Los días se convirtieron en semanas, y las semanas en meses. Mi espera se llenó de incertidumbre y nostalgia. A pesar de eso, mi amor por Logan permanecía inquebrantable. Cada noche, me consolaba mirando la luna, sintiendo una conexión espiritual con él. El satélite seguía siendo nuestro vínculo invisible. Aprendí a interpretar cada fase lunar, encontrando en ella señales de esperanza y consuelo. Cada noche, cuando la luna estaba llena, me sentía más cerca de Logan, imaginando que él también miraba esperanzado hacia la tierra.
Pasaron años y mi devoción por Logan nunca flaqueó. Era mi alma gemela, el hombre al que amaba con todo mi ser. Mi fe en su retorno se mantuvo intacta, y la luna se convirtió en mi faro de esperanza en las noches oscuras. Hasta que, una noche, cuando ella brillaba en todo su esplendor, vi una silueta en la distancia. Mi corazón se aceleró y mis lágrimas de felicidad comenzaron a fluir. Era él, Logan, mi amado licántropo, regresando a mi lado.
Nuestro reencuentro fue lleno de emociones indescriptibles. Nos abrazamos con fuerza, sintiendo la plenitud de estar juntos nuevamente. Logan compartió conmigo historias y experiencias de su tiempo como rey lunar, pero enfatizó que su lugar siempre sería a mi lado y que incluso Selene intercedió por él para que regresara a la tierra conmigo. Y fue así, como nuestro amor se volvió eterno, trascendiendo las barreras de lo humano, y encontramos en la luna nuestra guía, nuestra aliada y testigo de un amor que nunca podrá ser eclipsado.