El Quinto Elemento (elements I)

Capítulo 13 “Vivir o morir”

Después de un largo baño y un descanso de al menos dos horas, estaba como nueva. Necesitaba toda la fuerza mental y corporal. La semana pasada Javier me dio una buena tanda. Me decanté por unos shorts azules cortos y una camiseta negra, mis zapatillas converses y hacer mil malabares para que mi pelo se amoldara a una trenza francesa.

«Creo que ya estoy lista», dije para mis adentros. Brenda estaba enfrascada en un libro que había sacado de la biblioteca.

–Esperemos que Javier te dé un respiro esta vez –comenta mirando el libro pero las comisuras de sus labios se elevaron.

–No me estás ayudando mucho, ¿sabes? –Protesto colocando las manos a ambos lados de la cadera.

–Si quieres, puedo ir a darte algunas porras con pompones rosa –dijo con ironía y le lanzo un almohadón.

¡Qué graciosa!

–Llega a tiempo para comer –gritó y yo sonreí antes de cerrar la puerta.

–Hola, Allison –dijo Austin a mis espaldas y le doy un beso en la mejilla.

–¿Cómo está la directora?

–Milagrosamente mandona. ¿Hacia dónde te diriges?

–Tengo entrenamiento con Javier León. ¿Necesitas algo? –Me detuve y veo que trae sus manos detrás de la espalda–. ¿Qué tienes ahí? –Miró hacia atrás.

–Nada –dijo caminando de espaldas.

–Dámelo. –Sonreí y él negó con la cabeza–. Austin… –Salió corriendo–. ¿En serio? Si el corre, pues yo también.

–¡Eres lenta, McKenzie! –gritó sonriendo en dirección al patio central.

–No me tientes –dije corriendo un poco más rápido.

Él sonrió y corrió mucho más rápido atravesando las puertas del colegio. Cuando estaba a pocos centímetros de él, me lanzo hacia su cuerpo y rodamos colina abajo. Fue muy divertido… hasta que caí encima de él.

Mi respiración estaba entrecortada por el esfuerzo físico. El pecho de Austin sube y bajaba con rapidez. Sus ojos negros me miran fijamente y su cabello rubio cenizo cae revuelto en su frente y a los laterales. Mis manos sienten los músculos de sus brazos a través de la sudadera gris.

«Mejor me levanto», pensé–. Lo siento mucho, Austin. –Me levanté del césped y él, aún sentado en el suelo,  se recostó en la palma de sus manos.

–La culpa es mía. –El viento remueve su cabello rubio cenizo de un lado a otro y sus ojos negros me miran divertidos– Toma. –Me entrega algo envuelto en papel azul.

–¿Qué es? –Lo tomé en mis manos. Era algo duro y consistente.

–Hasta que no lo abras, no lo sabrás –dijo sonriendo.

Con curiosidad. Rasgué el papel y un libro de tapa blanca y letras doradas fue lo que vi. Con el título me fue suficiente.

–Gracias, gracias, gracias. –Me agacho y le abrazo con fuerza–. ¿Cómo lo hiciste?

–Allison, soy el bibliotecario. –Enarcó una ceja señalando lo obvio–. Solo pude hacer una copia del primero.

–¿Del primero? –pregunto confundida–. ¿Cuántos diarios escribió Raquel? –Él bufó.

–Te asombraría que la penúltima planta es solamente de los diarios de ella.

–¿En serio? –Miro el libro nuevamente.

–Pues sí. Ella comenzó con los diarios a los 9 años de edad. –Nos levantamos del césped y caminamos hacia el colegio.

–¿Cuándo cambió de elemento? –Él asintió–. ¿Cuánto tiempo vivió Raquel?

–Alrededor de 1000 años. –Me detuve instantáneamente.

–¿Acabas de decir 1000  años? ¿Hay 1000 años de escritura en esa planta?

Al parecer, en la última batalla que tuvo en contra de su hermano, terminó muy mal herida y no pudo salvarse. Pero por lo que he leído de su último diario, ella contaba con buena salud.

–¿Cuál es la edad máxima de cada elemento?

–Cerca de los 500 o los 620. Algunos han durado hasta los 650.

–Pero ninguno ha sobrepasado a Raquel.

–Solamente los del elemento vida después de ella han picado cerca.

–Es verdad. Arthur Carrington duró casi 800, Ashley Parker casi 700.

–Tienes buena memoria, Allison.

–Por favor, dime Allie. –Él asintió–. ¿Por qué eres bibliotecario? Bien podrías quitarle el puesto de profesora de Historia a Camille

–Estar rodeado de libros e historias me gusta más. Los chicos de 16 a 18 años son demasiado revoltosos –explica mientras entramos al colegio.

–Así que te gusta la vida tranquila.

–Dirás aburrida.

–Oye, ¿por qué le cambiaste el nombre? –pregunto mirando las letras de la portada “El diario. Parte 1”

–Se supone que esto no debe de estar fuera de su lugar.

–¿Puede traerte algún problema?

–Nada que no pueda solucionar. Te dejo. –Señaló con el mentón hacia las escaleras–. Alguien te está esperando. –Miro hacia donde señalaba. Javier me espera recostado a la barandilla con los brazos cruzados y no tenía muy buena cara–. Nos vemos después. –Me dio un beso en la mejilla y se fue en dirección a la biblioteca.

–¿Ya te aburriste de pasear? –preguntó enarcando una ceja.

–Austin solo quería darme un regalo. –Levanté el libro–. ¿Y ese mal carácter por qué? –pregunto mientras subimos las escaleras.

–Yo no tengo mal carácter –responde encogiéndose de hombros.

–Lo que tú digas. Oye, quería preguntarte una cosa.

–Dispara.

–¿Por qué me salvaste esa noche?

–¿Te refieres a la noche de bienvenida? –Asiento–. Uno de los profesores intentó acercarse y lo lanzaste a 6 metros de ti.

«¿Por qué razón lancé al profesor? ¿Por qué mi cuerpo de manera inconsciente dejó que Javier se acercara?», me pregunto mentalmente.

–Tenía que intentarlo o terminarías atravesada por cristales.

–Pero al final fuiste tú el que resultó mal herido. –Su mirada se oscureció–. ¿Qué ocurre?

–No pasada nada. Entremos al gimnasio

–De aquí no se mueve ni Dios. –Le agarro por el brazo–. ¿Qué te ocurre? –Se zafó con fuerza.

–Dije que no pasa nada. –Sus ojos verdes se oscurecieron de momento y un sentimiento afloró: tristeza,



#721 en Fantasía
#1265 en Otros
#59 en Aventura

En el texto hay: aventura, amor, magia

Editado: 12.12.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.