Su cálida cercanía es un potente analgésico que no sabía que necesitaba con tanta fuerza.
Soy un naufrago sin brújula.
Me encuentro caminando en un territorio conocido pero sin la fuerza suficiente como para lograr ubicarme y seguir adelante. El camino se torna tortuoso, laberíntico. Sin embargo, siento que sus brazos son una zona segura, aunque el dolor no desaparece, la traición no reduce y la sensación de abandono y vacío sigue estando presente.
—Todos tenemos días, años, incluso épocas malas. Lo importante es salir de ahí, no acomodarte en el dolor y conformarte con castigo.
Su voz susurrada es una suave caricia al corazón. Entiendo lo que quiere decir, pero si piensa que estoy así porque quiero, está muy equivocado.
Me separo de su pecho y vuelvo a mi almohada. Mirar a las estrellas no me ayuda a ver nada con perspectiva, pero sí logra calmar mis nervios descontrolados.
No deja de sorprenderme lo cómoda que me siento a su lado, es como si realmente lo conociese desde hace mucho tiempo. Como si esto estuviera destinado a pasar. Como si nosotros estuviésemos hechos para conocernos.
—A veces somos nuestro peor enemigo, Iris. —Toma aire. El silencio que sigue a sus palabras hace que quiera saber más de él, pero sé que no soy nadie para preguntar por su vida. —Somos quienes más daño podemos infligirnos.
Apoyo mi mano sobre la suya, instándole a seguir y abrirse a mí si así lo desea. Si fuera como Jen estaría haciéndole el quinto grado para obtener toda la información posible.
Cuando su recuerdo cruza mi mente, una sonrisa automática se forma en los labios, pero rápidamente es sustituida por un fuerte dolor en el pecho.
—Lo sé.
No hacen falta palabras que cubran el silencio que se ha instaurado entre nosotros. Ambos necesitamos esto.
Nuestras manos siguen unidas. Ninguno tiene la intención de alejarse del otro, sabemos que en cuanto lo hagamos caeremos como naipes arrollados por el viento.
—Yo lo quería, lo quiero —susurro—. Los quiero a todos, confiaba en ellos...
Mi voz interior habla por mí. No soy consciente de cuándo decidí que sería buena idea compartir lo que siento con él.
—Yo la quería, pero ya no puedo quererla. No quiero hacerlo —contesta de la misma forma—. Siento que me ama, pero sé que no lo hace. De hacerlo no seguiría con este juego.
—Me mintieron todos. Me hicieron tanto daño que siento que nunca podré...
—...superarlo —termina mi frase cuando nuestros ojos se encuentran en mitad de la oscuridad.
Asiento lentamente y para mi sorpresa la humedad no toca a la puerta. Las lágrimas se han secado.
—Que no quieras quererla no significa que no la quieras —recuerdo las palabras de Ágata, empezando a comprender el porqué de las mismas.
—Que te ocultaran la verdad no significa que no te quieran.
Supongo que tiene razón, pero admitirlo en alto solo dejaría la puerta abierta a nuevas esperanzas vanas y posibilidades de volver a ser destruida. Pensar que todavía queda una oportunidad para nosotros significaría agarrarse a un clavo ardiendo, tirarse al vacío sin saber que si la cuerda resistirá la caída. Pero, al fin y al cabo, con Hardy siempre ha sido así. La imprevisibilidad de sus actos es tan compleja como él.
Y Jen... A ella no puedo verla, porque sé que sus palabras serán capaces de acabar con los pocos muros que aún quedan en pie. Necesito tiempo para reconstruir lo que ellos derrumbaron y poder afrontar la realidad que ahora se cierne sobre nosotros como una gran nube de tormenta que aún no ha descargado.
—Lo sé... —confieso. Gira su cuerpo dirección al mío. Hago lo mismo perdida en la apasionante reciente oscuridad de sus ojos—. ¿Qué pasó?
Alza una ceja.
—Se suponía que veníamos a desconectar. —Ríe—. ¿Misión fallida?
Niego sonriendo.
Sí, he recordado lo sucedido, pero por alguna extraña razón ya no duele de la misma forma. Puede que Jen tuviese razón, quizás compartir lo que sientes ayude a sanar heridas.
—¿De verdad quieres saberlo?
—Solo si tú quieres contarlo.
—Lo dejamos hace un par de meses. Realmente pensaba que era la mujer de mi vida, pero entonces todo se torció. —Me sorprende la sinceridad con la que está hablando. Está poniendo su corazón frente a mí, me está dando la oportunidad de atacar donde más daño podría hacerle—. Los dos hicimos cosas que no estuvieron bien.
Asiento para que sepa que estoy atenta. No quiero decir nada que pueda hacerle parar. La forma en que se está abriendo no deja de sorprenderme, es más humano de lo que muchos serían capaz a mostrarse.
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Editado: 28.10.2024