VALENTINA PASO LOS DOS PRIMEROS días, prácticamente recluida en la habitación. Anhelaba que su visita en la fortaleza no durase mucho, se aburría y quería salir y entrar a su antojo. Luck le había traído libros, jugaron algunos juegos de mesa, he incluso compartían las horas de las comidas.
No podían ser vistos, por lo que la visita a la plaza estaba descartada. Se estaban ocultando, no iban de visita, le había dicho él. Cosa que la entristecía y la enfurecía más en contra de Max, quien seguía ausente y al que había visto solo una vez. La primera noche que llegaron a la fortaleza. Para su sorpresa, cuando se dirigía hacia la cocina para compartir cena con Luck, allí lo vio, con un semblante más relajado, he incluso le pareció ver una leve sonrisa asomando por las comisuras de su boca.
La mesa estaba formidablemente preparada, no faltaba de nada: había pato y cerdo cocinado con frutas y verduras, pan fresco recién horneado, vino y frutas. Aquello parecía más una celebración que una cena para tres. Max le dio la bienvenida con una copa de vino de la comarca.
Se veían muy relajados y animados, pensó ella. Tenía ganas de pasar un buen rato, bastante incierto era su futuro como para malgastar el presente. Decidió disfrutar también. Max parecía ser el mismo que ella recordara años atrás. Relajado, riendo, disfrutando. Cuanto echaba de menos esos momentos, pensó. Sintió una pequeña punzada en el pecho. El recuerdo del pasado aún estaba presente, y más de lo que ella imaginaba.
Lo miró por largos segundos sin que él lo notara. ¿Estaría cayendo una vez más en la neblina que la envolvía cada vez que estaba cerca de él?, o ¿sería que nunca lo olvidó? Pero hasta eso le daba igual. Por una vez, aunque fuese por esa noche, solo quería disfrutar, reír y dejar las penas y las angustias en un rincón bien olvidadas, aunque solo fuese por unas horas.
Luck fue un magnífico anfitrión, contando situaciones divertidas, vividas con Max años atrás, he incluso le fascinó las anécdotas de la comuna. La historia que por siglos se contaba sobre el divorcio en aquel lugar.
—Según se dice— continúo Luck. —Un episcopal luterano de la ciudad de Biertan, decidió arreglar por su cuenta el porcentaje de parejas que se divorciaban y esto viene de siglos atrás, pero este luterano consiguió disuadir a las parejas de llevar a cabo la ruptura del matrimonio. —Luck la miró con picardía. —El religioso, decidió inventar un sistema infalible, el método consistía en encerrar a la pareja con problemas conjúgales, en una especie de prisión matrimonial, durante dos semanas.
En ese pequeño espacio, tan solo disponían de una cama, una almohada. Una silla, una mesa, pan y agua. La idea del religioso era que la pareja se viese obligada a compartirlo todo. De ese modo volverían a sentirse unidos y la llama de amor resurgiría, evitando así el divorcio, según las lenguas, este método fue un éxito.—¿Y aún se practica ese método? —Valentina no pudo evitarlo, parecía imposible y romántico a la vez, pasar los días, las noches con la misma persona.
—Pues sí, aún se practica esta clase de salvación conjugar. Y que Dios me libre de ello, —Luck se echó a reír a la vez que se santiguaba. Max no pudo evitar reír, su amigo estaba bastante bebido y ya ni sabía lo que decía.
***
ERA MÁS DE MEDIA NOCHE y ahora tocaba descansar, pensó Max observándola. Parecía estar un poco más contenta de lo normal, por no decir que estaba un poco borracha y si seguían allí sentados, acabarían como Luck, Este no tenía intención de darle fin a la noche, cogió una botella de la mesa y despareció entre las cortinas, tambaleándose y riendo mientras murmuraba algo imposible de entender.
—Creo que será mejor irnos a descansar—dijo Max, levantándose de su silla, para él la fiesta había llegado a su fin, al menos allí.
—No es mala idea, —dijo ella. —Vaciando la copa.
Al levantarse se pisó el dobladillo del bajo de su vestido, casi cayendo de bruces, sino llega ser por su rápido reflejo de sujetarla por el hombro.
Se había pasado un poco con el vino, pensó ella... Y que más daba, se lo había pasado muy bien y había bebido cuanto quiso.
—Déjame acompañarte, —se ofreció el—cabía la posibilidad de que no supiese encontrar la habitación. Valentina no se quejó, se apoyó en el brazo que le ofrecía, sonriéndole se aferró con fuerza. Había bebido más de lo usual, pensó. Max tiraba de ella con suavidad a la vez que habría cortinas a su paso. Al llegar a la zona de los espejos, ella no pudo evitar mirarse en uno de ellos. Max se veía muy serio, pensó, le pareció tan cómico que no pudo dejar de reír, al final acabaron riéndose de sus propios reflejos.
—Vamos, será mejor que continuemos o Luck se nos unirá. —En el umbral de la puerta la soltó con delicadeza. —Te deseo un buen descanso, —esto último lo dijo casi arrastrando las palabras.
Valentina dio un paso hacia adelante con tal torpeza que los bajos de su falda se heredaron entre las piernas. Cayendo sobre los brazos de él. El reflejo de Max volvió a evitar que se diese de bruces con la puerta, sino llega a moverse y poner su cuerpo como escudo.
—Aún no estoy tan borracha, como para no poder meterme en la cama por mí misma, —se quejó ella con suavidad. Max enarcó una ceja y sonrió.
—Y yo no tan ebrio como para dejarte caer—respondió con picardía.
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Editado: 07.12.2023