Poco a poco, el miedo a salir herida comenzó a desvanecerse y me di cuenta de que merecía darle una oportunidad a esa nueva historia. No podía dejar que el pasado me limitara de experimentar una posible felicidad. El destino había decidido cruzar nuestros caminos en esta etapa de nuestras vidas, y era momento de confiar en el presente. Juntos, exploramos un romance lleno de complicidad, comprensión y crecimiento mutuo.
Teníamos casi un mes de novios cuando me confesó que era Logan y que se había alejado de mí porque él era un hombre de la luna y que por rebeldía vino a la tierra y los dioses lo condenaron a ser un licántropo cada luna llena, para que así le aullara al satélite que abandonó. Me comentó que intentó decírmelo esa noche que me llamó, pero como lo ignoré, decidió buscarme y por eso se mudó cerca. Sorprendida por la revelación de Logan, mi mente se debatió entre la incredulidad y la curiosidad. ¿Cómo podía ser que mi exnovio fuera un licántropo? ¿Existían realmente los hombres lobo?
Decidí escucharlo con atención, tratando de mantener la mente abierta a la posibilidad de que eso fuera cierto. Logan me contó su historia, detallando cómo había sido condenado por los dioses a convertirse en un licántropo durante cada fase de la luna llena. Explicó que había decidido alejarse de mí para protegerme de los peligros y las consecuencias de su transformación. Aunque la historia sonaba descabellada y sacada de una novela de fantasía, algo en sus ojos reflejaba sinceridad y pesar. No pude evitar sentir empatía por su situación y la carga que llevaba.