Ana se despertó con los golpes fuertes en la puerta. Al abrir, vio a Tomás, con muy mala cara, a punto de llorar.
Se acercó a ella, la abrazó con fuerza y comenzó a llorar.
—Perdón… perdón por no valorarte, perdón por no haberme quedado contigo desde un principio —dijo entre sollozos—. Siempre supe que eras buena, pero pensé que ella había cambiado… y no fue así.
Ana lo miró y respondió con calma:
—Lo hecho, hecho está. No hay nada que se pueda deshacer ni que yo pueda hacer.
—Pero yo sí —insistió él—. Dame una oportunidad, por favor. No como amigos… sino como algo más.
Ana se quedó pensando en sus palabras, el corazón latiendo con fuerza, mientras la tensión y la esperanza llenaban el aire.