Capítulo 47 «Mutante»
Las ramas son muy gruesas para congelarlas, y el espacio demasiado pequeño para utilizar presión de agua. Intento utilizar la tierra, pero es imposible. La única variante que me queda es el fuego. Miro a mi alrededor con detenimiento y agudizo los oídos. No había presencia humana por los alrededores. Solo espero no incendiar la isla.
—Esto se va a poner bien caliente.
Extiendo mis manos hacia adelante y el fuego salió de las palmas de mis manos en dirección a los barrotes. Unos minutos después, estoy libre de esa pequeña jaula.
—Voy hacia ustedes.
—Grandioso —contesta Chris.
—Chicos, no quiero asustarlo, pero hay algo raro en este lugar —opina Brenda.
—Cuando salvé a Vincent, él me dijo lo mismo —añado mientras quito de mi vista unas hojas del tamaño de mi brazo—. Al parecer este bosque es muy traicionero. La vibra de la naturaleza no es normal.
—Hay que encontrar esos huevos lo más pronto posible. Hay algo aquí que no me gusta —recalca Javier.
—Dejen la conversación y sigan corriendo —interviene Austin—. Ya hay cinco chicos fuera. El tiempo está corriendo y la cuenta regresiva ya comenzó.
—¿Ya salieron cinco de los nuestros? —protesta Talia irritada—. Tenemos que movernos.
—En el camino van a encontrarse con un río —habló Lilith—. Tengan mucho cuidado. Cambia su curso de forma repentina.
Sigo caminando lo más rápido posible. La vegetación no me deja avanzar con la rapidez que quiero.
—Encontré el río —habla Javier—. No vayan a beber de él. Varios animales pequeños están dormidos a la orilla.
—Chicos, tiene que apurarse —habló Chris—. Hay tres más fuera.
—Ánimo, chicos —comenta Brenda—. No somos los primeros, pero no podemos ser los últimos.
Media hora después, han salido veinte chicos más, y yo aún no escucho ni el sonido del famoso río. Creí que me había perdido, pero al ver las coordenadas en mi reloj, noto que estoy en el camino correcto.
Me detengo por un instante y me alarmo. Todo está demasiado quieto. Los pájaros no se escuchaban y los insectos ni se mueven. Solo se siente el aire en el ambiente. Veo una sombra a mi derecha, pero fue muy veloz. Las hojas de los árboles y plantas se mueven de un lado para otro.
Sigo corriendo, y un poco más adelante escucho el sonido del río. Siento un gran consuelo, pero todo el alivio se fue para los pies cuando lo veo. No era un río, estoy en lo alto de un peñasco.
«¿Cómo voy a cruzar esto? Si bordeo o bajo el peñasco pierdo demasiado tiempo», pienso mirando a mi alrededor.
La cuenta regresiva en mi reloj baja con rapidez. Ya han salido dos más, y yo aún estoy a mitad del camino. A lo lejos veo la Montaña Amat. Está muy, muy lejos.
—Allison, ¿dónde estás? —pregunta Javier preocupado—. Todos estamos en la base de la montaña. Solo faltan tú y Lilith.
—Pero si ella es la que iba más adelantada —respondo y pongo a funcionar mis neuronas para encontrar una solución—. Yo ahora estoy por el risco.
—¿Risco? —preguntan todos al unísono.
—Yo no vi ninguno —añade Talia.
–Pues ahora mismo estoy en un risco de al menos 40 metros de altura. No me queda de otra. Voy a tener que volar.
—¡¿Qué?! No. Ni se te ocurra, Allison McKenzie —me regaña Brenda y mi reloj señala que tres más habían salido.
—No te estoy pidiendo permiso —respondo en susurros y miro a mi alrededor buscando otra solución que no sea lanzarme al vacío—. Es la única vía —añado derrotada—. Ustedes adelántense. Se están retrasando por mi culpa.
—¿Estás segura de esto, pequeña? —pregunta Chris y escucho el resoplido de Javier.
—Eh... no, pero no tengo otra solución.
—Imagínate que estás en una patineta —explica Tommy—. Eso me funciona a veces.
—Nos vemos en la cima, chicos. —El número en mi reloj desciende. Otro estudiante terminó el examen.
—Mucha suerte —intercede Austin.
—Una patineta, ¿verdad? Aquí vamos.
Miro con miedo hacia abajo. El golpe va a ser doloroso. Coloco ambos pies en el borde y camino un par de pasos con los ojos cerrados. Abro uno con miedo y luego el otro.
—Santa madre del verbo hermoso. ¡Está funcionando! —De momento, caigo en picada por el precipicio. Fue inevitable gritar aterrorizada.
—¡Allison! —gritaron mis amigos al unísono.
—Maldita sea tu patineta, Tommy —alargo el nombre mientras me acerco con rapidez al agua.
—¡Pequeña! —exclama Chris horrorizado.
A milésimas de tocar el agua, mi cuerpo se detiene como si hubiera aterrizado en un colchón de aire.
—¡Qué susto! —digo con el corazón en la boca.
—¿Allie? ¿Allie, estás bien? —preguntan todos en diferentes momentos.
—Estoy bien —respondo con la respiración entre cortada y escucho los suspiros de mis amigos al otro lado del intercomunicador.
—Gracias a Dios —habla Chris con voz aliviada.
—Cuando los vea, les cuento lo ocurrido. Yo estoy bien. Salieron cinco más. Tienen que moverse.
Sin saber lo que hago, me desplazo por la superficie del río. En el fondo hay piedras de diferentes colores. Toco el agua con la punta de los dedos y siento algo raro. Como si miles de sentimientos se encontraran en él y no pueda deducir ninguno de ellos al mismo tiempo. Cuando logro llegar a la otra parte del risco, respiro con alivio.
—Chicos, ¿alguien sabe de Lilith? —pregunto preocupada.
—Ella no se reporta desde hace 20 minutos —responde Tommy—. Estoy preocupado
—Ya llegué a la cima —interviene Javier—. Solo quedan veinte de los nuestros.
—Ustedes suban. Yo intentaré encontrar a Lilith.
Corro hacia la montaña, pero termino cayendo en un hoyo.
Editado: 04.10.2024