Al comienzo fue difícil, pero poco a poco, fui aceptando la idea de que el hombre que amaba tenía esta doble naturaleza. A pesar de sus diferencias, decidí quedarme a su lado y apoyarlo en esta batalla que enfrentaba. Juntos, buscamos formas de controlar su transformación y mitigar los efectos de la luna llena en su vida.
A lo largo del tiempo me convertí en su confidente y apoyo constante, acompañándolo en cada transformación y brindándole comprensión en los momentos difíciles. Nuestro amor se fortaleció a medida que superamos obstáculos y desafíos inimaginables.
Nuestro amor verdadero crecía de forma colosal. Éramos muy felices, hasta que un día su padre, quien era un selenita y rey de la luna vino a por él. Los dioses lo habían perdonado y Logan tenía que volver para heredar el trono al cual estaba destinado.
La partida de Logan fue un momento desgarrador para ambos. A pesar de las lágrimas que derramamos, comprendí que su deber y responsabilidad eran regresar a su lugar de origen y él me prometió regresar por mí. Desde ese día, cada noche me sentaba junto a la ventana, esperando su regreso. Las estrellas parecían brillar con más intensidad y la luna se volvió mi confidente más cercana. Le susurraba mis pensamientos y deseos, rogando que Logan estuviera a salvo y que cumpliera su promesa de volver.