El rastro de la maldad

Cap. 3.- Un visitante inesperado

Conforme se acercaba, Sekai percibía una esencia extraña dentro del santuario que se le hacía conocida, como si la hubiera sentido antes en otro lugar, por lo que entró con cautela en caso de que se tuviera que enfrentar a alguien.

—Pasa, no hay nada que temer —dijo Inari.

La deidad lo miró fijamente, esta vez iba con la forma de un anciano. A su lado se encontraba un muchacho de cabello oscuro y traje negro de aspecto anodino en el que nada especial resaltaba.

—Sekai, ¿qué le pasó a tu ojo?
—¿Ah?

Sekai buscó una superficie reflectante, que resultó ser un cuenco de agua, y observó fijamente la imagen que éste le devolvió. Su ojo derecho seguía siendo amarillento, pero su ojo izquierdo se había tornado de un color verde almendrado que no había notado antes; al muchacho se le hizo un hoyo en el estómago al notar que era del mismo tono de su hermana.

—Era de esperarse —dijo el desconocido de repente—, que las habilidades de tu hermana se traspasaran a ti luego de su muerte.

Sekai miró al tipo, y al reconocer la energía que manaba de él se le acercó tomándolo del cuello para acorralarlo contra una pared.

—¿Quién eres tú y por qué tienes la esencia de Angelas?— preguntó comenzando a estrangularlo.
—Sekai, suéltalo —demandó Inari—. Es mi invitado y te exijo que lo trates como tal.

El desconocido comenzaba a asfixiarse y, luego de un momento, Sekai lo soltó dejando salir un bufido de incredulidad. El sujeto volteó a ver a Inari con un agradecimiento, y cuando recuperó el aliento dijo:

—Me da gusto no haber venido solo, gracias —y dirigiendo la vista a Sekai añadió—. Fui bautizado originalmente como Neutralumas, y posteriormente se me dio el nombre de Subaru, soy un sirviente de Angelas.
—¿Y por qué tienes parte de la esencia de Demonas? —preguntó Sekai cruzándose de brazos.
—Ellos son hermanos, la esencia de uno fluye a través del otro.
—Esa es una explicación muy rebuscada.
—Los dejaré a solas para que puedan hablar —terció Inari y salió del santuario.

Hubo un breve silencio, luego del cual Sekai le preguntó a Subaru:

—¿Qué es lo que quieres?
—Necesito tu ayuda con algo —respondió Subaru—. Es algo que pondría en riesgo a todos los mundos.
—No tengo obligación de ayudarte —replicó Sekai.

Subaru se esperaba esa respuesta, pero aún así estaba tranquilo.

—Yo diría que sí —dijo—. ¿El nombre de Tatsu Ikaranase te suena de algo?

Sekai miró a Subaru con incredulidad. El antiguo shinobi reconvertido en nigromante iba a ser la punta de lanza usada por Ritsu para liberar la muerte primigenia en el mundo y provocar la extinción de todo lo vivo, pero al final actuó en su contra para vengar su propia pérdida, ocasionada por su hermana.

—Tatsu está muerto —dijo Sekai.
—Y con su muerte se liberó algo —dijo Subaru—. Él creó un ser espectral con la capacidad de manejar y dispersar la ira en un radio ilimitado, por medio de ésta puede manipular las acciones de los afectados hasta crear toda clase de catástrofes.
—¿Qué te hace pensar que él tiene algo que ver?
—Cuatrocientos cincuenta y tres años no pasan en vano, ¿sabes? Tarde o temprano uno de tus errores volverá del pasado para acecharte. En fin.

Subaru exhaló un suspiro meditabundo y Sekai arqueó una ceja con expresión adusta, esperando, algo le decía que no había terminado. Luego de unos minutos en silencio, Subaru continuó como si nada diciendo sucintamente:

—El asunto quedaría en un simple espíritu vengativo vagando por ahí… de no ser porque consiguió un cuerpo físico y ahora está esparciendo la ira por el mundo, tú lo has visto.
—¿Y eso qué? —preguntó Sekai.
—Pues que este ente, de manera indirecta, puede hacer que la sexta profecía se cumpla.
—Entonces busca a los Spector, los atañe a ellos. No tiene nada que ver conmigo.

Subaru frunció el ceño, hastiado.

—No puedo involucrarlos en esto —dijo con lentitud, como si le estuviera hablando a un idiota—. Si los envío a desafiarlo, morirán, y no puedo enfrentarlo solo. Necesito a una deidad.

Sekai lo miró con rabia, y contuvo a duras penas el impulso de golpearlo.

—Yo no soy una deidad —replicó—. Los otros se encargaron de eso. ¿Por qué no vas a buscarlos a ellos? Es hora de que hagan algo para salvar sus estúpidos reinos. Lárgate.
—Esa no fue la expresión más afortunada…— dijo Subaru, viendo que había cometido un error.
—No, no lo fue —le interrumpió Sekai—. Vete antes de que decida olvidar que eres un invitado.

Para sorpresa de Sekai, Subaru no insistió; sino que hizo una reverencia y dio media vuelta para salir, pero se detuvo antes de irse y volteó como si hubiera olvidado algo.

—Ten en cuenta que si yo pude encontrarte, no pasará mucho tiempo para que los demás lo hagan —dijo.

Tras estas palabras, Subaru salió del santuario.




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