El Quinto Elemento (elements 3)

Capítulo 31 “Regalo de corazón”

Allison…                                                              

Saber que Ginger corre peligro no me dejó dormir en toda la noche. A pesar de dejarle en la habitación masajeando sus paticas adoloridas, Tony me siguió y escuchó la conversación que tuve con Emma.

—Ginger. Si le hiciste daño…

—Tu insoportable hurón está bien, Allison. Lo único que debes hacer, a cambio de tu pulgosa ardilla, es perder en los juegos de mañana.

—¿Cómo puedes ser tan cruel? Si alguien descubre este chantaje, sabes que puedes ser expulsada del colegio, ¿verdad?

—Lo sé, pero como quieres a esa estúpida ardilla con tu vida, sé que no dirás nada por el bien de ella. La vida de ella por tu derrota, McKenzie. Elige.

«Por Ginger tendré que hacerlo. Pero esto no va a quedarse así, Emma Norrington. Te lo juro», pienso mientras rechino los dientes al ver su mirada altanera y su sonrisa sarcástica cuando asiento en contra de mi voluntad.

No importa tu contrincante. Si mañana pierdes, te devolveré al ratón.

Estás tan despechada que no mides las consecuencias de tus actos, Norrington. Nada de lo que te dije en la mañana es mentira. Quiero a Ginger sana y salva.

Eres una buena chica. No se te ocurra decirle nada a nadie, ¿entendido?, o la ardilla pagará las consecuencias.

Tomo una larga bocanada cuando Emma desaparece en la penumbra del pasillo. Mi vista comienza a nublarse y aprieto los labios para evitar que las lágrimas salgan sin mi permiso. Mi pecho se aprieta de solo pensar que algo puede pasarle a Ginger. Al colocar las manos en el alfeizar de uno de los ventanales, una suave brisa golpea mi rostro y me dejo llevar por los sentimientos de dolor que me golpean desde adentro.

Lloro porque estoy atada de pies y manos sin poder pedir ayuda. Lloro porque la impotencia me carcome al estar bajo la influencia de alguien tan rastrero como Emma. Lloro, porque, por más que quiera aparentar fortaleza extraordinaria, al final soy más débil de lo que muchos piensan, tan frágil como un pedazo de cristal. El nudo en mi garganta a penas me deja pensar con claridad.

Yo encontraré a mi hermana —dice una voz desde el suelo—. Mañana mientras estás en los juegos, yo la buscaré.

No puedo de… dejar que nada le pase, Tony. Me siento en el frío suelo y rodeo mis rodillas con los brazos sin dejar de llorar.

Y nada le va a pasar. Te lo prometo.

—Estoy preocupada por ella.

—Yo estoy más preocupado por Emma. Dile que tenga cuidado. Cuando mi hermana se despierte, va a querer matarla viva. —Sonrío con timidez entre lágrimas—. Necesito la llave transportadora y a alguien más. Necesito a Meeko.

¿Meeko? ¿Vas a escoger al mapache como compañero de rescate?

Meeko puede sorprenderte un día de estos —añade sonriendo—. Allie, mi hermana va a estar bien. Después de cada tormenta, siempre hay arcoíris. Y no te preocupes, en el mar embravecido, siempre tendrás apoyo.

—¿Por qué lo dices?

—No soy un simple Varázs, Allie. Soy tu Varázs, y puedo sentir el dolor que no quieres expresar. Más que una mascota peleona y chillona, aunque esa parte se la dejo a mi hermana, soy tu amigo.

—Gracias, Tony —murmuro con un hilo de voz quebrada.

—Los amigos están en las duras y en las maduras. Recuérdalo siempre.

No sabía cuál era plan de Tony, pero al menos funcionó. Resistí lo más que puede en la arenera. Estaba aguantando y guardando todo el poder que podía por Ginger. Cuando la vi saltando en las gradas, mi corazón se regocijó. Ella estaba bien. Tony había cumplido su promesa de traerla sana y salva. Si hay algo que aprendí con los chicos y mis Varázs, es que lo amigos, los verdaderos, no abandonan en el peor momento.

Hora de jugar fueron las palabras que Meeko me dijo mentalmente. Sonrío y las repito, más para mí que para ellos—. A por todas, Allie. —Le guiño un ojo al mapache casanova. Había llegado el momento de soltar.

En Emma descargué toda la furia que he sentido en los últimos días. Si no es porque Pumba se coloca frente a mí y Chris me saca del trance en el que me encontraba, de ella no quedarían ni las cenizas. De una forma un poco… extraña, logré pasar a la competencia final. Y en verdad estoy feliz, pero la peor parte era que, mi contrincante sería Christopher Gray. Suspiro con pesar. Por más que quiera evitarlo, el destino se encarga de ponérmelo en las narices. ¿Será una buena o mala señal? Sinceramente, no es justo.

—¿Dónde tienes metida esa cabeza?

—En la competencia de mañana —respondo hacia el profesor apartándome para que se sentara a mi lado bajo uno de los árboles en el patio trasero de Mary Weathers.

—Allie, libraste la de hoy por voto popular. Mañana será otra historia y debes tener cuidado.

—Ya lo sé, Isaac. El problema es mi contrincante. No sé si tengo la capacidad de lastimarle.

—Entiendo tu preocupación, pero este Chris no es el mismo que tú y yo conocimos.

—No lo creo, profesor. ¿No viste como reaccionó ayer? Primero no me dejó tocar el suelo y después estuvo conmigo hasta que desperté.

—Es posible que la barrera creada en su mente, tenga algunas grietas, pero eso no indica nada.

—Lo sé, pero al menos tengo un poco de esperanza. ¿Ya encontraron algo relacionado a lo ocurrido en la competencia de ayer? —Niega con la cabeza y resoplo—. Es frustrante.

—Lo hemos intentado. Pero la dosis que te dieron en ese multijugos era muy grande. No obstante, descubrí que no tenía jengibre.




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