El recuerdo de ser nosotros

05 recuerdos del pasado

La noche ya había caído sobre la pequeña ciudad, pero la plaza seguía viva. Las luces tenues de las farolas iluminaban el pavimento empedrado, creando sombras que danzaban al ritmo del viento suave. Noemí y Hunter caminaban lentamente, sin prisa, pero con una extraña sensación de que esa noche era distinta, de que algo había cambiado en el aire. El frío ya se sentía en el ambiente, pero ninguno de los dos se preocupó por eso. Estaban demasiado absortos en la conversación que había surgido casi sin querer.

—Mis papás… —Hunter comenzó a hablar con voz suave, como si buscara las palabras correctas—. Ellos eran reyes de un lugar llamado Lydria. Un reino apartado en el corazón de las montañas.

Noemí lo miró con sorpresa. Nunca habría imaginado que alguien tan cercano a ella tuviera una historia tan... ajena a lo que había vivido hasta entonces.

—¿Reyes? —preguntó, algo incrédula, sin saber si estaba entendiendo bien.

Hunter asintió, pero su mirada se tornó distante, como si se sumergiera en un recuerdo lejano, uno que le dolía revivir.

—Sí, reyes. —Su voz se hizo más profunda, más seria. La historia de Lydria no era solo una narración distante para él; era parte de su identidad, de lo que había sido. Noemí pudo ver cómo, en su rostro, asomaban sombras de lo que había sido su vida antes de llegar hasta allí. Antes de ese encuentro fortuito en la cafetería. —Crecer allí no fue fácil. Teníamos riquezas, tierras, todo lo que cualquier persona podría desear. Pero también teníamos muchas expectativas, demasiadas.

Hunter hizo una pausa, como si estuviera ordenando sus pensamientos. Noemí no lo interrumpió, sabía que estaba a punto de compartir algo importante.

—Cuando yo era pequeño, el pueblo estaba en guerra. Mis padres hicieron lo que pudieron para mantener la paz, pero la situación era insostenible. No sé cómo explicarlo, pero la guerra cambió todo. Un día, simplemente… se los llevaron. —Hunter tragó saliva, su rostro serio, la tristeza se reflejaba en sus ojos—. Ya no pude verlos más. Me separaron de ellos, me enviaron a un lugar seguro, pero todo lo que conocía se desplomó de golpe.

Noemí se quedó en silencio, sorprendida por lo que acababa de escuchar. No podía entender completamente lo que Hunter había vivido, pero sí podía sentir la angustia en sus palabras. En ese momento, no era solo un chico misterioso, era alguien que había enfrentado el dolor, la pérdida y la soledad.

—¿Te separaron de tus padres cuando aún eras un niño? —preguntó, su voz suave, pero llena de curiosidad y empatía.

Hunter asintió lentamente, su mirada fija en el horizonte.

—Sí. La guerra cambió todo. Perdí a mis padres, a mi hogar… y a mí mismo. No entendía por qué me enviaron tan lejos, a un lugar donde no conocía a nadie, donde todo lo que sabía ya no tenía sentido. La gente me decía que debía ser fuerte, que debía continuar. Pero… ¿quién era yo sin todo eso? —Hunter sonrió de manera triste, como si esa pregunta aún no tuviera respuesta.

Noemí se quedó mirándolo en silencio, intentando comprender. La historia de Hunter era mucho más oscura de lo que había imaginado. Pero, de alguna manera, también le resultaba familiar. Ella, también, había vivido su propia guerra, aunque diferente en naturaleza, y había perdido cosas en el camino. Tal vez no de la misma forma, pero la sensación de vacío, de no encontrar un lugar al que pertenecer, era algo que entendía.

—Debe haber sido difícil… —dijo Noemí, sin saber qué más agregar. Las palabras parecían pequeñas ante la magnitud de lo que Hunter acababa de contar.

Hunter se encogió de hombros, la tristeza en su rostro se suavizó por un instante, como si por fin pudiera dejar escapar algo de esa carga.

—Lo fue. Pero aprendí a vivir con eso, a cargar con el pasado y seguir adelante. Aunque… todavía a veces me siento como si no encajara en este mundo. —Su tono se tornó más pensativo, como si estuviera buscando respuestas.

Noemí lo miró fijamente. Había algo en su actitud, algo en su forma de ser, que la hacía pensar que aún no había encontrado su verdadero camino. El dolor que llevaba consigo parecía estar sellado en su interior, pero también había algo de esperanza en sus palabras. Tal vez, algún día, Hunter lograría encontrar paz con su pasado, pero por ahora, parecía estar buscando algo más.

—Tú no tienes que ser esa persona que te dijeron que fueras, Hunter. —Las palabras salieron de su boca sin pensarlo demasiado, pero lo dijo con la certeza de quien ha aprendido a vivir con sus propios demonios—. Tienes derecho a ser quien tú decidas ser. Nadie tiene el poder de definir tu vida más que tú.

Hunter la miró, sorprendido, como si nunca hubiera considerado esa posibilidad. Durante un largo rato, no dijo nada, pero su mirada lo decía todo. Un pequeño destello de duda se encendió en sus ojos, como si la idea de dejar ir el pasado fuera algo a lo que temía, pero también algo que deseaba profundamente.

—A veces las respuestas son más simples de lo que parecen —continuó Noemí, con una sonrisa tranquila—. Quizás, solo necesitas perdonarte a ti mismo.

Hunter rió suavemente, la tristeza de antes desapareciendo por un momento. Era una risa suave, casi tímida, como si nunca hubiera reído de esa manera en mucho tiempo.

—Tal vez tengas razón. Quizá lo único que me falta es darme permiso para dejar ir.




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