Capítulo I
“El viaje con destino a Madrid saldrá en breves minutos. Por favor, pasen por el control de seguridad y accedan a la zona de embarque. Tengan un buen viaje.” Abandono el libro que estaba leyendo en el bolso, mientras suena la música que despide el mensaje de la recepcionista, antes de levantarme de la butaca, ¡qué incómodas son las sillas de plástico! Después de una hora esperando, ha llegado el momento que más nerviosa me pone: pasar por el control, porque siempre acabo pitando por algo. Un cinturón, una hebilla del tacón, una pulsera, un anillo… pero lo más vergonzoso fue la última vez, ¡la camiseta interior llevaba una etiqueta que no dejaba de pitar! Me tuvieron esperando un cuarto de hora hasta que detectamos el causante del fatídico ruido. Las exigencias del aeropuerto de Heathrow han aumentado tanto, que no se les escapa ni una punta del pelo abierta. Volver a casa me alegra, pero sobre todo dejo atrás este aeropuerto que tantas vergüenzas me ha hecho pasar, ¡bye, bye, Londres! ¡Bienvenida España!
La cola aún no es muy larga cuando llego a las barreras. Por suerte, las vísperas a Navidad aumentan el número de trabajadores por lo que entre varios compañeros despejan rápido la zona para no acumular pasajeros. Poder entrar a las tiendas sin necesidad de tirar de la maleta es lo que más me gusta de estar aquí, ¡se acabó pensar en que la voy a olvidar en alguna de las zonas del aeropuerto!
Tras más de dos horas dando vueltas nos anuncian que es hora de entrar al avión. La calefacción me golpea en la cara que, en contraste con el frío que hacía fuera, hace que un estremecimiento recorra mi cuerpo. Busco entre las diferentes filas el número que se me ha asignado: el 33. Lo localizo a mi derecha, junto a la ventanilla, para poder observar el paisaje que dejo atrás y el nuevo que se abrirá ante mis ojos. Nunca pensé que regresar a mi país pudiese hacerme tanta ilusión y me hiciese entender esos anuncios navideños de turrón, ¡qué tiempos de infancia más bonitos!
Londres, esa ciudad que me recibió tras terminar mi carrera me ha aportado mucho, idioma, amigos, experiencia laboral pero sobre todo madurez. Tropezar y caerme me ha hecho crecer estando lejos de mi familia pero una nueva oportunidad me hace regresar junto a aquellos que me han visto crecer. Un nuevo y jugoso empleo me espera en Salamanca, que, aunque no es mi ciudad natal, me hace estar más cerca de mi familia y de mis costumbres españolas. ¡Cuánto echo de menos el sol y la alegría de las fiestas españolas! Muchos pensarán que es imposible que lleguen mejores ofertas en España que en Inglaterra pero cuando sales fuera ciertamente te das cuenta que a veces, el dinero no lo es todo.
Diez minutos de espera en el asiento me hacen pensar que voy a pasar el viaje sola. Aunque extrañada por las fechas que se acercan, saco el libro y sigo leyendo por la parte que había dejado apartada en el aeropuerto. Es increíble cómo la imaginación de una autora puede llegar a atraparnos de tal forma que pase el tiempo sin darnos cuenta. La suave voz de una azafata interrumpe mi lectura anunciando que en breve tomaremos vuelo y pide por favor que apaguemos los aparatos electrónicos que nos acompañan. Insegura de si mi móvil sigue vivo, busco en el inmenso bolso que siempre me acompaña el pequeño aparatito. Aprovecho para avisar en casa mi vuelo despegará en breve para que puedan recibirme en el aeropuerto como me dijeron que harían. Justo antes de apagarlo un nuevo correo entra a mi bandeja de entrada:
Colegio Santa Alma
Asunto: ¡Bienvenidos!
Buenos días,
Desde el Colegio Santa Alma nos congratula darle de nuevo la bienvenida a nuestro centro. Con motivo del centenario de nuestro colegio, le invitamos a la cena que organizaremos el próximo día 25 de diciembre, para celebrar que nuestra institución ha educado a grandes profesionales y que tenemos la intención de seguir haciéndolo, ¡al menos por otros 100 años más!
Pd: por favor, confirme existencia a través del siguiente enlace o llamando por el teléfono que a continuación se adjunta.
¡Gracias por ser parte de nuestra comunidad!
El mensaje me deja tan anonadada, que debo de releerlo unas dos veces más. Una presencia me extrae de mi persistencia de seguir leyéndolo. Una niña de unos ocho años con su sonrisa mellada y su rizada melena se sienta a mi lado y se queda observando mi móvil como si fuese un tesoro. Sus ojos hacen contacto con los míos y con una sonrisa nos saludamos de forma silenciosa. Las puertas se cierran y la azafata comienza a dar las indicaciones en caso de emergencia mientras el padre de la niña se sienta junto a ella. Un mensaje de mi madre confirmando que pasará a buscarme me hace apagar el teléfono dejando para más tarde el mensaje de mi antiguo colegio.
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Editado: 18.12.2018