Ha pasado un mes desde lo ocurrido y hasta ahora no se ha escuchado de otro avistamiento. Brenda no se acuerda de esa noche. Según ella, fue directo a la cama al salir del comedor y durmió como un lirón hasta que la desperté. Amelia tiene algo que ver en todo esto. De eso estoy segura.
Los padres de Mat llegaron temprano en la mañana. Se había comunicado a los estudiantes de su “traslado”. Solo unos pocos sabían lo que había pasado esa noche. Cuando ambos padres salieron del despacho de la directora, el dolor y la angustia se notó en sus ojos inyectados en sangre de tanto llorar.
Para el resto, la vida ha seguido normal. Para mí… no tanto. A este paso voy a reprobar Rendimiento. Jackob me odia. Definitivamente, ese hombre me odia.
—¿Lista para la clase de Defensa? —pregunta Brenda.
—Más o menos —contesto, acordonando las agujetas de mis vans—. No sé si podré aguantar otra sesión como la de la semana pasada.
—Yo tampoco. Creo que se están pasando un poco con todo esto de la defensa y contraataque. Talia está cada vez más odiosa, y como vuelva a chillar por una uña rota, juro que se las rompo todas yo misma.
—Stevenson solo quiere que seamos buenos. Además… somos buenos.
—Sí, claro. Tú y Javier están compitiendo por el primer puesto de la clase y… —Detiene sus palabras y coloca los brazos en forma de jarras—. ¿Qué les pasa a ustedes dos?
—¿Quiénes? ¿Yo y Javier? —Ella asiente y pongo los ojos en blanco—. Nada ha pasado, y deja de hacerte ideas en esa cabeza, Brenda Clark. No estoy en condiciones de tener más enemigos en clase.
—Yo te lo advertí —reclama, y seguimos nuestro camino hasta la última planta donde se encuentra el gimnasio—. Desde que Javier te salvó ese día, Jessie Carmington te la tiene jurada. Eso de acercarse a ti al día siguiente no era para nada bueno. —Niega con la cabeza de forma insistente.
—Brenda, no es mi culpa que un espejo de miles de años estallara, que Javier me salvara, y después le devolviera el favor curándole. —Esta última palabra la dije en susurros—. No se lo has dicho a nadie, ¿verdad? —Ella niega con la cabeza y dejo escapar un suspiro–. Mejor.
Cuando entré por primera vez al gimnasio, casi termino en el suelo. Las paredes están cubiertas de dibujos con los elementos, y al ser el último piso, parte del techo tiene una vidriera. Una copia exacta a la que está frente a secretaría. Una batalla entre ellos, mis padres, la directora y otros más. Nota mental: Brenda tiene que contarme el final de esa historia.
En una de las paredes hay una fuente con agua, en el otro extremo hay varios jarrones con tierra y madera. Por las ventanas entra un viento fresco, y la chimenea (sí, una chimenea) está encendida al otro extremo. Es más, creo que nunca se apaga.
—Vamos, chicos —El profesor Brad aplaude desde el centro del gimnasio—, hora de su clase favorita.
Los gemidos y protestas llegan de todos lados. Él simplemente sonríe y formamos un círculo a su alrededor.
Esta vez se vistió con una bermuda blanca y una camiseta negra ajustada a su torso. Sus ojos color café nos miran divertidos como cada día de entrenamiento y el cabello negro cae en su frente de manera despeinada y despreocupada. El flequillo ya llega a los ojos, por lo que debe soplar de vez en cuando para sacárselos de la vista. Sus piernas bronceadas y torneadas quedaban a la vista y sus brazos bien trabajados también son visibles. La mitad de las chicas babeaban por él, a pesar de estar casado, y con razón.
—Hoy vamos a hacer algo diferente. Van a buscar un compañero de su mismo elemento y lucharán en contra de él.
«Esto no presagia nada bueno», pienso, frunciendo el ceño.
—¿Por qué haríamos eso? —pregunta Lester. Los ojos de Brad pierden su brillo y se oscurecen por un instante. Nuestras miradas chocan y lo entendí: Mat.
—¿Han escuchado de la historia de los cold? —Todos asentimos—. Pues bien. Un cold puede ser cualquiera de ustedes. Puede ser un compañero, un amigo, hasta puede ser un profesor. Por eso tienen que estar preparados. Durante aproximadamente un mes o dos, van a estar luchando con el compañero que elijan hoy. Tienen 10 minutos. Después comenzamos la práctica. —Se abre camino en dirección a las bancas con los hombros tensos.
—Lo siento, Allie. Parece que esta vez nos tenemos que separar —murmura Brenda haciendo un puchero.
—Anda, boba. —Sonríe e intento caminar hacia las bancas, pero ella me agarra por el brazo.
—¿A dónde vas?
—Brenda, somos veintiuno del elemento agua. Es un número impar. Así que alguien va a quedarse sin pareja.
—¿Y tienes que ser tú precisamente la que se quede sin pareja? —Cruza sus brazos en el pecho
—No lo veo mal. Es posible que Brad se apiade de mí.
—O te pone a trabajar el doble —añade con ironía.
—Allison —dice una voz detrás de mí
«Por favor, que no sea lo que estoy pensando», me digo a mí misma.
—Sé mi compañera durante este tiempo de prácticas. —Me giro lentamente para ver a Javier de frente.
—¿Qué pasa con Jess? —pregunto y él se encoge de hombros.
—Puede buscar a otra persona. –Cruza los brazos en el pecho y sus ojos verdes me observan fijamente—. ¿O es que tienes miedo, McKenzie? —Se acerca a mí y baja su cabeza de forma tal que nuestras narices casi se tocan.
—¿No será al revés? —rebato y él sonríe de soslayo—. Muy bien… compañero. Tú lo pediste. —Un apretón de manos y se retira.
—¿Qué acaba de pasar? —pregunta Brenda y toco mi corazón acelerado.
—No tengo ni idea —respondo mirando a Javier hablando con Lester y Teo.
—Él sabe perfectamente que nunca te negarías a un desafío. —Brenda mira por encima de mi hombro—. Tienes a Jess a las seis en punto, y no creo que esa cara sea por un dolor de estómago.
Miro hacia donde me había indicado Brenda con disimulo. Trago en seco cuando mis ojos chocan con los de Jess. Sus ojos verdes echan chispas, los labios están fruncidos y el mentón está apretado.
Editado: 04.10.2024