A pesar del hechizo que removió sus recuerdos, la sintonía de combate entre Chris y yo no ha cambiado. Entrenamos tanto tiempo que conozco cada uno de sus movimientos. No sé si él lo hacía por inercia, pero se acordaba de muchas estrategias de combate que él mismo inventó… conmigo. Nos colocamos de espaldas y yo me encargo de Thiago. Este envía hacia mí caballos de agua y los desvanezco con látigos de fuego.
—¡Allison, abajo! —grita mi compañero, y me agacho para girarme hacia Steve.
Chris salta por encima de mí para ocuparse de su primo. Mi oponente ataca con flechas de fuego y las detengo con una barrera de ramas gruesas de cedro. Los espectadores gritan eufóricos ante el control de los diferentes elementos, e incluso por la fusión de algunos. Escucho la sonrisa de Chris a mis espaldas al ver la emoción de los reunidos en el Coliseo.
—¡Izquierda baja, Chris!
Gira sobre su espalda hacia la izquierda para separarnos y dividir al oponente de su compañero. Es una estrategia que ideamos después de la competencia en la Isla Amat. Cuando me levanto, mi vista se nubla y caigo de trasero a la arena.
—¡Allison! —grita Gray y sacudo mi cabeza.
Tuve que elevarme en una tabla de nubes al instante. Las esferas de fuego de Steve iban directamente hacia mí, y por milésimas de segundo hubiera terminado como pavo para Acción de Gracias.
«¿Qué rayos me pasa?», pienso mientras sacudo mi cabeza una vez más por el leve aturdimiento que me ataca por lapsus pequeños. La saeta de mi contrincante que roza mi brazo me espabila, así que llevamos la batalla en las alturas.
—¿Qué está pasando? —pregunta Rebeca mentalmente y gruño por lo bajo por el pitido constante en mi cabeza. Lanzo un remolino de agua hacia Steve para desestabilizarlo un poco.
—Estoy muy mareada y mi cabeza está pitando como olla de presión —contesto mentalmente y pierdo un poco el equilibrio, por lo que me agacho un poco sin mirar hacia abajo.
—Detente, Allison. Algo no está bien.
—No voy a dejar a Chris solo, Rebeca. —Lanzo un cañón de agua hacia Steve que lo envía a la arenera.
Pierdo el equilibrio, pero esta vez no pude evitar que mi cuerpo no cediera. Antes de tocar el suelo, unos brazos me cubren y rodamos por la arena. El olor a almizcle tan familiar disipa un poco mi extraño aturdimiento.
—¿Estás bien? —pregunta Chris preocupado.
—Sí —respondo en susurros por el peso alojado en mi lengua.
Lo quito de encima de mí antes que sea golpeado por el ataque de Thiago. Agua fría pega con fuerza mi rostro, pecho y brazo derecho. El Coliseo se suma en un silencio inmediato al escuchar mi grito de dolor. Me apoyo en las rodillas y formo barrera de fuego violeta frente a Chris antes que el fuego de Steve le diera. Sus ojos negros chocan con los míos y le guiño un ojo. Me siento muy débil, pero no puedo dejar que le hieran cuando su vida está en juego.
Algo mojado y frío choca nuevamente en mi pecho y mi cuerpo termina golpeando el muro de las gradas. La vista se me nubla al punto de no ver nada y el dolor en mi cabeza se acentúa a pasos agigantados.
La movilidad de mi brazo derecho es nula, pero logro lanzar un remolino de viento contra Thiago y este golpea el muro de las gradas dejándolo inconsciente. Chris se encarga que su contrincante no pueda aguantar otro ataque. El público grita eufórico al ver los nuevos ganadores. Me levanto de la arena y sacudo mi ropa con el brazo izquierdo. Chris trota hacia mi sonriendo, pero su risa se transforma en miedo cuando mi cuerpo desfallece y le escucho gritar mi nombre antes de sumirme en la oscuridad.
Abro mis ojos con lentitud y miro a mi alrededor. Estoy en el cubículo donde nos concentramos antes de salir a la arena. La cabeza me late con fuerza y gruño. El golpe en la competencia me afectó más de lo que pensé. Demasiado para mi gusto.
—Allison —murmura una voz preocupada a mi lado.
—¿Chris?¿Qué pasó?
—Aún no sabemos.
—¿Ganamos?
—Déjame ver si entendí. Te desmayaste en la competencia, Thiago casi te hornea como pavo para Navidad, ¿y en verdad me estás preguntando si ganamos?
—No me digas que perdimos la competencia —hablo en tono lastimero y él sonríe con amplitud.
—Ganamos, tranquila. —Respiro aliviada.
—¿Te hirieron o algo? ¿Necesitas que te cure?
—Allison, yo estoy bien. La compañera que me tocó me protegió con su vida —murmura agradecido y ambos nos quedamos en un silencio cómodo sin apartar la mirada.
Sus ojos negros me observan con detenimiento y los míos recorren su rostro hasta que terminan en sus labios entreabiertos. Mi abstinencia por tocarle o besarle comienza a romperse cuando él acerca su rostro y coloca un mechón de mi cabello detrás de la oreja. Su aroma me envuelve de forma tal que debo ahogar un ¡Bésame! en mi garganta.
Isaac, Karen y Rebeca entran por la puerta y rompen la conexión que teníamos hace un segundo. Chris me ayuda a sentarme en la mesa donde estoy recostada.
—¿Qué ocurrió?
—Allison fue envenenada… otra vez —responde Rebeca hacia Chris.
—¿Otra vez? No puedo hacer una competencia sin tener que mirar mis espaldas todo el tiempo.
—¿Cómo que envenenada otra vez? —inquiere Chris confundido, y resoplo porque él no recuerda nada.
Algo raya la puerta de madera con desespero. Isaac la abre y las ardillas entran volando, seguidas de Meeko y Javier.
—¿Qué fue lo que pasó? —pregunta este último. Tony y Ginger suben a mi regazo y Chris colocó a Meeko a mi lado. El mapache extiende sus garras para abrazarme.
—Envenenada… otra vez —contesto en tono cansado. Javier cierra los ojos con fuerza. Tomo a Meeko en mis brazos y pasa sus patas por mi cuello abrazándome con fuerza.
—Conseguir que los chicos se quedaran arriba fue difícil —añade León con tono grave.
—Te dije que no siguieras. ¿Por qué no me hiciste caso? —inquiere Rebeca—. Una caída de seis metros podría haberte matado, Allison.
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Editado: 09.02.2023