El recuerdo de ser nosotros

03 encuentros y desencuentros

El día siguiente amaneció gris, con nubes pesadas que colgaban bajo el cielo, como si la ciudad misma estuviera reteniendo un suspiro. Noemí despertó temprano, el sol apenas asomándose entre las sombras de su habitación. Su mente seguía dando vueltas al encuentro de la noche anterior. A pesar de lo breve, esa caminata con Hunter había dejado una sensación de ligereza en su pecho, algo que no había sentido en mucho tiempo. Se levantó de la cama y se asomó a la ventana. Las calles estaban vacías, pero no sentía la misma quietud de siempre. Algo había cambiado.

Se preparó para el día con una sensación inexplicable de expectación. No sabía por qué, pero sentía que algo más había comenzado a nacer en su interior, como si estuviera en el inicio de una nueva etapa en su vida. ¿Era el encuentro con Hunter? Tal vez. O quizás solo era una de esas rachas en la vida que a veces nos hace ver todo de manera diferente.

Mientras tanto, Hunter también se encontraba en su apartamento, despertando con el mismo sentimiento de algo inusual. La noche pasada había sido más que una simple caminata bajo la lluvia. Había algo en Noemí, algo en su manera de ser tan tranquila, tan reservada, que lo atraía. No era solo la química o la simpatía; era la sensación de que con ella podía ser él mismo sin necesidad de mostrar más de lo que realmente era. Y eso no ocurría a menudo.

Cuando sus pensamientos comenzaron a vagar más allá de su control, decidió que era hora de hacer algo al respecto. No quería dejar que la oportunidad se desvaneciera, como tantas otras veces. Así que decidió buscarla, encontrarla. Después de todo, ¿qué tan difícil podría ser?

El teléfono de Noemí vibró mientras tomaba su café de la mañana. Era un mensaje de Hunter.

Hunter: “¿Hoy te gustaría salir a caminar otra vez? Esta vez sin lluvia, lo prometo.”

Noemí sonrió mientras leía el mensaje. Algo en su interior la instaba a decir sí, pero sabía que aún había tantas dudas flotando en su cabeza. A pesar de la conexión que había sentido la noche anterior, la vida de ambos seguía siendo complicada, y el tiempo no siempre juega a favor de los momentos espontáneos.

No obstante, algo en el tono del mensaje la hizo responder positivamente.

Noemí: “Me parece bien. ¿Dónde nos vemos?”

Hunter: “En la plaza a las 6. Te espero.”

Noemí dejó su teléfono en la mesa, mirando al frente. El día había comenzado, y aunque todo en su vida parecía estar en su lugar, el pequeño cambio que había comenzado la noche anterior la hacía sentir que tal vez estaba tomando un camino que no había planeado, pero que ahora deseaba recorrer.

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A las 6 en punto, Noemí llegó a la plaza. El aire estaba fresco y el sol comenzaba a desaparecer, dando paso a la luz tenue del atardecer. Miró alrededor, esperando encontrar a Hunter, y al instante lo vio, apoyado contra una de las farolas, con una sonrisa en el rostro. Su presencia, tan natural y tranquila, parecía haber encajado con el ambiente de la plaza. Noemí se acercó lentamente.

—Parece que el día decidió darnos una tregua, ¿no? —comentó Hunter mientras se acercaba.

—Parece que sí. —respondió Noemí, devolviéndole la sonrisa. Se sentó en uno de los bancos, señalando el espacio vacío a su lado. —Entonces, ¿qué hacemos hoy? ¿Otra caminata sin lluvia?

Hunter se sentó junto a ella, cruzando los brazos. —Bueno, podría ser otra caminata, o tal vez solo quedarnos aquí y disfrutar del silencio. A veces, no hace falta hacer nada para que el momento sea perfecto.

Noemí lo miró, sorprendida por lo fácil que era estar en su presencia. Había algo en Hunter que le permitía relajarse sin pretensiones, algo que la hacía sentir que no tenía que ser alguien que no era. Simplemente estaba allí, en ese momento.

—Supongo que tiene algo de cierto. —dijo ella, mirando al frente. —A veces nos complicamos demasiado las cosas, cuando lo único que necesitamos es tomar un respiro.

Hunter asintió, sonriendo. —Exactamente. A veces, solo hay que permitirnos ser.

El silencio entre ellos se llenó de una calma agradable. El sonido de los pájaros y el viento se mezclaba con el murmullo distante de la ciudad. Nadie parecía estar apurado, ni ellos ni el entorno. Solo existían ellos dos, sentados en un banco, compartiendo la misma quietud.

—¿Sabes? —dijo Hunter, rompiendo la tranquilidad. —Nunca había conocido a alguien que pudiera disfrutar del silencio de la forma en que tú lo haces.

Noemí lo miró, sorprendida nuevamente. —Nunca lo había pensado. Quizá es porque siempre he tenido que lidiar con ruidos, con gente que no entiende lo que está pasando en mi cabeza. Quizá... por eso valoro tanto los momentos de paz.

Hunter la observó en silencio, sintiendo que esas palabras conectaban más con él de lo que esperaba. A veces las personas más calladas eran las que llevaban las historias más complejas.

—Creo que tenemos algo en común, entonces. —dijo él en voz baja.

El momento se alargó, y aunque las palabras eran pocas, ambos sabían que algo importante se estaba tejiendo entre ellos. Quizás no sabían qué sería o cómo evolucionaría, pero lo que sí sabían era que ese momento de complicidad no lo cambiarían por nada.




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