Algunos sentimientos no son para mí. Para nadie, en realidad. La decepción es uno de ellos; el peor. Crees giras en sintonía con el mundo hasta que una fuerza golpea lo suficientemente duro como para detenerlo todo. Entonces lo comprendes, las cosas nunca han ido bien, simplemente no dejabas que lo malo te alcanzara. Y yo llevo tanto tiempo corriendo, avanzando sin pararme a mirar mi alrededor, que el problema me ha golpeado de lleno. Mientras perseguía el futuro me he olvidado de que el pasado siempre nos perseguirá y por muy rápido que corras, por muy alto que vueles, nunca desaparecerá. Es una constante imborrable, innegable.
Mis brazos rodean mi cuerpo con fuerza, intentando que no se caiga nada. Es casi imposible. Hay tantos pedazos, tantos trozos diminutos de un corazón destrozado, que tengo las manos a rebosar. No sé si seré capaz de mantenerme en pie sin desmoronarme. Sobre todo, porque las lágrimas ya nublan mi visión y siento que el pecho se mueve en busca de un aire que no entra. Oxígeno. Eso es lo que necesito. Oxígeno y respuestas.
Tengo una hermana. Una hermana de verdad. Todos lo sabían menos yo.
El nudo de mi garganta aumenta por momentos. Las imágenes de las peleas de mis padres, los gritos, el llanto ahogado de mamá o el brillo ausente en su mirada. ¿Eso significa que ella tampoco lo sabía? Los cientos de trozos se convierten en miles. Si mi mundo se está cayendo, no quiero imaginar cómo está ella. Un matrimonio roto, una mentira mantenida en pie durante años. Mi pecho contrayéndose. Oxígeno y respuestas. Aire para poder dar otro paso en dirección a la verdad. A la realidad escondida debajo de la alfombra de cachemira del salón.
Solo un par de palabras salen de la boca de la rubia de rasgos difuminados. No logro enfocarla, tampoco darle significado a los sonidos que abandonan su boca. El pecho me duele, haciéndose cada vez más pequeño. ¿Esto es la ansiedad? ¿El pánico? ¿El terror paralizante?
He abandonado a mi madre en una casa con el hombre que le fue infiel el tiempo suficiente como para tener una hija con otra mujer. Con Amber, su mejor amiga, nada menos. He corrido, querido avanzar sin pararme a pesar en mis alrededor. En ella. En lo que mi partida podría significar para su salud mental. Puede que sea ley de vida, que los pájaros vuelan del nido y todo eso, pero esto es diferente. La he abandonado a su suerte, porque ese ya no es su nido. En realidad, no creo que lo fuera nunca.
Mi respiración errática al compás de mis pasos sin rumbo, mis pensamientos nublados. Oxígeno, respuestas y un abrazo. Eso necesito, pero dónde buscarlo si lo que creías seguro acaba de derrumbarse. ¿Esto se siente cuando te rompen el corazón? ¿Así se sintió Iris en su último cumpleaños?
Las heridas no son físicas. No tengo laceraciones cortando la dermis, es peor que eso. Porque no hay gasa capaz de detener el sangrado, de proteger la piel, el corazón. No hay apósito para esto. Para un desgarre emocional, una hemorragia mental. Mis pulmones implosionando, mi cabeza ardiendo con mentiras, con medias verdades. Oxígeno, respuestas, un abrazo y una verdad. Eso necesito. Y en ese orden.
Me pierdo las caras preocupadas mientras entro por el gran portón de mi casa. El personal que siempre ha sido amable conmigo se muestra alerta, mirando a mis espalda, a la espera de encontrar la amenaza que me ha puesto así. Sin saber que están protegiendo al monstruo que me ha puesto sobre mis rodillas en busca de aire. No escucho los saludos, no veo asentimientos ni respondo preguntas de ningún miembro del personal que hace años comencé a ver como familia. Porque, cuando quien tiene que estar, no está, te agarras a tu alrededor. Yo, por fortuna o desgracia, he estado sola, a pesar de nunca estarlo. ¿Tiene algún sentido?
Es mi madre quien abre las puertas. No me sorprende no verla enfocada ni que sea ella quien haya venido a recibirme. Debe haber recibido una llamada del personal de seguridad informando de mi estado. ¿Cómo me habrán descrito? ¿Demacrada? ¿Desconsolada? ¿Podría alguno acercarse lo suficiente como para poner en palabras la rabia, ira, tristeza y decepción que me corroen?
—¿Cariño, qué ha pasado? —los pasos que da en mi dirección son los mismos que doy yo para alejarme.
En sus ojos el dolor, la frustración por no poder rodearme en ese abrazo que sabe que tanta falta me hace.
—¿Es por Isan? ¿Han roto? ¿El te ha..? —Corto sus palabras con una mirada furibunda. Porque puede que esté cabreada con él, pero jamás dejaré que se especule con la violencia. Mucho menos después de lo que pasó con Amber.
—Él jamás me tocaría. Él no.
Me sorprende lo entera que sale mi voz, teniendo en cuenta lo rota que me siento.
—Lo sé, mi cielo. Lo sé. —Asiente abrazándose por la brisa fresca que entra.
Solo cuando se hace a un lado para invitarme a pasar y ve que no tengo intención de moverme del sitio, comprende la gravedad del asunto.
—Vamos, Jen. Me estás asustando, ¿qué está mal? Habla con mamá, estoy aquí.
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Editado: 28.10.2024