Al llegar el sábado, solo faltaba el lugar exacto para cruzar hasta Australia. En este caso solo seríamos Javier, Lilith, Tommy y yo. Austin llegó al colegio y Brenda decidió quedarse con él. Talia y Cameron tienen el fin de semana cargado por la boda.
Entre pastel, flores, colores, invitaciones, catering, fotos, Talia y Cameron se están volviendo locos, y nosotros con ellos. Las bodas son más complicadas de lo que pensé. Y eso que ambos han estado en los preparativos desde la fiesta de su compromiso.
Ugh, yo no soy la novia y me duelen los pies por recorrer tantas tiendas de vestidos de novia. Brenda, Lilith y yo desistimos en la tienda número veinte. Después de tanto caminar, cualquier vestido era perfecto para mí. Brenda y Lilith son las damas de honor.
Los vestidos son del mismo tono rojizo del pelo de Talia. Corte de princesa, un cinturón ancho dorado ajustaba la cintura y cae como cascada hasta el suelo. Yo me disculpé con ella, pero no sabía si podría ir. Ese día también se casaría Chris, y sinceramente, cuando el oficiante de la boda pregunte si alguien se opone a ese matrimonio, yo sería la primera en levantar la mano y detendría aquella locura arrasando con el lugar.
—¿Ya sabes el lugar excato?
—Costa Dorada, Lilith —contesta Austin señalando en círculos la playa.
«Siento como si estuviera metida en las miles de series de sirenas a pesar de que la verdadera isla Mako se encuentra por Hungría», pienso mientras recuesto mi cadera a la cintura.
—¿Cómo podemos reconocerlas?
—Con escucharlas es suficiente, Tommy —contesta el profesor—. Esas chicas pueden convertirse cuando quieran. Así que no esperen ver una cola de colores brillantes por las orillas de Costa Dorada, ¿entendido?
—¿Estamos listos? —pregunta León y todos asentimos.
—Tengan mucho cuidado —insiste Meeko mentalmente, y acaricio su cabeza. Javier fue a tocarlo y pero le gruñó, así que retiró la mano al instante—. Más te vale que la cuides o te aruño en la noche y te muerdo los dedos de los pies —añade el mapache enseñando los dientes hacia Javier y sonrío a carcajadas.
—¿Qué? ¿Qué fue lo que dijo?
—Una amenaza entre dientes, León —explico sonriendo—. Vamos, muchachos. Es hora de buscar ese canto de sirena.
—Tengan mucho cuidado —murmura Brenda al abrazarme.
Llegamos a las playas de Costa Dorada en lo que se abre una puerta. Hay muchos turistas en las playas y con razón. El calor es horrible en esta época del año.
—Talia y Cameron nos hacen mucha falta aquí —protesto al sentir el calor del sol.
—Ugh, definitivamente ellos nos hacen falta por aquí. Es agonizante —protesta Lilitih abanicando su rostro—. No puedo más. —Mueve su mano derecha en círculos, y al chasquear los dedos, una ráfaga de aire refrescante pasa entre nosotros.
—Eso está mucho mejor —comenta Javier ajustando sus lentes de sol y guardamos la llave mundial cerca de la salida de un hotel por precaución—. A caminar, muchachos. Aprovecemos a broncearnos un poco.
—Los hombres son muy sensibles al canto de las sirenas, tanto en tierra como en agua —explica Austin al otro lado.
—Se dicen que son muy hermosas, pero no está probado —añade el profesor—. Así que, chicos, no todas las mujeres hermosas de Australia son sirenas, ¿entendido?
—Yo no le veo gran cosa a las australianas —opina el bibliotecario y esucho el resoplido de Brenda al otro lado.
—No me digas —añado con ironía y todos ríen—. ¿Sabes quiénes son Nicole Kidman, Cate Blanchett y Margot Robbie? —Entrelazo mi brazo con el de Lilith.
—Claro, Allie. Son mujeres muy hermosas, pero esas son 3 o 4 entre miles de mujeres australianas —recalca mi amigo y resoplo.
—Pero los australianos están para comerse —expone Brenda y todos reímos—. Vamos, cariño, no pongas esa cara. —Al otro lado se escucha un sonoro beso—. Yo solo tengo ojos para ti
—Yo pienso igual que Brenda. Hay cada actor australiano que tienen la capacidad de quitar el hipo —explica Lilith con entusiasmo—. Los hermanos Liam y Chris Hemsworth están para comerse. Verdad, ¿chicos?
—¿Dónde están Javier y Tommy? —Miramos a nuestro alrededor buscándoles, pero no hay rastro de ellos. Alargo mi cuello lo más que puedo pero no logro encontrarles—. Estamos en un problema. Tommy y Javier se acaban de perder.
—¡Cómo! —exclaman todos al otro lado de la línea.
—Austin, Isaac, rastreen el reloj de Javier y Tommy, ¡ahora!
Más que una petición, fue una orden dada por Lilith y regresamos por dónde habíamos caminado. Austin nos mandó las coordenadas al instante. Ellos están… ¿en la playa? ¿Qué hacen en el agua?
Miramos con detenimiento entre las miles de cabezas que juegan y nadan en las aguas de Costa Dorada, hasta que logro ver el cuerpo bronceado de Javier. Él y Tommy están con dos chicas muy hermosas, aunque un poco delgadas para mi gusto.
—Los encontramos, y creo que también a las sirenas. Están en la playa.
—Allie, están nadando mar adentro —auncia y ambas nos lanzamos hacia el mar.
Javier y Tommy se alejan muy rápido. Yo soy un usuario de agua, así que moverme es mucho más fácil. Lilith lo tiene más difícil. La tomo por la cintura y nos impulso a ambas. Las aguas son cada vez más oscuras y nos alejamos de la orilla con rapidez.
Al meter la cabeza bajo el agua, veo dos colas de colores brillantes entre azul y verde. Sco la cabeza y maldije por lo bajo por el ardor en mis ojos. Me preocupa Tommy. Es un usuario de aire al igual que Lilith.
Una ola me bloqueó la vista y para cuando quité el agua salada de mis ojos, Javier y Tommy habían desaparecido.
—Ah, no. No en mi guardia —digo molesta.
Cierro los ojos y a nuestro alrededor se formó una burbuja de agua que se hundió bajo el mar. Al abrir los ojos, noto una especie de rastro dorado. Impulso la burbuja como si fuera un submarino detrás del rastro a toda velocidad. Necesitábamos alcanzarlos cuanto antes.
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Editado: 09.02.2023