Sabía lo que era el dolor, o eso creía.
Mi vida siempre ha sido un remolino de mierda que trata de consumir hasta el último ápice de vitalidad que queda en mí. Me he esforzado como nadie podría hacerse una idea para seguir siendo yo, para no dejarme vencer por la situación. No obstante, esto es diferente.
¿Qué queda cuando no queda nada?
Jen, la única persona en el mundo por la que estaba dispuesta a poner la mano en el fuego, la hermana que luchaba a mi lado; mi confidente y punto de apoyo. Hasta hace unos minutos habría jurado que nunca sería capaz de hacer algo que me dañara conscientemente. Siempre la he visto como un escudo, no como una espada. Sin embargo, las cosas cambian, la gente cambia.
«No te fíes ni de tu propia sombra». Las palabras del monstruo que se hacía llamar mi padre resuenan en mi mente.
Kai tenía razón, acabó conmigo sin tener que mover un solo dedo. Pasé tanto tiempo tratando de protegerme de él que me olvidé de protegerme de nadie más. El problema es que ha sido totalmente mi culpa, al igual que la muerte de Ian. ¿Por qué deposito tanta confianza en la gente cuando soy consciente de lo que puede pasar? Si mi propio padre fue capaz de matar a su hijo para darme una lección, qué no harían un par de jóvenes con tal de mantener su secreto a salvo.
Creía que después de todo las cosas podían empezar a ir bien, pero era todo mentira. Una sucia, rastrera y vil mentira.
—¡Joder!
Mis manos golpean el volante sin control. Las lágrimas nublan mi visión y me veo obligada a parar en un lado de la carretera antes de llegar a casa de Hardy donde Penélope se fue con Ágata. La sola idea de que aún quede una mínima posibilidad de verlo antes de sacarlo para siempre de mi vida, hace que todo mi cuerpo tiemble.
Necesito tranquilizarme, no puedo dejar que mi hermana me vea así. Tampoco sé muy bien cómo explicarle que Hardy ya no es parte de nuestra vida. No sé cómo contarle a una niña de seis años —que ya no tiene padre ni madre— que una de las dos personas que tiene como referente paterno va a salir de su vida.
Tras unos minutos en los que logro recuperar parte de la calma que había perdido, emprendo camino de nuevo. Al llegar, solo las luces del salón están encendidas. Doy por hecho que Penélope estará durmiendo.
Un fuerte dolor en el pecho me recuerda lo mucho que me afecta todo esto. Ya tiene su propia habitación aquí, una que ha adornado con diez dibujos de nosotros en distintos sitios que hemos visitado. Me viene a la mente su regalo de cumpleaños, la palabra familia escrita en mayúsculas y la sonrisa que lucía en el dibujo.
Toco el timbre y espero paciente que me abran la puerta mientras los recuerdos me consumen. Cuando los ojos de Ágata chocan con los míos, lleva la mano a la boca con asombro. Cualquiera diría que está viendo un muerto, aunque en estos momentos lo más probable es que luzca como uno.
—Mi niña, ¿qué ha pasado?
Se acerca a mí preocupada y me envuelve en un abrazo de cariño infinito que no me permite seguir reprimiendo lo que siento.
Mi cuerpo entero comienza a temblar y me es imposible dejar de llorar. Siento que lo he perdido todo. Mis amigos, la persona a quien consideraba una hermana y Hardy. Por otro lado está Lis, pensaba que era mi amiga y lo único por lo que se acercó a mí fue para asegurarse que el daño que me causaría su novio sería definitivo. Y Kai... una ínfima parte de mi corazón seguía teniendo esperanza.
—Todo va a estar bien. Todo va a estar bien —susurra una y otra vez mientras me acaricia el pelo.
Esta mujer es lo más parecido a una abuela que tengo aquí. La única persona con la que me veo con la confianza suficiente de sentarme a llorar sin sentir que soy una carga.
Los sentimientos bañan mis mejillas, el dolor llega a mojar la ropa de Ágata y la desesperación me arrastra hasta un agujero profundo al que pensé que nunca volvería.
No sé muy bien cómo pero ha conseguido calmarme un poco y guiarme hasta la cocina, donde ahora me encuentro sentada con un vaso de agua delante.
—¿Qué te ha hecho?
Mi ojos se abren sorprendidos.
—¿Por qué piensas que ha sido él?
—Porque solo se llora así por amor, cariño.
Sus palabras hacen que vuelva a romper en llanto. ¿Amor? ¿Qué es eso?
Pensaba que por fin se estaba abriendo a mí. Incluso llegué creer que, aunque a su manera, me había dicho que me quería. Cuando lo único que ha hecho es revolcarse en la cama de la que se suponía era mi amiga mientras todos mis amigos se aseguraban de que yo no me enterase.
Su mano se posa en la mía.
—No somos nada, nunca lo fuimos...
Una sonrisa se forma en sus labios arrugados.
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Editado: 28.10.2024