El rastro de la maldad

Cap. 12.- La historia del aprendiz

Sekai dejó la bandeja de té sobre la mesa de centro, alrededor de la cual se hallaban todo reunidos y dejó una taza frente a cada uno.

—Su nombre es Akane Kurosawa —dijo Reijiro, con la mirada fija en el té—. Tatsu y yo lo encontramos en un espectáculo de fenómenos situado en Nagasaki, y él lo adoptó como su aprendiz.
—Un aprendiz… —reflexionó Subaru—. Igual que tú.
—No —negó Reijiro, catégorico—. No es igual a mí. Tatsu no solo entrenó a Akane en el combate, sino también en la nigromancia. Lo estaba preparando para ser su sucesor.
—Eso suena a que se estaba preparando para morir —dijo Sekai, bebiendo su té.

Reijiro soltó una amarga carcajada.

—De ninguna manera —dijo—. No sé qué planeaba exactamente, pero no estaba dispuesto a morir.

“Y Ritsu tampoco lo permitiría”, pensó Sekai. Ella lo habría manipulado para evitar su muerte, lo necesitaba para desatar la ira de Primeval, y pensar sobre la ira en particular le dio una idea. Casi como si leyera su pensamiento, Sachi preguntó:

—¿El poder de Akane tenía que algo ver con la ira?
—De hecho, sí —respondió Reijiro—. Podía provocar que la ira de las personas aumentara hasta crear disputas a su alrededor.

Sekai y Subaru se miraron uno al otro con una taimada expresión de alarma, mientras Reijiro continuaba su historia:

—Tatsu pasó semanas observando a Akane antes de ir por él. Descubrió que su poder funciona de dos formas: podía esparcir la ira por el aire, afectando a todos sin importar la distancia; o podía guardarla dentro de sí, afectando solamente a aquellos cercanos a él; haciendo relucir su maldad interna.
—Algo así sería muy ventajoso para él —interrumpió Subaru—. Pero, tarde o temprano, habría jugado en su contra.

Reijiro negó con la cabeza.

—Él cuidó de Akane como nadie lo había hecho, y se ganó su lealtad —dijo—. Y después de un tiempo, comenzó a enseñarle nigromancia. Akane tenía problemas de control, Tatsu trató de corregirlo porque, de lo contrario, terminaría enloqueciendo. Lo cual, eventualmente, sucedió.
—En Londres.
—En los tiempos de Jack.

Sachi soltó una exclamación ahogada y se cubrió la boca con una mano, sorprendida al darse cuenta de a dónde iba a terminar aquello.

—Jack el Destripador —dijo.
—Alto, un momento —interrumpió Sekai, mirando a Reijiro con incredulidad—. ¿Me estás diciendo que Jack el Destripador… fueron ustedes tres?

Reijiro desvió la mirada, incapaz de soportar el escrutinio de las tres personas que estaban allí, atormentado por lo que había hecho, y que ahora recordaba claramente.

—Hubo 11 asesinatos en ese periodo de tiempo, pero nosotros solo fuimos responsables de 7 —dijo—. Cuando los dos primeros aparecieron, Tatsu temió que Akane estuviera detrás de esto así que ideó una trampa… espantosa. Un ardid que se le volteó de manera inesperada cuando Akane descubrió entre sus notas el rito del halo de la muerte.

Esta vez fue Sekai quien soltó una exclamación. No había forma alguna de que él pudiera tener algo así, el halo de la muerte era un secreto hasta para los nigromantes más experimentados… y se recordó con amargura que tenía a Ritsu de su lado; era probable que ella le diera los secretos para imitar el poder de su padre.

—Para llevar a cabo el rito, se necesita el sacrificio de siete almas —dijo—. Un círculo hecho a través de un heptagrama con la energía de siete muertes violentas.
—El manejo de la ira termina por trastornar a su portador —intervino Subaru—. ¿Cómo es que Tatsu no se dio cuenta?
—Creyó que podría manejarlo —dijo Reijiro encogiéndose de hombros—. Era un hombre muy arrogante.
—Dijiste que había creado una trampa para atrapar a Akane.
—Destripó a una mujer enfrente de nosotros, la tercera víctima atribuida a Jack, argumentando que era parte de un ritual, y nos ordenó hacer lo mismo con otras dos; una cada uno.
—Y entonces aparecieron dos más.

Reijiro asintió, cabizbajo. Sabía que no estaba en condiciones de poder hacer nada, pero aún así no podía evitar sentir culpa por lo que le habían obligado a hacer. Sachi le tomó la mano con ternura y él la miró.

—No fue tu culpa —dijo ella—. No fue tu elección.

Ambos se quedaron en silencio, el cual fue roto por Subaru de manera intempestiva.

—¿Qué pasó con la energía de los muertos? —preguntó.

Reijiro y Sachi lo miraron sin comprender. Subaru se puso de pie y empezó a dar vueltas de un lado a otro mientras hablaba.

—Si Akane planeaba liberar el halo de la muerte, debió guardar esa energía para usarla después —dijo—. Tal vez creyó que podría salirse con la suya, o que Tatsu lo apoyaría si llegaba a enterarse. ¿Dónde quedó esa energía?
—En su cuerpo, probablemente —respondió Sekai como si nada—. Los nigromantes pueden almacenar energía en su cuerpo sin recibir daño colateral.
—Esa debe ser una de las razones por las que está desesperado por hallar su cuerpo —teorizó Subaru.
—¿Una de las razones? —preguntaron Sachi y Reijiro al unísono.
—Debe estar preocupado por la maldición de las dos almas —intervino Sekai.

Subaru miró a Reijiro con una leve sonrisa y dijo:

—Tú también deberías preocuparte por eso.
—Dos almas no pueden ocupar un mismo cuerpo —se apresuró a explicar Sekai—. Cuando esto ocurre, las dos ánimas se disputan el permanecer allí, debilitando la forma física que las contiene hasta que ésta colapsa.
—O hasta que las dos almas se fusionan en una sola, predominando una sobre la otra —intervino Subaru—. El alma vencedora absorbe a la intrusa asimilando aquello que le va a servir y la hace desaparecer.
—¿Se puede retrasar su efecto? —preguntó Reijiro teniendo un mal presentimiento.
—Sí —respondió Sekai, sabiendo lo que realmente quería saber—. Lo más que se ha podido retrasar es un año. Y no, no podemos permitir que la maldición de las dos almas destruya a Akane —añadió con severidad al ver que Reijiro iba a sugerir tal cosa—. No voy a arriesgar a un ser inocente a sufrir algo tan atroz.
—Akane no puede recuperar su cuerpo —replicó Reijiro.




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