La ciudad parecía diferente con la lluvia ya disminuida. Las calles brillaban bajo las luces cálidas de los faroles, y el aire fresco tenía un toque renovador, como si el mundo estuviera comenzando de nuevo. Noemí y Hunter caminaban juntos por la acera, las gotas de agua aún resbalando por las hojas de los árboles y las estructuras de los edificios. La gente pasaba rápidamente a su alrededor, pero en su pequeño mundo, las cosas se sentían más tranquilas, como si el tiempo hubiera desacelerado por un momento para permitirles disfrutar de la compañía mutua.
Noemí, normalmente tan reservada, se encontraba relajada. Nunca pensó que una conversación con un completo desconocido podría sentirse tan fácil. Hunter, con su actitud despreocupada y su manera de hacerla reír, la había sacado de su burbuja, esa burbuja que había construido a lo largo de los años para protegerse del mundo exterior. A pesar de su naturaleza introvertida, se encontraba cómoda en su presencia.
—Entonces, ¿cómo es que terminaste en la ciudad? —preguntó Hunter mientras daban otro paso. La pregunta era sencilla, pero la forma en que la formuló le dio a Noemí la sensación de que realmente le importaba.
Noemí se detuvo un momento, mirando al frente antes de hablar. Su respuesta no iba a ser fácil, pero sentía que, por alguna razón, podría abrirse un poco. La verdad era que la vida en su ciudad natal había comenzado a sentirse como una jaula, una rutina que la había absorbido hasta que ya no se reconocía en ella misma. Venir aquí era su intento de encontrar algo más, algo que le diera un propósito.
—Mi vida allá se volvió... monótona, creo. —dijo en voz baja. —No es que no me guste, pero sentí que tenía que cambiar de aires. Venir a la ciudad fue una forma de encontrar algo diferente. Tal vez una oportunidad para descubrirme a mí misma.
Hunter asintió lentamente, como si entendiera a la perfección lo que estaba sintiendo. En cierto modo, él también había llegado a la ciudad por razones similares, aunque su motivo había sido más impulsivo. La ciudad había sido un escape de su propia vida que sentía que ya no lo contenía.
—Te entiendo más de lo que imaginas —respondió él, mirando hacia adelante, como si estuviera observando su propio reflejo en las luces de la calle. —A veces la vida parece atraparnos, y es fácil perderse en la rutina. Pero a veces, cambiar de escenario es lo que necesitamos para redescubrirnos.
Un silencio cómodo se instaló entre ellos mientras seguían caminando, pero no era incómodo. Noemí no se sentía presionada para decir más, y Hunter parecía contento con lo que había dicho. Como si hubieran compartido un pequeño secreto. La ciudad alrededor de ellos seguía su curso, pero ambos sabían que por un rato, en esa noche lluviosa, estaban en un lugar donde el tiempo había tomado una pausa.
El sonido de sus pasos sobre el pavimento mojado se mezclaba con el murmullo lejano de los autos. A lo lejos, una pareja pasaba, sonriendo, ajena a la conexión que se estaba formando entre los dos jóvenes que caminaban en silencio. La tormenta había dejado paso a una calma que, aunque momentánea, les daba la sensación de que todo podía ser posible.
De repente, Hunter rompió el silencio con una sonrisa en su rostro, dirigiéndose hacia una pequeña plaza que se veía tranquila y abierta.
—Mira, ahí está la fuente que te mencionaba. Es un buen lugar para sentarse y, si te soy sincero, es el sitio donde vengo a pensar cuando necesito desconectarme de todo —dijo, señalando el centro de la plaza donde el agua de una fuente caía en cascada sobre unas piedras redondas, creando una melodía suave.
Noemí asintió con una sonrisa, sintiendo que tal vez ella también necesitaba desconectarse por un rato. Se acercaron a la fuente y se sentaron en uno de los bancos cercanos. Hunter se acomodó de manera relajada, con las piernas estiradas frente a él, mientras que Noemí, algo más reservada, cruzaba las piernas sobre el banco y observaba el agua, pensativa.
—Siempre me ha gustado este lugar. —dijo Hunter después de un rato, mirándola de reojo. —Es como si te recordara que, a pesar de todo lo que sucede, hay algo que siempre sigue adelante. El agua sigue fluyendo, la vida sigue.
Noemí lo miró, un poco sorprendida por la profundidad de sus palabras. Sin quererlo, una sonrisa apareció en su rostro. Algo en su voz y en su manera de ver las cosas la hacía sentir que quizás, solo quizás, había algo más allá de la ciudad y de sus propios miedos.
—Nunca lo había visto de esa forma. —dijo ella, con una sonrisa genuina. —Tienes razón. A veces, las cosas siguen su curso sin importar lo que hagamos.
Hunter la miró con una sonrisa encantadora, sus ojos brillando bajo la luz tenue de la plaza. Sabía que había algo especial en esa chica que acababa de conocer, algo que no podía explicar. Había una conexión que sentía que no debía dejar escapar.
—¿Sabes qué? —dijo Hunter, levantándose del banco de repente. —Esto me recuerda que siempre hay algo bueno después de las tormentas. Y hoy ha sido una buena tormenta.
Noemí lo miró, sin saber exactamente qué decir, pero sonrió de nuevo. Era una sonrisa ligera, relajada. La primera vez que sentía que la ciudad no estaba tan vacía.
—Tal vez deberíamos caminar un poco más —respondió Noemí, con una chispa de aventura en sus ojos.
Y así, de manera inesperada, la noche comenzó a seguir su curso. Entre risas, charlas y momentos de silencio, ambos supieron que este encuentro casual sería solo el principio de algo que ninguno de los dos podría anticipar.