La rabia me carcome por dentro. Todos mis planes se han roto de uno en uno. «Maldita seas, Allison McKenzie», pienso mientras veo fotos de la parejita feliz en sus redes sociales.
La ira comienza a burbujear por dentro y la furia se apodera de mi cuerpo, causando que tire abajo algunas cosas que tengo encima de la mesa hacia el suelo de mi frío cuarto.
Con todas mis fuerzas, vuelco la mesa de caoba arrojando al suelo lo poco que quedaba en su superficie. Lanzo cosas de peso a los cristales que cubren las ventanas de mi habitación, quebrándolos en el camino.
—¡Te odio! —grito al silencio de mi habitación—. ¡Te odio, Allison McKenzie! —grito varias veces hasta que la garganta comienza a quemar.
La puerta de mi habitación es abierta y unos ojos me miran desde la lejanía. Veo como la rabia también es uno de los sentimientos que burbujean dentro de su cuerpo. No solo mis planes se habían roto, los de la persona que viene frente a mí con paso lento, también se quebraron por culpa de esa chica metiche.
—Tienes que tranquilizarte —dice intentando mantener la calma—. Ya tendremos otra oportunidad.
—¿Cuándo? —pregunto con los dientes apretados—. Dime cuándo.
—Es necesario mantener la calma.
—¿Cómo quieres que mantenga la calma? —espeto, quitando su mano de mi hombro con frustración—. Viste lo que pasó. Ni siquiera lo que hicimos para separar a esos dos funcionó.
—Algo se nos ocurrirá —dice colocando su mano en mi hombro nuevamente—. Si la montaña no va a Mahoma… —deja las palabras en el aire y una sonrisa siniestra aparece en sus labios.
—Mahoma tendrá que ir a la montaña. Gracias, Alana —respondo y dejo escapar una sonrisa mientras mi cabeza está maquinando el siguiente paso: si no pude separarlos, no me queda más remedio que matar a Allison McKenzie.
Editado: 04.10.2024