El Quinto Elemento (elements I)

Capítulo 4 “Nuevas amistades”

—¿Cómo debería vestirme? —pregunto sentada en la cama mirando hacia el armario abierto.

—Es la noche de bienvenida. Tenemos 16 años. En el primer año se lucen las mejores galas en dos ocasiones. La primera en la noche de bienvenida. —Ella cae a mi lado con un sonoro puf.

—¿Cuándo es la segunda ocasión? —pregunto, recostándome hacia atrás apoyando la palma de las manos en la mullida cama.

—La última noche del Torneo.

—¿Torneo?

—Al final de este año, se hace un torneo con todos los chicos de primer año. Se ponen a prueba nuestras habilidades. Y el que llegue de último, pues lo sacan del instituto.

—¿Lo sacan? Pero es injusto. Estuvo estudiando fuertemente el año entero para que al final lo saquen por ser el último en un estúpido torneo.

—Créeme, Allie. De estúpido no tiene nada. Consiste en supervivencia, habilidades y defensa —explica con seriedad—. En ese torneo no hay amistades. Solo enemigos y un objetivo.

—Cuando lo dices así, me suena un poco sangriento como “Los Juegos del hambre” o “Los Juegos del Calamar”. ¿Cuál es la recompensa por ese torneo?

—Ni idea. —Se encogió de hombros—. Todos los años es algo distinto. El año pasado, todos los de segundo tuvieron un viaje a Inglaterra. ¿O fue para Alemania? —Bufo con ironía.

—¿Tanto trabajo y le dieron un viaje a Europa? —Niego con la cabeza por semejante locura.

—En ese viaje, muchos se quedaron en la escuela de allá. Al parecer los dragones y hadas les llamaron la atención.

—¡¿Dragones y hadas?! —No sé si pregunté o exclamé—. Déjame adivinar. También existen los elfos, enanos y unicornios —ironizo y enarco una ceja.

—Pues sí, pero no en este lado del hemisferio.

—Brenda… a ti te faltan un par de tuercas, ¿lo sabías? —digo divertida—. Dios mío, esta es una historia de Harry Potter unida a las Crónicas de Narnia. Nada más faltaría una ardilla parlante.

—Anda, déjate de bobadas y vístete. Tenemos una cena a la que acudir y un tatuaje que hacernos. —Saltó de mi cama y metió la cabeza en su armario.

«¿Dragones y hadas? Dios mío. Esto parece un circo bien montado», pienso mientras le veo mover sus caderas al ritmo de una canción en su cabeza.

Una hora después, Brenda tocaba la puerta del cuarto de baño.

Allie, por Dios, mujer. ¿En qué te demoras tanto? Es solo un vestido.

—Brenda, yo no soy una chica de vestidos. Prefiero jeans, sudaderas y vans —hablo desde el otro lado de la puerta.

No es para tanto. Sal de una vez.

—Ojalá fuera tan fácil —protesto por lo bajo. Una vez subida la cremallera lateral del vestido, me coloco frente al espejo de cuerpo entero.

Dato importante: no soy una chica que tenga mucha delantera o trasera. Utilizo una 34b y no pienso decir mis medidas de cintura y cadera, porque ya es bastante vergonzoso. Siempre he pensado que son una abominación. Por esa razón es que elijo los jeans y sudaderas. Ellie salió ganando. Con 13 años está más desarrollada que yo. Cada vez que recuerdo eso, gimo de frustración. No sé lo que hice para merecer esto.

—Brenda arregla mi desastroso cabello color miel con agilidad y a eso le sumamos unos tacones finos de 10 pulgadas. Me voy a romper el cuello con ellos si llego a torcerme el tobillo. Y ahí la razón de amar tantos las zapatillas. Unas tiras cruzadas recorren desde los dedos de los pies hasta el tobillo haciendo figuras de rombos y la cerradura es un broche dorado en forma de mariposa.

El vestido de color carmesí se ajusta a mi silueta sin asfixiarme llegando hasta mis talones. El hombro izquierdo está desnudo mientras que el derecho lo único que tiene es un signo infinito dorado con piedras incrustadas uniendo la parte delantera con la trasera.

Debajo del pecho, una fina tela cae dando una señal de frescura. Esta noche utilizo unos pendientes dorados largos que mi madre me regalo por mis 15 años. Son muy sencillos y de la punta cuelga una mariposa en cada uno. Como colgante, una fina cadena de oro del cual pende un delfín con una pequeña piedra amatista incrustada. Esta cadena la uso desde que tengo conocimiento. Esto es todo lo elegante que podía ir.

Allie, juro por mi madre que como no abras esta puerta, la tiro abajo.

—Ya voy. —Sonrío por lo bajo. Brenda es tan menuda que dudo que pueda pegarle a alguien y no romperse la mano—. Ya estoy fuera. ¿Cómo estoy?

Abre los ojos muy grandes y da un paso adelante.

—¿Eres Allison McKenzie? —Una sonrisa aparece en su rostro—. Muchacha, pero si estás preciosa.

—¿Tú crees? —dudo, mirando hacia el largo vestido.

—¿Estás de broma? —Pasa uno de sus brazos por mis hombros—. Ese peinado te ha quedado que ni pintado. Y me encanta tu vestido.

—El tuyo también precioso, Brenda.

Un vestido blanco se ajustaba a su silueta. Ella es de pequeñas curvas. Su cabello negro cae como cascada en su espalda y sus pendientes plateados son espectaculares. Igualan a las raíces de un árbol saliendo desde sus omóplatos. Donde se unen dichas ramas, hay una pequeña piedra incrustada que brillan aún en la oscuridad.

Es corte de princesa y desde el borde, cerca de sus brazos, salen varias cintas finas plateadas hacia sus hombros las cuales se entrecruzaban en la espalda. El vestido le llegaba hasta las rodillas exponiendo sus largas piernas y sus zapatos plateados de 15 pulgadas.

—¡Uy, que humildad la tuya! —Cruza su brazo con el mío—. Vamos, es hora de ir a cenar.

Bajar hasta el primer piso con estos zancos hubiera sido una tortura. Gracias a Dios que bajamos con mucha lentitud. Sé que solo son tres pisos, pero cuando andas en zapatos como estos, el camino se te hace eterno. Al llegar a la entrada, un grupo de chicos hablan animados a un lado de la enorme puerta.

—Hola, muchachos. —Brenda agita su mano y me empuja suavemente hacia adelante. Pero sin soltarme—. Allie, estos son Tom, el chico volador. —El chico frunce el ceño hacia Brenda y yo aprieto los labios para no sonreír—. Esta hermosa joven que ves aquí, es Lilith.



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En el texto hay: aventura, amor, magia

Editado: 04.10.2024

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