El Reencuentro

Capítulo siete: Ocultándose del enemigo

 

AL INFIERNO CON EL Y SUS SECRETOS, pensó ella, estaba cansada de todo aquello, no iban a ningún sitio con aquella relación y hasta dudaba que existiera algo. Creyó que había un poco de confianza entre ellos. Solo un poco, no le estaba pidiendo ser su confidente, ella solo quería ser incluida como el resto del grupo.

Max frunció los labios, leía sus pensamientos y esto la dejaba más vulnerable delante de él. Sabía que podía confiar en ella, nunca dudo de ello, solo que no quería ponerla en más peligro, eso era todo. Al ver que ella seguía sin dirigirle la palabra, decidió ponerle fin aquello, tiró de las riendas de su caballo hasta ponerla de cara a él.                                                                     

—No he sido justo antes, —comenzó—Te deseaba antes, y aún te deseo, pero creo que para eso tendremos que esperar.

Ahora si había conseguido su atención. Valentina clavó su mirada en él, fijamente sin pestañear. Max lo intuyó una vez más, pero prefirió concentrar su atención en lo que tenía que decirle.

—No es muy fácil de explicar, especialmente en este momento, pero más que nada quiero que te sientas parte del grupo.

 Valentina arqueó una ceja.                                                                          

—Llevamos a los hombres de Igor siguiéndonos desde que dejamos el bosque—Max suspiró, miró hacia el camino y continuó. —Nos dirigimos hacia la abadía de Saint Michel, donde tú y Aleyda estaréis a salvo de Igor y sus hombres, y créeme cuando te digo que va a por todos.

Ella lo miró con seriedad, en sus ojos no se reflejaban ninguna chispa de humor.        

—¿Nos dirigimos hacia una abadía? —Fue lo único que supo decir.                        

—Sí —dijo mirando una vez más hacia el camino. —El resto del grupo nos espera en una cueva a dos kilómetros de aquí, si nos ponemos en marcha ahora, podremos descansar y seguir el viaje.

Valentina sintió su incomodidad, estaban parados en mitad del camino y en peligro. Max agradeció el gesto, azuzó su semental y a galope dejaron el camino detrás de ellos. La mente de ella galopaba más rápido que Fortuna, aún seguían en peligro y lo peor de todo era que Igor seguían detrás de ellos. Se fijó en él, cabalgaba muy tenso y se le veía pensativo. No le extrañaba, pensó ella. Con todo lo ocurrido, le sorprendía que no hubiera desaparecido. Por lo que prefirió cabalgar en silencio el resto del camino, Max se irguió en su montura, su expresión se relajó cuando dejaron el camino.                              

—Estamos aquí —dijo adentrándose en un espeso bosque de zona muy rocosas y de espesa vegetación.

Parecía un sitio fácil de esconderse. Max agudizó un silbido, el mismo sonido que hiciera cuando llegaron a la fortaleza en Bierta, donde vivía Luck. A solo unos metros una cortina de espejo follaje se abría ante ellos, su amigo le sonrió al verlos. Valentina sintió alivio al ver que él estaba bien. Sin bajarse de las monturas se adentraron en un angosto túnel, iluminado con antorchas colgantes.

La cueva creaba pasadizos, uno de ellos los llevó hacia una gran bóveda de techos altos con largas y puntiagudas estalactitas. Valentina no pudo evitar mirar a su alrededor, tres de los hombres de Max sufrían heridas leves, aunque se veían bastante sangrantes, en un rincón y maniatados con cadenas, dos de los hombres de Igor cogidos presos en el ataque del camino.

Víveres y armas cubrían una larga mesa, un par de sillas y artilugios que parecían más bien herramientas, estaban tiradas en un rincón, sacos llenos de heno para alimentar a los caballos, desde la pared manaba agua creando una poza donde Ciprian se lavaba la cara. Por el rabillo del ojo pudo ver Aleyda con cara de preocupación dirigiéndose hacia su hermano, esperó a que éste desmontase para abrazarlo y sermonearlo como si fuese ella la hermana mayor.                   

—Déjame verte el brazo —la mano de ella se manchó de sangre al tocar la herida.

Max no se quejó, hasta parecía no darle importancia. Valentina vaciló entre bajarse del caballo o dirigirse hacia él, pero optó por mantener la distancia, dejaría que su hermana lo curase. Se sentía mal, él estaba herido y aun así fue a su encuentro, pudo a ver mandado a uno de sus hombres o incluso a su propio hermano, pero prefirió dejarlos a todos seguros en la cueva para ir a su encuentro.                           

—¿Te quieres estar quieto, Max? —dijo Aleyda con una mueca. —Deberías tranquilizarte un poco.            

—Estoy tranquilo —repuso Max.                            

—No es cierto, —objetó ella—. Estás crispado, molesto y con ganas de desgarrar a alguien. Sabía que no lo dejaría en paz tan fácilmente. Aleyda con semblante serio, retiraba los vendajes impregnados de sangre.  

—Es un corte y sanará ya te lo dije antes—se quejó el, tirando de su semental hasta la fuente.              

—¡Ya lo sé! ¿Porque tienes que ser tan cabezota? sé que has estado preocupado por Valentina, pero aquí esta —dijo mirando hacia ella. —Ha sido suerte que encontrase un lugar seguro y fuera de la noche.

Valentina, bajó de su montura, no supo que hacer, vio unos cepillos de celda en el suelo y se hizo con uno, supuso una buena excusa para cepillar a Fortuna y mantenerse ocupada. El animal espantó unas moscas con la cola mientras seguía comiendo.                     

Se sentía la tensión, nadie decía nada, parecía que cada uno tenía un trabajo por acabar. He incluso los dos rehenes parecían poco dados a soltar palabra de sus planes. Luck decidió romper la tensión que emanaba de todos, sacando una botella de coñac, sabía que Max estaba enfadado y tan bien con quién, pero aquella situación tendría que resolverse antes de comenzar la marcha hacia Francia.

Llenando los vasos con el dorado licor invitó a todos a un trago, el miedo seguía aún presente, reflejándose en seriedad y enfado. Ciprian se acercó hasta la mesa haciéndose con uno de ellos. Max y los guardianes hicieron lo mismo.                                                            




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