Alessio seguía a Marcus a una prudente distancia, mientras pensaba en todo lo que él y su tío le comentaron acerca de Rebecca Carmesí y lo "víbora" que podía llegar a ser. Marcus estaba seguro, no, totalmente convencido de que él lograría neutralizarla.
Alessio no sabía que pensar, Corporación Red parecía un lugar amigable y ameno. Apenas cruzó la entrada los empleados se portaron bastante amables en cuanto Marcus Carmesí lo presentó como el nuevo asistente de su hermana, apesar de que ella ni siquiera lo conocía o había aceptado sus servicios.
Todo era tan confuso.
—Es aquí.—dijo deteniéndose frente a una puerta doble.—La oficina de mi hermana.
Alessio asintió, esperando que como lo había hecho antes, Marcus entrara y lo presentara con su nueva jefa, pero el hombre se cruzo de brazos haciéndole una señal con la cabeza en un gesto que parecía decir "Es tu turno de actuar"
Alessio tragó saliva y golpeó un par de veces la puerta, pero no hubo respuesta o al menos no una de dentro.
—Dice la jefa si lo que necesitan es ¿urgente?—preguntó una jóven mujer que estaba a un costado de la oficina de Rebeca Carmesí. Alessio no la había visto por andar distraído en sus pensamientos.
—Dile a la víbora que su nuevo asistente ha llegado.—contestó Marcus con un aire burlón que le arrancó una sonrisa a la mujer.
—Pobre de él.—comentó la rubia clavando sus intensos ojos azules en los suyos. Tapo con una de sus manos la bocina del teléfono y añadió.—La víbora no está en sus buenos días. Por cierto me llamó Penny y soy su secretaria.—le extendió su mano antes de volver a la llamada.
—Sí es importante.—murmuró al teléfono y luego colgó.—Dice que puede pasar. Tienes 20 minutos para hablarle, no desaproveches su tiempo o es posible que te eche en tu primer día.
—No te preocupes por eso, Penny.—Marcus le habló con confianza a la secretaria.—Él lo hará bien ¿verdad?
Alessio asintió sin saber en qué se estaba metiendo. Era evidente que su nueva jefa no era muy querida en Corporación Red y las causas aún le resultaban desconocidas.
Ingresó al despacho en completo silencio, procurando pensar en las palabras adecuadas para explicar su situación actual y conseguir la soltura suficiente para enfrentarse a la mujer que todos parecían repudiar a su manera. Su tío, el hermano de ella, sus empleados.
Observó con detenimiento el lugar de estilo sobrio apenas decorado con dos plantas, una repisa de libros y un escritorio donde descansaba una computadora. No habían fotos familiares, ni pinturas coloreando las paredes o objetos que le dijeran algo de los gustos o preferencias de la mujer sentada frente a él.
Rebeca Carmesí no había levantado su vista de su computadora ni por un segundo en todo el tiempo que él contemplaba la estancia. Su largo cabello castaño estaba recogido en una coleta alta que hacía realzar sus pómulos. Sus ojos estaban delineados con lápiz negro y sus labios eran de un rojizo sangre que combinaba con sus tacones del mismo color.
—¿Te quedaras todo el día allí parado observándome?—preguntó derepente sin levantar ni un centímetro la vista. Era como si mirarlo resultara una pérdida de tiempo para ella.
—No...yo. Soy su nuevo asistente.
La mujer sonrió a la pantalla de la laptop con genuina ironía y aburrimiento.
—No recuerdo haber contratado un nuevo asistente. Tampoco es que me haga falta.
—Su hermano, el señor Marcus me asignó como su asistente.
—Oh...así que eres el nuevo juguete enviado por Marcus.
Rebecca levantó su mirada y su sonrisa se ensanchó al ver al ratoncito que su hermano había conseguido para ella.
Ay Marcus, nunca cambiaras, pensó.
—Me sorprende que haya optado por una diferente estrategia.—dijo más para si misma.—Antes llenaba mi despacho con casanovas y ahora me manda a un niño. ¿Acaso revisó mi horoscopo y descubrió que mi nueva debilidad son los menores de 25?
Alessio no dejo de clavar su mirada en ella. A pesar de sentirse ofendido por sus palabras no podía dejar de observarla realmente embobado. Era patético, sí, pero por un momento hasta consideró que su estancia junto a la víbora Carmesí no resultaría tan mala como había pensado. Lástima que la mujer ahogó cualquier esperanza cuando dijo:
—Puedes decirle a mi hermano que agradezco su preocupación, pero si desea mantenerte en Corporación Red que sea como su asistente y no como el mío.