Salí con un solo sentimiento, incertidumbre, solo sentirlo me recorría un sudor frío, aun así, la volví a experimentar para recordar lo que dejé en aquel lugar. Las calles estaban para un día de paseo con el cielo azul y nubes tan blancas como la nieve misma, y yo, con una nube negra enviada como un castigo por el mismísimo Zeus, sobre mi cabeza.
Aun así, seguí sin un rumbo fijo, solo caminando sin estar consciente. No sería extraño que escapara y jamás volviera, pero tarde o temprano no escaparé del destino que me depara. Caminar mirando mis pies y mirar sin mirar es lo que he estado haciendo, un hombre con una gabardina azul golpeó tan fuerte mi hombro que termine en el suelo con fuerza, con la mirada en el cielo seguí con la incertidumbre, saber que no podré respirar con intensidad en poco tiempo solo provoca un miedo paralizante.
Con mi edad impar y corta, más el miedo por el que me está llevando mis pensamientos a no volver al presente me enferma y enloquece. Y con la cordura poco a poco desvaneciéndose, cierro los ojos.
Puede ser que el secreto mismo sea tan espantoso, que tal vez yo nunca haya visto ese cielo azul de ensueño junto con el hombre de la gabardina azul, quizá y solo quizás yo nunca salí de ese lugar que provoca pesadillas junto con una enfermedad de querer abandonar y aun así sigo encerrada, esperando como muchos dicen el más allá.