Estaban en la prefectura de Yamanashi, eso estaba claro. Era todo lo que podían sacar en claro entre todo el caos que había atrapado a la ciudad. Aquellos que no habían sucumbido a la muerte, se encontraban enzarzados en un intenso forcejeo buscando arrebatar la vida de sus contrincantes. El viento soplaba y los edificios ardían en incendios sin un origen claro.
—Es una catástrofe —musitó Sachi, sin apartar la vista del desolado paisaje.
—¿Cómo es que Akane hizo esto en poco tiempo? —preguntó Subaru.
Sekai miró alrededor en el momento que el cielo tronó y comenzó a llover. Frunció el ceño al notar que había algo antinatural en aquella tempestad y se dio cuenta.
—Esto no lo hizo Akane —dijo—. Al menos, no lo hizo solo. Esta lluvia no es natural.
—¿Qué es lo que…? —comenzó a preguntar Subaru, y se interrumpió al caer en cuenta de a qué se refería—. Lo que nos faltaba.
—¿Qué cosa? —preguntó Reijiro, confundido.
—Allí hay alguien —advirtió Sachi, señalando a la distancia, donde una silueta se recortaba contra la luz de las llamas.
Un mal presentimiento se asentó en los cuatro con aquella visión y, con una sensación de inminente fatalismo, Sekai dio un paso adelante para quedar a la intemperie. El agua fría que caía de arriba se tornó súbitamente caliente y la silueta comenzó a avanzar en su dirección, el muchacho caminó hasta ella ignorando el dolor de las quemaduras que comenzaban a aparecer en su cuerpo, producto de la lluvia corrosiva que le caía encima. Cuando consideró que estaba a la distancia adecuada gritó:
—¡Ya basta!
Por un momento, no ocurrió nada, pero un instante después la lluvia volvió a la normalidad. Un rayo cayó detrás de la figura dando un vistazo a ésta: era un ser de apariencia andrógina completamente calvo, totalmente plano y desnudo, de color marfil a excepción de sus ojos, que mostraban una extraña heterocromía: su ojo izquierdo tenía por igual un color azul y rojo, mientras que su ojo derecho estaba pintado de color gris y verde. Sekai sintió un escalofrío recorrer su columna vertebral con la breve visión y tragó saliva.
—¿Ya se cansaron de tener que buscar siempre cuatro cuerpos? —preguntó.
Aquel ser abrió la boca, y de ésta brotaron cuatro voces que hablaron al unísono en una aterradora cacofonía:
—Somos más fuertes siendo uno solo.
—Ahí los tienen —dijo Subaru—. Los hermanos elementales.
—No puede ser —replicó Sachi—. Anette los mató.
—No puedes matar a una deidad, solo su forma física, lo cual te permite tener el poder de su reino.
Reijiro observó fijamente a Sekai, cuya atención seguía fija en el ser andrógino, y desenvainó su espada, internándose en la lluvia ante el pasmo de Subaru y la sorpresa de Sachi.
—El muy idiota —masculló—. Va a hacer que lo maten por no prestar atención.
Al darse cuenta de lo que sucedía, Sachi y Subaru corrieron tras Reijiro. Sekai mantuvo la mirada fija en los ojos alucinantes del cuerpo y dijo:
—Déjenme adivinar: creen que puedo traer la devastación planeada por mi hermana, ¿no?
—No —sisearon las deidades—. Tú traerás una devastación mayor para nosotros. Por eso debes morir.
—Sí, miren, un hermano suyo ya lo intentó y no le fue muy bien. ¿Qué les hace pensar que ustedes sí podrán hacerlo?
—Tenemos de nuestro lado a quién tú buscas.
Se escuchó un chillido cascado, y dos seres alargados con patas romboidales se abalanzaron sobre él con la intención de aplastarlo. Sekai retrocedió en el momento que uno de éstos fue atravesado por gruesos troncos que brotaron de la tierra, mientras que el otro ser fue rebanado de un lado a otro por Reijiro. Una criatura cadavérica con forma de serpiente se arrastró en su dirección y fue carbonizada por Sachi en el momento que el muñeco extendía los brazos lanzando un chorro de magma ardiente hacia Sekai; Subaru se colocó frente a él usando sus alas metálicas como escudo y chasqueó los dedos haciendo aparecer una llama turquesa.
—¡Espabila! —gritó, dirigiéndose a Sekai, con los ojos despidiendo el mismo brillo de la llama—. Sabes cómo detenerlos. Es un conocimiento inherente en ti.
“Comprendes el alcance de lo que va a suceder”. En el breve instante que tuvo acceso a la mente de Sekai, Subaru entendió lo que el Destino quería decir y supo también la verdadera razón por la cual se le había permitido vivir, siendo consciente de que a partir de ese momento su vida ya no valía nada. Aún así, atacó lanzando la llama hacia los elementales, la cual se convirtió en un bólido sólido que impactó al cuerpo, haciéndolo retroceder.
Detrás de éste se levantó un nuevo ser: una abominable forma espiral con tentáculos que esparció un viento fétido en el ambiente, el cual terminó con la existencia de las pocas personas que seguían en pie, sumiendo sus cuerpos en un avanzado estado de descomposición que los hizo caerse en pedazos.
—El viento de putrefacción —dijo Reijiro—. Creí que era algo intransferible.
—¿Tú cómo sabes eso? —preguntó Sachi con alarma.
La atención de Oras se centró en ella, atrayendo con eso la atención de sus hermanos. La deidad del aire reconoció a la muchacha de su anterior encuentro y la boca del cuerpo que los cuatro compartían se abrió, dejando salir una voz áspera que temblaba de ira.
—Tú y yo tenemos algo pendiente, niña. Nadie se burla de mí sin represalias.
Represalias que, dicho sea de paso, ya deberían haber sido sentidas con ese viento de muerte antinatural. Entendía por qué ni el chico de alas metálicas ni el cambiaformas se veían afectados por ello, su naturaleza maldita de hijos apócrifos los hacía inmunes a ello, pero eso no explicaba como los otros dos seguían en pie después de que la podredumbre golpeara sus cuerpos. No importaba, se dijo con desenfado; lo que el viento de la putrefacción no había hecho, su propio viento sí lo haría.
—Sufrirás el destino de aquellos que osaron desafiar al aire.
—¡Espera!