernadero.
En la tarde, bajo al laboratorio del profesor Isaac. Quería saber si había hecho avances con el último de los mutantes.
–Hola –digo al atravesar la puerta.
Encima de la mesa metálica está el mismo cadáver que vi hace unos días cuando bajé por primera vez. Isaac tiene unas gafas transparente salpicadas con algo rojo y su bata blanca cubierta de una sustancia verde. Asqueroso.
–¿Qué haces por aquí? –Cierro la puerta y me recuesto a la pared.
–¿Cómo un profesor de Historia terminó siendo un técnico de laboratorio? – pregunto con curiosidad. Él sonrió de soslayo y se quita los guantes de látex lanzándolos a un balde.
Editado: 18.07.2022