El rastro de la maldad

Cap. 14.- El hijo renegado

Presa de la furia, Sekai arremetió contra Subaru sujetándolo por el cuello de la camisa, y le dio un puñetazo con toda su fuerza, para luego estrellarlo contra una pared violentamente.

—Lo sabía, no eres el sirviente de Angelas —dijo—. ¡Eres su hijo!
—Yo no diría precisamente eso… —dijo Subaru.

Sekai transformó las uñas de su mano libre en garras y le dio un zarpazo a Subaru que le desgarró toda la cara, Subaru lanzó un grito de dolor y extendió una mano lanzando una ráfaga de energía que hizo retroceder a Sekai, cubriéndose el rostro con ambas manos. Sekai hizo ademán de atacar, pero Sachi lo detuvo sujetándolo del brazo.

—Basta, Sekai —dijo—. Por favor, detente.
—Oye —llamó Subaru a Sachi con voz pastosa—. ¿Te ha dicho quién es en realidad?
—Sí, de hecho lo hizo —replicó Sachi, y añadió señalando a Reijiro—. Y él también lo sabe. Entre nosotros no hay secretos.

Subaru se apartó las manos de la cara, revelando que sus heridas estaban ya curadas, lo que exacerbó la ira de Sekai; haciendo un gesto de tregua pidiendo tiempo, el muchacho explicó:

—Yo no soy hijo del bien y el mal así como tú lo eres de la vida y la muerte. Soy lo que se podría decir una existencia artificial creada por capricho.
—¿Qué? —soltó Sekai—. ¿De qué estás hablando?
—Pues… —Subaru se rascó la cabeza—. Bueno, no hay palabras bonitas para decir esto, así que solo lo diré: cuando a ti y a tu hermana los dieron por muertos, Angelas y Demonas comenzaron a sentir curiosidad. Por mucho tiempo, las deidades habían tenido escarceos sin procrear y, de repente, Gyvenimas y Mirtis tuvieron dos hijos. ¿Por qué? ¿Qué había de diferente en la relación entre ellos dos? Y más importante aún, ¿podía repetirse sin tener contacto físico?

Sekai frunció el ceño; no tenía idea de a dónde iba a llegar esto, pero tenía un mal presentimiento. Subaru se encogió de hombros con un gesto de resignación y dijo:

—Ambos tenían la idea de que podrían crear seres vivos que, al haber sido fabricados sin vínculos emocionales, serían sirvientes perfectos a los cuales dejar sus cargos en el inframundo, en lugar de dejárselos a extraños que terminarían peleando entre sí, como eventualmente ocurrió. Con eso en mente, Angelas modeló un cuerpo con las características que él deseaba en un ayudante y le insufló parte de su esencia, junto a algunos de sus poderes. Demonas hizo lo mismo… y nací yo.
—¿Así sin más? ¿Y estuviste a su lado como si nada?
—No, no estuve a su lado.

Por primera vez, Subaru parecía molesto, lo que sorprendió a Sekai ya que, en el tiempo que llevaban juntos, no había mostrado ninguna emoción más allá de la jocosidad y el descaro.

—Hay diversos tipos de condenas —dijo Subaru con una mezcla de rabia y frustración—. A ti te condenó el caos, a mí me condenó el destino: cuando Paskirties Vieta se enteró de mi existencia, confrontó a Demonas y Angelas impidiendo que siguieran con su experimento, algo tarde porque yo ya estaba allí. ¿Y sabes qué pasó? Me encerraron. ¡Me encerraron igual que a él!

Subaru señaló a Reijiro, y éste comprendió. Después de todo, había pasado por lo mismo.

—El sueño de muerte —dijo.
—El sueño de muerte —repitió Subaru, y bajó la mirada—. Me mantuvieron dentro de una caja, en el sitio más recóndito de Limbo, sin vivir ni morir, suspendido por si algún día llegaba a ser útil. Y en cuanto Akane llegó a este plano, me devolvieron la vida y me dieron la misión de detenerlo.

La furia de Sekai se había desvanecido por completo, conmovido por el relato de Subaru. Éste lo miró por un momento antes de dirigirse a Reijiro, preguntando con voz monótona:

—¿Dónde está el cuerpo de Akane? Es posible que él vaya para allá.

Reijiro asintió en acuerdo diciendo una sola palabra:

—Aokigahara.
—¿El bosque a los pies del monte Fuji? —preguntó Sachi—. ¿En Yamanashi?
—Ese mismo.
—Pues vamos allá.

Pero antes, debían hacer una parada.




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