El rastro de la maldad

Ca 5.- Enfrentamiento a oscuras

Sekai observó las atestadas calles de Londres mientras seguía a Subaru. Los elegantes escaparates de las tiendas, y las fachadas de los edificios, se perdían entre el maremágnum de gente que avanzaba pensando en sus asuntos, pendiendo en una cuerda floja que los arrastraría al enojo con la menor provocación.

—Casi parece Nueva York —dijo, esquivando a un hombre.
—No repitas eso delante de un patriota inglés —replicó Subaru—. Los ingleses son muy celosos de su soberanía.

Los dos siguieron su camino hasta llegar a los barrios bajos donde la aglomeración de gente disminuía con cada paso que daban hasta que, repentinamente, se quedaron completamente solos. A pesar de que el sol brillaba en lo alto, el lugar se sentía ominosamente frío, y la gente evitaba pasar por allí de manera inconsciente.

—¿Sabes dónde estamos? —preguntó Subaru.
—Pues… a juzgar por el abandono del lugar, en el refugio del espectro que buscamos —dijo Sekai.

Subaru hizo un gesto ambiguo con las manos y dijo:

—También. Este es el barrio de Whitechapel.

Sekai volteó a verlo con extrañeza y luego cayó en la cuenta de lo que quería decir realmente.

—No me digas que…
—Sí.

Un sonido rasposo llamó su atención, seguido por unos pasos, y ambos voltearon hacia el origen de éstos; viendo a un muchacho menudo con ropas rasgadas y maltratadas, de cabello castaño claro apelmazado y piel cetrina, pero al verlo más detenidamente; Sekai pudo distinguir otra presencia detrás de él, como una especie de sombra unida al chico en una simbiosis parasitaria.

—¿Quiénes son ustedes? —preguntó con voz profunda y cascada, denotando dos entonaciones diferentes mezcladas en una sola—. ¿Qué hacen aquí?
—Queremos asegurarnos de que vuelvas a dónde deberías estar —dijo Subaru, analizándolo detenidamente.

El chico sonrió con desdén y soltó una carcajada.

—Créeme, ya estoy dónde debería —dijo.
—Yo no diría lo mismo. Eres…
—… alguien fuera de su tiempo.

Subaru volteó a ver a Sekai con sorpresa, pero lo dejó seguir ya que, al poseer el ojo de la muerte; podía ver más de la naturaleza de aquel ser al que se enfrentaban. Al igual que Subaru, Sekai analizó al chico frente a él y a aquella extraña sombra que lo colonizaba, pero apenas había logrado discernir su verdadera esencia, cuando aquel muchacho se le abalanzó encima desenvainando un viejo sable oxidado; Sekai retrocedió dando un salto hacia atrás y Subaru se adelantó, haciendo aparecer un hanbo de madera con el que bloqueó el sable, el impacto del choque entre las armas bastó para romper el filo oxidado de la espada.

—Maldición —soltó el chico—. Necesito recuperar mis armas.
—¿Quién eres tú? —le preguntó Sekai.
—Me llamo Akane —respondió el muchacho mirándolo con interés—. Tú despides una esencia que me es familiar.
—¿Qué es lo que buscas? —preguntó Subaru.
—Venganza.

Tras decir esto, Akane extendió los brazos; y de las casas aledañas salieron criaturas de formas contorsionadas en maneras antinaturales, avanzando a cuatro patas, algunos reptaban mientras que otros trepaban por las paredes. Uno de éstos se aproximó a Akane, ofreciéndole un brazo extremadamente largo partido a la mitad, de cuya fractura sobresalía un hueso astillado de color naranja.

—Eres muy gentil —dijo tomando el hueso, y lo partió a la mitad sacando una parte de la extremidad—. No tengo idea de dónde habrán quedado mis cosas así que tendré que conformarme con esto.

El muchacho pasó las yemas de los dedos por la superficie del hueso, convirtiéndola en una filosa arma. En ese momento, Sekai arremetió contra Akane usando su alabarda mientras que Subaru se hacía cargo de las criaturas deformadas; Akane lanzó un golpe en línea recta que Sekai desvió y, girando sobre su eje, atacó dirigiendo la hoja de la alabarda hacia el cuello de su contrincante; que lo esquivó con celeridad.

—No solo estás fuera de tu tiempo —dijo Sekai—. Y no es solo venganza lo que buscas.
—No estés tan seguro —replicó Akane.

El chico hizo un aspaviento con la mano, creando una ola de energía condensada que arrojó hacia Sekai, quien la repelió usando fuego negro y contraatacó usando llamas azules; Akane retrocedió evadiendo el ataque para después, deslizarse hacia adelante con su improvisada arma, pero en el último minuto se agachó girando sobre sí mismo con el brazo extendido, Sekai retrocedió de un salto para esquivar el golpe y al poner los pies en el suelo fue recibido por una marabunta de manos torcidas que lo sujetaron y cuerpos que lo arrastraban al piso amenazando con aplastarlo.

En ese momento Subaru apareció, jalando a Sekai fuera del alcance de aquellas cosas, y echaron a correr; abriéndose paso entre miembros deformes y extremidades anormales hasta que salieron de la callejuela y se situaron en la acera a la luz del sol. Subaru volvió a jalar a Sekai pero éste se soltó bruscamente de su agarre.

—¡Eso no era nada creado artificialmente! —exclamó.
—Sekai, aquí no —advirtió Subaru señalando a la gente que pasaba a su lado.

Ambos avanzaron hasta llegar al parque, tomando uno de los senderos alejados para tener algo de privacidad, fue en ese momento que Sekai miró a Subaru.

—Dijiste que era artificial —dijo.
—Sí, eso dije —replicó Subaru con simpleza—. Eso creía.
—¿Creías? ¿¡Me estás diciendo que nos lanzamos a una pelea a ciegas!?
—Te estoy diciendo que no estaba seguro de qué era exactamente. Mira, puedo ver los puntos débiles de cualquier persona, pero necesito saber a ciencia cierta quienes son, y si dices que Akane no fue creado artificialmente…
—¡Claro que no! ¡Es un alma arrancada de su cuerpo!

Subaru hizo un gesto con las manos pidiendo calma y Sekai respiró hondo.

—Si antes fue una persona, debe haber alguien que sepa quién es —dijo.
—Sí lo hay —dijo Subaru con gesto dubitativo—. Te mentí respecto a eso, lo siento. Hice algunas averiguaciones antes de verte en el monte Hiei. Conozco a alguien que sabe quién es a ciencia cierta, y no te va a gustar.




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