El rastro de la maldad

Cap. 9.- Cacería

—Vamos, se nos hace tarde.

Sachi jaló a Reijiro discretamente, que se paraba en cada sitio que le ofreciera una distracción.

—Deja de hacer eso —le recriminó él—. No eres mi madre.
—No, soy tu esposa —dijo Sachi con una sonrisa.
—Y estás exagerando. No necesito un médico.

Tal como Reijiro lo esperaba, Sachi no lo escuchó; sino que siguió avanzando hasta llegar a un escaparate donde ambos enfrentaron su reflejo.

—Mírate y atrévete a decirme que no lo necesitas.

Reijiro se miró en el escaparate: tenía el rostro pálido y las mejillas hundidas, unas profundas ojeras se notaban bajo sus ojos, y la piel de las manos se le veía extrañamente marchita. Parecía que algo se lo estuviera comiendo por dentro lentamente, consumiéndolo como un parásito.

—No lo necesito —dijo al fin, y Sachi resopló con frustración.
—Eres muy testarudo —replicó.
—Escucha, lo que en realidad necesito…

Unos gritos de terror se escucharon, llamando la atención de la pareja, y vieron a la gente huir despavorida de algo que no lograban apreciar. De repente, una colosal cabeza romboidal emergió del suelo; emitiendo un chillido agudo al tiempo que el resto de su cuerpo salía a la superficie, provocando que todos los que pasaban por allí huyeran despavoridos para no cruzarse con aquella cosa.

—¿Qué es eso? —preguntó Sachi sin apartar la vista de la criatura.

En un movimiento reflejo, la muchacha dirigió una mano a la cintura, deteniéndose al recordar que no llevaba armas consigo, y Reijiro le tomó el brazo negando con la cabeza.

—Las armas no funcionan contra él —dijo.
—¿Cómo sabes eso? —preguntó Sachi, confundida.
—He visto estas cosas antes.

En ese momento, la criatura volteó hacia ellos y comenzó a avanzar hacia su dirección a buen paso, como si el fin de su viaje fueran ellos dos. Reijiro y Sachi salieron corriendo, y la criatura aumentó la velocidad de su andar para alcanzarlos, Sachi entró a un callejón pero Reijiro no logró llegar, y se derrumbó en el suelo al borde de sus fuerzas, con lo que aquella bestia logró darle alcance. Sin embargo, antes de que se acercara, fue repelida por una potente llamarada negra que la hizo recular con un chillido aterrador y Sachi se acercó sujetando a Rejiro para ayudarle a levantarse.

La criatura se abalanzó contra ellos lanzando un rugido, y dirigió la cola hacia Sachi con la intención de atravesarla, Reijiro hizo un gesto con la mano creando un muro de piedra que bloqueó el ataque, para después lanzar una oleada de rocas contra ella, y se separó de su esposa.

—Estoy bien —le dijo—. Nuestra preocupación ahora es otra.

Sachi miró fijamente a Reijiro, para después extender la mano conjurando otra llamarada negra, interceptando de ese modo una lluvia de púas que se les venía encima y, en ese momento, ambos fueron golpeados por las extremidades de la bestia: ella fue embestida por una tenaza mientras que él fue derribado por una pata. La criatura fijó sus extremidades inferiores en el suelo lista para arrojar más púas pero fue impactado por un rayo que agrietó su cabeza.

—No puede ser —dijo Sekai aterrizando en el suelo con su forma animal—. Esto era una persona…
—Pues ya no más —replicó Subaru golpeando la cola de la criatura con el hanbo, la cual se desmenuzó con el impacto—. Lo cual quiere decir que Akane está desesperado.
—¿Quién? —preguntaron Sachi y Reijiro al mismo tiempo, la primera con incredulidad y el segundo con alarma.

Subaru abrió la boca para responder pero Sekai se le adelantó tomando su forma humana, exclamando:

—¡No tenemos tiempo para esto!
—Cierto —coincidió Subaru—. Su punto débil se encuentra abajo, solo hay que…

La tierra bajo la criatura se abrió con una sacudida, y de ésta salió una ola de fuego que la pulverizó por completo. Una vez que el peligro pasó, Sachi corrió hacia Reijiro, que se había dejado caer al suelo, y Sekai se acercó a ellos.

—Reijiro, mírame —musitó Sachi al verlo perdido, sujetando su rostro con ambas manos.
—Está enfermo —dijo Sekai al verlo detenidamente.
—Permítanme —dijo Subaru interponiéndose entre ambos.

Subaru tomó las manos de Reijiro enterrando sus uñas en las palmas del otro, insuflando la energía suficiente para hacer remitir lo que aquejaba al pintor. Fue entonces que Subaru se puso en pie jalando a Reijiro consigo.

—Listo —anunció con tono cantarín.

Sekai lo observó con extrañeza, pero la atención de Subaru se encontraba en Reijiro, que lo miraba con suspicacia.

—¿Qué está pasando? —preguntó.
—Pasan muchas cosas y tenemos poco tiempo —dijo Subaru—. Escucha, hay algo que necesitamos saber: quiero que me digas todo lo que sepas sobre la única buena acción de Tatsu Ikaranase.




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