El Quinto Elemento (elements I)

Capítulo 16 “El pasado de Javier”

Bordeamos todo el colegio y a mi espalda queda la torre central. Es mucho más extraordinaria desde afuera con el sol en su punto más alto. Los colores de las flores se ven más brillantes y vivos que cuando llegué por primera vez a este lugar. Siento el palpitar de cada pequeño detalle de la planicie frente a mí. Casi no recordaba cómo se sentía ser… libre. Caminamos un poco más y nos acercábamos con lentitud hacia el tupido bosque

–Austin, ¿a dónde nos dirigimos? Se supone que no debemos pasar el bosque del colegio

–Si no lo ves, no entenderás –respondió y una sonrisa apareció en sus labios. Amarró su cazadora a la cintura y colocó ambas manos detrás de su nuca–. ¿Tienes clases?

–A las tres de la tarde es mi próximo turno –respondo

–Mejor.

Seguimos caminando y nos adentramos en el bosque

–¿Cómo no te pierdes en este lugar? Según mis padres, ningún humano que entre a este bosque sabrá cómo salir o simplemente se perdería.

–Todo es gracias a Rebeca.

–Es entendible. Por Dios, si es que tienes acceso a la cocina cuando ningún estudiante puede. Es más, estoy segura que ninguno sabe cómo llegar a ella.

Después de tanto caminar, salimos del oscuro bosque hacia otra planicie. Muchos colores brillaban frente a mí: rojo, negro, azul, amarillo, violeta, verde y blanco. El aire aquí sopla con mayor fuerza. El zumbido de las abejas es mucho más nítido y miles de mariposas revolotean entre las flores. Pinos, abetos, robles y sauces rodeaban aquel lugar. Este lugar colinda con el espeso bosque del colegio, pero la planicie es mucho más hermosa que la anterior.

–Por tu cara, veo que te gusta lo que ves –susurró a mi lado.

–Tienes mucha razón. –Seguimos caminando por aquel paraje casi mágico–. ¿A dónde nos dirigimos? –pregunto nuevamente.

–Mira que eres curiosa.

–No sabes tú cuanto-

Minutos después llegamos a la punta de la colina. Unos metros más adelante veo una enorme iglesia. «¿Por qué siempre es una iglesia abandonada?», me pregunto a mi misma. Mientras más me acerco al lugar, más aumenta mi curiosidad.

Enormes torres color marfil se elevan a cada lado en forma cuadrada. En lo alto, hay unas ventanas de madera rotas abiertas y el aire las golpeaba con fuerza. La hiedra repta hasta la mitad de las torres.

En la pared frontal se divisa un círculo de al menos tres metros a la redonda con cristales con cinco colores: rojo, verde, azul, marrón y púrpura en lo alto de la puerta.

Subimos los escalones de mármol negro y nos colocamos frente a una puerta de hierro de al menos 10 metros de altura. Un arco bordea esa puerta y la arquitectura grabada en él era muy detallada aunque un poco gastada.

Todos los elementos estaban esculpidos en el arco. El primero de abajo era el delfín. Encima estaba el árbol. Este tiene las raíces dispersas, pero las ramas están cubiertas de hojas. Más arriba le sigue la paloma y el dragón. La paloma estaba de perfil con las alas abiertas y el dragón estaba envuelto como si estuviera durmiendo, posando la cabeza sobre su propio cuerpo.

Por último, el ave fénix. Este tiene las alas cerradas, pero la cola larga está abierta. Paso mis dedos por la superficie. Este símbolo se repetía varias veces. En lo alto hay algo escrito, pero el tiempo lo fue borrando poco a poco. A penas y se ven las esquinas de algunas letras.

–Vamos –habló Austin–. Lo interesante está en su interior.

Empujó la puerta de hierro y las bisagras oxidadas cedieron. Al entrar, todo se ve mucho más… claro.

Las paredes son muy altas y en lo alto hay varias figuras en los cristales. Algunas desgastadas y borrosas y otras estaban rotas. Pero los colores siguen siendo los mismos que el de la entrada.

Hay seis de ellas en cada pared. Cada una tiene una figura representando un elemento. La primera a la derecha es un dragón dorado rodeado de un círculo rojo aunque solo puedes ver su cabeza.

Después le seguía una paloma blanca encerrada en un círculo azul y el resto de los cristales son transparentes. El siguiente es el árbol. Solo quedan las ramas y hojas. Este está encerrado en un círculo de varias tonalidades de verde.

Después sigue el ave fénix. Este estaba casi completo. Podías ver sus enormes alas de diferentes colores abiertas. Su cola naranja estaba abierta y sus garras abiertas en señal de defensa. El círculo a su alrededor es de color púrpura.

Rayos de sol se adentran por las pequeñas fisuras de los cristales  y los colores se reflejaban en las altas paredes desgastadas. El siguiente es un delfín blanco saltando entre las olas. Los colores a su alrededor varían entre verde y azul con varias tonalidades. La siguiente está casi destruida. A penas se ve una especia de piedra color gris a la derecha y el fondo de color negro.

Miro hacia la izquierda y el orden es invertido. En este caso, el de la piedra estaba completamente destruido.

Hay tres columnas por cada pared. Estas estaban torneadas y esculpidas como las del comedor en el colegio: con los elementos. El piso estaba cubierto de polvo y al fondo una vieja plataforma con una mesa de piedra con una puerta a cada lateral

El techo está en malas condiciones pero se pueden ver aún las esculturas gastadas por el tiempo. Eran los elementos esparcidos por toda la superficie.

–Austin, ¿qué estamos haciendo aquí?

–Ya lo verás. –

Seguimos caminando hasta el fondo y entramos por la puerta a la derecha. Frente a nosotros se elevaba una escalera incrustada a la pared.

–¿Qué es este lugar? –pregunto mientras subimos las escaleras. El olor a polvo y antiguo es muy fuerte. Este lugar tiene tanto tiempo desolado que las telarañas cubren algunos escalones.

–El libro que tienes en las manos te lo explicará.

–Dime que estás de broma. –Él negó con la cabeza y soltó una carcajada. Seguimos subiendo el silencio hasta que él se detuvo frente a una puerta de madera oscura–. ¿A dónde nos lleva la puerta?



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En el texto hay: aventura, amor, magia

Editado: 12.12.2021

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