Christopher está de la mano con Emma Norrington. Ella con un hermoso vestido de novia y él en un traje blanco. Chris la mira con los mismos ojos de enamorado que me miraba a mí.
Están bajo una carpa en el patio trasero de la mansión Gray. Todos mis amigos se encuentran a su alrededor y los felicitan por la hermosa boda. Mi corazón se comprime al mismo tiempo que mi pecho y siento que me falta el aire ¿Mis amigos también me traicionaron?
—No —digo con voz quebrada mientras las lágrimas amenazan con salir, pero es como si nadie me escuchara—. No, no, no. No lo hagas, Chris, por favor.
Un nudo se forma en mi garganta y cubro mi boca para acallar los sollozos que pugnan por salir.
—Allison, es una ilusión. Es tu mente trabajando contigo —habla una voz a lo lejos. Quiero creer lo que dice, pero la imagen frente a mí es tan real que duele.
Chris atrae a Emma por la cintura y coloca un mechón de su cabello rubio detrás de la oreja. Acaricia el cuello de ella con suavidad y ambos sonríen. La besa con tanta pasión y deseo que siento como mi alma se hace jirones. Intento caminar, pero mis pies siguen anclados a tierra.
La pareja recién casada se separa finalmente y los hoyuelos que tanto amo de él, aparecen en su rostro. Esa era su forma silenciosa de decirme que estaba feliz a mi lado.
—¡Te amo, Emma! —exclama él con fuerza hacia el cielo.
Todos gritan con algarabía y ella sonríe enamorada. Esa pintura tan feliz estaba quebrándome por dentro y comienza a asfixiarme.
—Es una ilusión, Allison. ¡Concéntrate! —habla esa voz nuevamente—. Toma el poder de tu mente. Lo que ves no es real.
Parpadeo varias veces y todo frente a mi comienza a desvanecerse. Sacudo mi cabeza eliminando esas imágenes tan horribles y me enfoco en Kane. Su cara se contrae de dolor por el esfuerzo físico que está haciendo.
Estoy colgando del risco y lo único que me mantiene con vida antes de ser horneada como pavo para Acción de Gracias es la mano del teniente sujetándome con fuerza por el brazo para que no caiga al río de lava.
Con mi mano libre, agarro su brazo, y este me impulsa con fuerza hasta caer en tierra firme. El teniente cae sentado en el duro suelo y agita su brazo varias veces.
—Para ser pequeña, pesas bastante.
—Muchas gracias por salvarme —agradezco mientras masajeo mi pecho con lentitud.
—Para eso están los amigos, ¿no? —Al levantarme, extiendo mi mano hacia él.
—Vamos. Falta la última prueba del día. —Asiente y se levanta de un salto para entrar a la última cueva.
—¿Qué viste? —Miro hacia abajo avergonzada por la pregunta.
—Chris se estaba casando con Emma.
—Por tu cara, yo creí que era una bandada de ocas y patos que iban hacia ti —añade con burla y le empujo por el hombro.
—Eres insoportable, ¿sabes?
—Tú también y no te lo digo. —Un grito de terror nos alerta—. Viene desde el final del túnel.
Otro grito atraviesa la gruta, pero era diferente al anterior. Corrimos todo el trayecto hasta llegar a una entrada. Pocos competidores se encuentran cerca de una puerta de madera más alta de lo normal.
—Es la última prueba. La cámara de los espejos —responde un duende. Lo reconocí por la nariz aguileña y dedos largos. Por cierto, es idéntico al director del banco en la saga Harry Potter. Al otro lado de la iluminada y traicionera estancia, se vislumbra la reluciente diadema de Katie.
—Yo no veo ningún espejo —murmuro mirando el interior. Achico los ojos por el exceso de color blanco.
—Las baldosas son los espejos —contesta un gnomo bastante joven. Pelo castaño claro, unos pantalones caquis, una camiseta negra y el singular gorrito rojo—. Dos han intentado pasar, pero se han esfumado sin dejar rastro con excepción del eco de sus voces.
Miro hacia lo alto del marco de la puerta y frunzo el ceño al ver una extraña inscripción grabada en ella.
—¿Alguien sabe leer latín? —pregunto y todas las miradas recaen en mí.
—Sí —contesta un minotauro. Señalo con el mentón hacia el marco de la puerta y este asiente con la cabeza—. “Responsum ad cogitandum”. Significa “En el reflejo está la respuesta”.
—Definitivamente, de la cabeza de Eliza, no puede salir nada potable —protesto y echo la cabeza hacia atrás, y algo atrae mi curiosidad—. ¿Pueden apartarse un momento de la entrada? —pregunto sin mirarlos y la iluminación excesiva de la habitación se refleja en el espejo a nuestras espaldas. Pero a diferencia de las baldosas dentro de la prueba, en el espejo, algunas están marcadas—. Kane, necesito que entres.
—Espera. ¿Qué? ¿Te volviste loca?
—Esto es una pequeña parte de la locura McKenzie —comento divertida—. Toca solamente las baldosas que te voy a indicar.
—Más te vale que no muera.
—¿Confías en mí? —inquiero y nuestras miradas chocan.
—Con la vida, pero más te vale que sea seguro. Usted manda. —Al girarse sobre sus talones, deja escapar un largo suspiro.
—Aquí vamos. —Froto la palma de mis manos esperando que esto funcione—. El resto, siga los pasos de del teniente.
—¿Qué va a pasar contigo? —insiste el duende.
—No se preocupen. —Me giro hacia ellos—. La idea es que ustedes salgan de aquí con vida. Yo me las arreglaré de alguna forma —Y me vuelvo nuevamente hacia el espejo—. Kane, la baldosa que tienes frente a ti. — Él pone un pie y todos cerramos los ojos asustados. No hay grito por su parte, así que suspiro aliviada—. Buena señal. Sigamos. En la fila de enfrente, dos a la derecha. —Kane lo hace con mucha cautela y el siguiente en pasar fue el duende—. Muy bien. En la hilera de enfrente, una a la izquierda.
Voy indicando el camino hasta que el teniente toma la diadema y todos llegan al otro lado. Doy saltos de victoria, pero la alegría se esfuma cuando la puerta frente a mi comienza a cerrarse.
—¡Allison! —espeta Kane desesperado. Fue a dar dos pasos, pero el resto de los competidores lo detienen. Una puerta se abre a sus espaldas y le arrastran hacia ella—. ¡Allison! —Forcejea con el minotauro y el fauno, pero no logra su cometido—. ¡Suéltenme! ¡No puedo dejarla ahí!
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Editado: 09.02.2023