Hunter no podía evitarlo. Miraba a Noemí, su respiración aún agitada por la carrera, sus ojos brillando con una mezcla de miedo y esperanza, y, por primera vez, las palabras que había estado guardando por tanto tiempo salieron de su boca, como una confesión que no podía seguir ocultando.
—Noemí… —dijo, su voz quebrada, casi un susurro, mientras sus manos tocaban suavemente el rostro de ella, como si el simple acto de acariciarla le diera la fuerza para decir lo que siempre había sentido—. Yo… no quiero que te vayas. No quiero perderte.
Noemí, confundida, no pudo evitar mirarlo con los ojos entrecerrados, buscando comprender lo que acababa de decir.
—Hunter, ¿qué estás diciendo? —preguntó, su voz temblorosa mientras sentía el calor de sus manos sobre su piel, como si él fuera lo único que permaneciera constante en medio de la tormenta.
Él no se apartó, no dejó de sostener su rostro entre sus manos, como si fuera la única manera de mantenerla cerca, de que no se fuera. No sabía si tenía sentido, si lo que estaba a punto de hacer cambiaría todo para siempre, pero algo dentro de él le decía que no podía seguir guardando sus sentimientos.
—Te amo, Noemí. Desde el momento en que te vi… no pude dejar de pensar en ti. Todo lo que hago, lo hago por ti. No sé qué sería de mí sin ti.
Las palabras le salieron con una sinceridad tan profunda que él mismo se sorprendió. No había planeado decírselo así, en medio de la oscuridad de la noche, con el sonido de la guerra a sus espaldas. Pero no podía callarlo más. No podía seguir ignorando lo que sentía.
Noemí, por un segundo, se quedó inmóvil, procesando sus palabras. Sus ojos se llenaron de una mezcla de sorpresa, emoción y una pequeña chispa de inseguridad. ¿De verdad lo amaba? ¿Podía corresponder a lo que Hunter le estaba ofreciendo en medio de todo esto?
—Yo… —Noemí no sabía cómo responder, su mente y su corazón luchando entre el miedo y el deseo de creerle. Finalmente, cerró los ojos por un instante, dejando que el momento fluyera en silencio. Cuando los abrió nuevamente, su mirada era suave, pero llena de algo que Hunter había estado esperando: una respuesta que no estaba segura de poder dar, pero que su corazón no podía ignorar.
Hunter esperó, su pulso acelerado mientras ella tomaba aire y le devolvía la mirada.
—Yo también… —susurró ella, y sus palabras fueron como un alivio para Hunter, una promesa que ni ella misma sabía si podría cumplir, pero que, en ese momento, sentía como una verdad naciente.
Hunter no pudo contenerse. Sin pensarlo, la atrajo hacia él, sus labios rozaron los de ella, un beso suave, lleno de dudas y esperanzas, como si ese fuera el único momento en el que ambos pudieran ser completamente sinceros. El tiempo parecía detenerse, como si el mundo entero los estuviera observando, esperando ver si este amor, nacido en medio del caos, sobreviviría a todo lo que les aguardaba.
Pero lo único que importaba en ese instante era ellos dos. Sus corazones latían al unísono, marcando un ritmo que se sentía como una promesa de que, aunque todo a su alrededor estuviera desmoronándose, ellos se tendrían el uno al otro.
—No me dejes, Hunter —susurró Noemí, su voz llena de una vulnerabilidad que él nunca había visto antes. Pero esa vulnerabilidad no la asustaba; más bien, la hacía sentir más real que nunca.
Hunter la abrazó más fuerte, como si el mundo pudiera desmoronarse en ese momento, y él aún querría aferrarse a ella.
—No lo haré, Noemí. Nunca te dejaré. —Las palabras salieron de su boca con una convicción que ni él sabía que poseía. Pero ahora, en ese abrazo, rodeado de la oscuridad y el peligro, todo lo que necesitaba estaba frente a él. Y eso era suficiente.