El rastro de la maldad

Cap.18.- El recinto de la culpa

Sekai confrontó a Reijiro, apartando la mirada de la lúgubre construcción, y le preguntó:

—¿Qué nos espera adentro?
—Adentro solo hay dos habitaciones —respondió Reijiro—. La primera es una antesala que será pequeña; pero conforme avances se irá ensanchando cada vez más hasta que ya no distingas ni el principio ni el final. Una vez estés desorientado, la sala te atormentará con algo.
—¿Con qué? —preguntó Subaru.

Reijiro se encogió de hombros.

—No lo sé —dijo—. La única vez que estuve aquí, entré con Tatsu y él evitó que eso pasara.
—¿Y la segunda sala?
—Es un recinto funerario. Ahí está el cuerpo de Akane, y ahí debemos destruirlo.
—Bueno, entremos.

Sin embargo, ninguno de los tres hombres se movió: fue Sachi quien entró primero al castillo, internándose dentro de un oscuro pasillo, y entró al sitio mientras que Sekai miró alrededor antes de entrar. Los cuatro avanzaron en fila india, alertas a cualquier cosa que se les pudiera atravesar en su camino y llegaron a una habitación abovedada, iluminada por cientos de candelabros que alojaban cirios negros encendidos, cuyas llamas titilaban a pesar de no haber viento alguno soplando en el lugar. Había hileras de columnas rocosas en toda la sala, creando cuatro pasillos idénticos. Las paredes, al igual que las columnas, eran de una apariencia rocosa y el suelo de madera crujía levemente.

—¿Y ahora qué? —preguntó Subaru.
—Ahora seguimos adelante —respondió Sekai—. Y creo que lo más prudente sería no separarnos.

Los chicos se adentraron a uno de los pasillos, aún en fila india, sin bajar la guardia. Había algo en aquella sala que les ponía los pelos de punta, como si presintieran que el peligro les acechaba detrás de cada columna que iban pasando, esperando el momento indicado para saltarles encima y frenar su avance. Sin embargo, no estaban preparados para lo que vino a continuación: un viento cortante de ultratumba sopló, trayendo consigo un silbido que pronto se convirtió en otra cosa.

—¿Escuchan eso? —preguntó Reijiro, deteniéndose.

Sus compañeros hicieron lo mismo, escuchando con atención. Tras el ulular del viento podían escucharse diversas voces hablando en voz tan baja; que era difícil distinguirlas.

—Son susurros —dijo Sachi—. Pero qué...

La muchacha se paralizó al escuchar entre éstos una voz conocida para ella, y se llevó una mano a la boca sintiendo una gran angustia, la cual se transmitió a Reijiro y Sekai. Por su parte, Subaru solo percibía un molesto zumbido que se iba intensificando conforme las voces se hacían más claras; un momento después logró distinguir el sonido de algo ventoso acercándose y un ramalazo de pánico recorrió su cuerpo al reconocer de qué se trataba.

—¡No los escuchen! —exclamó—. Son...

Su advertencia llegó tarde: Sachi, Reijiro y Sekai salieron corriendo en direcciones diferentes hasta perderse de vista. El sonido ventoso se escuchaba cerca, deteniéndose justo detrás de Subaru, y éste se volteó enfrentándose a eso.

—... parásitos de culpa —dijo en un susurro, antes de alejarse dando un salto.

*****

Sekai corría sin rumbo fijo, siguiendo aquella voz que lo llamaba. Algo le decía que todo era una trampa y que debía detenerse cuanto antes, pero simplemente no podía hacerlo, su instinto le alertaba de que encontraría la perdición si llegaba al final de ese recorrido, y aún así siguió adelante con una angustia que le oprimía el corazón horriblemente; temiendo lo que sea que fuera a encontrar en cuanto el camino terminara.

Finalmente logró detenerse, y la voz lastimera que había sido su guía dijo una palabra clara:

—Mírame.

Los ojos bicolores de Sekai se posaron en una figura que se acercaba con lentitud, como si se deslizara en un suelo filoso que lastimara sus extremidades. Poco a poco, la figura se convirtió en un cuerpo maltrecho que el chico reconoció: era una chica de ojos bicolor como los suyos, solo que su ojo derecho era amarillento y su ojo izquierdo era almendrado. Su vestido negro estaba rasgado, dejando ver una maraña de tentáculos; la mayoría de éstos colgaba flácidamente y eran unos pocos los que podían usarse para el movimiento, en su estómago se abría un hoyo que derramaba sangre violeta, la cual manchaba el piso conforme avanzaba.

Sabía quién era, pero su mente se negaba a aceptarlo.

—¿Ritsu? —musitó Sekai, impactado—. No puede ser, tú... tú estás...

Ritsu alzó los brazos, mirando acusadoramente a Sekai.

—Esto es culpa tuya —dijo con rabia.
—Yo te vi morir.
—Pudiste evitarlo y aún así dejaste que sucediera. ¿No fue eso lo que dijiste?

Con cada palabra que decía, Ritsu continuaba su camino acortando la distancia que la separaba de su hermano, el cual permanecía quieto en su sitio, con las lágrimas de su remordimiento rodando por sus mejillas.

—¡Nunca me escuchas y decidiste hacerlo en el momento más inoportuno! —increpó ella—. ¡Eres el hijo de la Vida y me dejaste morir!

Tras decir estás palabra, Ritsu soltó un gruñido animal y se abalanzó sobre Sekai.

*****

Sachi retrocedió, evitando el agarre de aquella aparición que había sido su hermana Tomiko. Desde que escuchó su voz entre la maraña de susurros que resonaron en aquella sala, sabía que la encontraría por más imposible que se le antojara la idea: era más probable que se topara con un espectro o algo así, pero de todos modos siguió corriendo, tenía que quitarse la duda que se había instalado en su mente.

Tenía que saber si aquella que la llamaba era realmente su hermana.

Sin embargo, lo que encontró la horrorizó: tenía enfrente un cuerpo roto y re ensamblado de formas inimaginables, con miles de suturas surcando por toda su piel; convirtiéndolo en un triste remedo de ser humano que se movía de una pasmosamente veloz; pese a sus extremidades deformadas. Su rostro se estiraba de manera grotesca sobre su cráneo y se mantenía sujeta por gruesos hilos que rodeaban su cabeza como una especie de diadema y sus labios se encontraban distendidos, sujetados por hilos que cruzaban sus mejillas.




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